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jueves 27 de septiembre de 2012

Los profetas del Kirchnerismo mesiánico

Iván Petrella analiza el rol de Carta Abierta en el relato y la perpetuación del poder kirchnerista. En el rol de intelectuales -balanceando la honestidad intelectual y el intento de cambiar la sociedad en alianza con movimientos políticos- Carta Abierta peca de propagandista.Poco antes de que saliera “La diferencia”, el último escrito de Carta Abierta, había releído las conferencias que en 1993 el difunto Edward Said, profesor en la Universidad de Columbia y autor de obras claves como Orientalismo, dio bajo el titulo de “Representaciones del intelectual.” Allí, Said reflexionó sobre el equilibrio que debe mantener el intelectual que quiere influir en lo público, incluso aquel comprometido con causas conflictivas como la suya: la liberación palestina. Este equilibrio, según Said, “no es una tarea fácil: el intelectual siempre se encuentra parado entre la soledad y la alineación.” Debe balancear por un lado la honestidad intelectual de no mentirse a sí mismo y a la sociedad; y, por otro, el intento de cambiar la sociedad en alianza con movimientos políticos que se basan, inexorablemente, sobre simplificaciones y medias verdades. Está claro que si surgiera un conflicto entre honestidad y militancia, entre soledad y alineamiento, Said optaría por lo primero. Ante la duda: “Nunca solidaridad antes de crítica, es la respuesta corta.”<!–more–>
 
En “La diferencia,” Carta Abierta traiciona ese equilibrio de por lo menos cuatro maneras. En primer lugar, al asumir un rol como propagandista de lo que denomino el kirchnerismo mesiánico. Queda claro que al kirchnerisimo no le alcanza con representar el voto coyuntural y cambiante de una democracia; se comporta como si encarnara la esencia del país. Puede multar a un economista que contradice las estadísticas oficiales porque supone que aquel no sólo contradice al gobierno sino que corrompe a la Nación. La Cámpora puede incursionar en los colegios ya que como cree que encarna a la Argentina misma, reconoce cada vez menos limites institucionales. Carta Abierta lleva esta lógica a su extensión final. Para el kirchnerismo mesiánico, ya no es el gobierno quien encarna al país, es una persona: Cristina, líder irreemplazable, es la salvadora y única garante que debe ser re-relecta para asegurar la continuidad del “modelo”.
 
Carta Abierta también traiciona la honestidad intelectual al publicitar una epopeya falsa. Escribe “Sabemos que para atacar al gobierno, se ataca la diferencia que encarna.” Esa diferencia, cabe notar, no pasa por lo económico ni lo social. Es cierto que en 2002 como resultado del default la pobreza era de 54% y hoy ronda el 20%. Pero el menemismo también heredó un país donde la pobreza rondaba el 50% producto de la hiperinflación de 1989, y para 1992 esa cifra ya era de 18%. Una visión objetiva reconocería que el trimestre anterior a que Kirchner asumiera la economía ya crecía al 13% anual y la inflación era de apenas 1%. El crecimiento acelerado de la última década fue en gran parte heredado, no se debió a inversión productiva sino a la recuperación de capacidad ociosa y al auge de los commodities. Casi toda América Latina creció y crece sin acumular problemas como la inflación, la falsificación de estadísticas, la falta de inversión y de competitividad. A pesar de la retórica nacionalista del gobierno, hoy las empresas multinacionales re-invierten menos ganancias que en los noventa y el número de hogares con acceso a red cloacal y gas de red prácticamente no cambio. El país creció, pero no se desarrolló. Tampoco podemos decir que la diferencia pasa por lo moral o lo institucional. La confusión entre gobierno y país atenta contra la libertad de pensamiento y la independencia de los poderes del Estado y la última década fue testigo de una serie de escándalos de corrupción que no hace falta enumerar.
 
La retorica maniquea del discurso de “La diferencia,” la división de la sociedad entre las fuerzas del bien y del mal, es un tercer ejemplo del abandono del equilibrio del intelectual. Para Carta Abierta: “Todo gobierno de raíz popular hoy está en riesgo y debe partir de esa premisa.” El gobierno kirchnerista, que ha concentrado poder como ningún otro desde 1983, se siente acosado por fuerzas oscuras que “encarnan una suerte de gobierno de las almas, donde se infunden las nociones fundamentales de miedo, el primitivismo justiciero del vengador (…) infundiendo un sentido de ciudadanía aterrorizada, dispuesta – frente al abismo conceptual que se les presenta – a darles sustento a ideologías de mano dura, securitistas, planes de ajuste, pedagogías del pánico; en suma, derechización de las sociedades.” Con ese maniqueísmo, que imagina una lucha contra un enemigo casi demoníaco, se comprende la necesidad de reformar la constitución para una re-relección. Para esta visión Cristina es el único bastión de resistencia ante el mal y todos los errores propios son justificables.
 
Finalmente, el análisis de “La diferencia” sobre la realidad latinoamericana carece de seriedad u honestidad. Carta Abierta escribe que “los gobiernos de Suramérica son navíos en la tormenta que asumen la responsabilidad de rediseñar las magnas normas para que coincidan con los procesos de transformación que suceden en varios países de la región viabilizando, en algunas de esas experiencias populares, la eventual continuidad democrática de liderazgos cuando estos aparecen como condición de esta inédita etapa regional.” No reconoce que la mayoría de los países de la región no comparte esta visión del mundo, ni nuestras políticas, ni nuestro ejemplo. Chile, Colombia y Perú han formado la Alianza del Pacífico, a la que recientemente pidió unirse como observador Uruguay. El Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica esta negociando un bloque que uniría a Chile, Perú y México con Australia, Nueva Zelandia, Singapur, Malasia, Vietnam, Canadá y el gran “enemigo”, EE.UU. Brasil, mientras tanto, negocia tratados bilaterales con México, firmó acuerdos estratégicos en educación, seguridad y ciencia y tecnología con EE.UU. y acuerdos militares con Francia y el Reino Unido. Es decir, buscan un desarrollo cualitativo en los escenarios que nosotros repudiamos.
 
Tampoco hay una visión “sudamericana” del contexto global, ni siquiera sobre temas como el de los derechos humanos. El “eje bolivariano” voto en contra de la resolución de la Asamblea General de la ONU en condena a las masacres de Siria, mientras que el resto de la región votó a favor. Ningún país salvo los “bolivarianos” modificó su constitución en busca de una nueva relección. De hecho, hay sólo cuatro países en el mundo con sistema presidencialista y relección indefinida: Venezuela, Argelia, Gambia y Surinam. Según Carta Abierta “El proceso de transformación en curso que en nuestro país reconfigura la nación es parte del fenómeno que recorre Suramérica.” No parece ser así.
 
En su primera conferencia sobre la “Representación de los Intelectuales”, Said discute La Trahison des Clercs de Julien Benda. Benda, formado intelectualmente durante el Caso Dreyfus y la Primera Guerra Mundial, anticipaba que surgirían gobiernos que buscarían “tener como sirvientes a intelectuales (…) para consolidar políticas, arrojar propaganda contra enemigos, idear eufemismos o, en mayor escala, sistemas enteros de ‘neolengua’ Orwelliana, para disfrazar la verdad de lo que estuviera ocurriendo en nombre de la necesidad institucional…” Al perder el equilibrio, esos sirvientes no pueden ser llamados intelectuales, abdican ese rol al convertirse en propagandistas del poder de turno. Por eso, “La diferencia” no es entre derecha o izquierda o entre kirchneristas y anti-kirchneristas—la diferencia real es aquella que divide la honestidad intelectual y la falsedad.

Fuente: Fundación Pensar