Image Image Image Image Image Image Image Image Image Image
Scroll to top

Top

jueves 8 de junio de 2006

Los que vivimos los setentas

La década de 1970 estuvo plagada de violencia desde el inicio hasta el final. Una violencia que sufrieron todos los argentinos por igual, sobre todo los que se quedaron en el país: la categoría de víctima no puede ser monopolio de los grupos radicalizados y sus desaparecidos, ni de los militares caídos y sus familiares.

Es interesante observar y escuchar a diario a quienes se apropiaron de la década del setenta. Parecería que solamente un pequeño grupo de personas ha vivido en aquellos años en el país. Lo primero que sacan a relucir como si fuera un título de nobleza es su condición de haber estado detenidos durante la dictadura o haber vivido en el exterior durante ese período. Sin ir más lejos, días atrás en un programa de televisión aparecía un sindicalista, al lado de cuyo nombre se aclaraba su condición de “ex preso político”.

No sólo se han apropiado de la “verdad histórica” de los setentas, sino que se han convertido en los “únicos mártires”, lo que a su vez les permite lucrar por medio de subsidios, resarcimientos, indemnizaciones o cualquier otro tipo de beneficio económico proveniente del Estado (léase: nuestros impuestos).

Aquellos que se han exiliado hablan de las penurias que debieron sufrir al tener que partir hacia un destino no deseado (París, México, Londres, Nueva York, entre otros). ¿Pero qué hay de aquellos que nos quedamos o que no tuvimos oportunidad de irnos? ¿Acaso no hemos sido las verdaderas víctimas de la década del setenta los que sin beberla ni comerla nos quedamos atrapados en el medio de una lucha fraticida entre personajes que encarnaban lo peor de la extrema derecha y de la extrema izquierda? ¿Se nos brindará algún tipo de compensación a los que transcurrimos nuestra niñez y adolescencia durante aquellos años?

No tuvimos nada que ver siendo niños o adolescentes, pero los que hoy superamos los 40 años sabemos que en la primera mitad de la década se hacía cada vez más difícil salir a jugar a la calle debido al alto grado de violencia terrorista, nuestros padres cada vez más nos cortaban la posibilidad de salir ante el peligro inminente de un atentado. Lógicamente, no se sabía por dónde iban a atacar los grupos guerrilleros ni sabíamos si nuestros vecinos serían víctimas de un atentado. La segunda mitad de la década no fue menos violenta: ya adolescentes continuamos sufriendo controles de nuestros padres o por parte del gobierno. La costumbre de llevar la cédula de identidad para ir a comprar el pan me llega de aquella época. La censura a revistas, libros, música o reuniones, también. El estado de sitio era para todos (no sólo para los perseguidos políticos).

No importó si fue durante gobiernos militares o civiles, la década del setenta estuvo plagada de violencia desde el inicio hasta el final. Y la misma la hemos sufrido todos los argentinos. No es monopolio de los grupos radicalizados y sus desaparecidos, ni de los militares caídos y sus familiares. ¿O acaso la catástrofe económica que acompañó a ese decenio no implicó también una violación de los derechos individuales? La feroz transferencia de recursos que se produjo en esos años nunca antes se había visto, del día a la noche el famoso “Rodrigazo” dejó a más de uno en bancarrota. La estatización de empresas, las devaluaciones, los controles de precios, la veda de carne, la restricción al tránsito vehicular (patente finalizada en par unos días e impar otros días), los bancos quebrados en forma fraudulenta y las crecientes tasas de inflación y desempleo fueron una constante. Sus consecuencias se hicieron sentir en toda la población. ¿Quién restituirá a los que perdieron todo en aquellos nefastos años? ¿O es que las compensaciones sólo alcanzan a algunos determinados argentinos?

Los “estúpidos imberbes” echados de la plaza por Perón (a la que volvieron la semana pasada, según el presidente) fueron parte de esa tragedia. Contribuyeron en gran medida al caos del gobierno elegido por el pueblo con el mayor porcentaje de votos de la historia. No respetaron esa legitimidad y no cejaron en su forma violenta de actuar. Curiosamente, todos los que fueron perseguidos y encarcelados hoy ocupan importantes cargos políticos. Sería interesante saber cómo es que ellos lograron escapar del genocidio.

El tema es que los que vinieron a salvar a la patria tampoco hicieron un buen trabajo desde el punto de vista social, político y económico. El Proceso de Reorganización Nacional quizás podría ser mejor conocido como “proceso de desorganización nacional”: el país quedó devastado después de casi siete años en el poder. Las cuentas no quedaron claras ni para adentro ni para afuera. Y luego del último de sus grandes errores, la Guerra de Malvinas, debieron retirarse con pena y sin gloria.

Lo que acabo de mencionar lo vivimos todos los argentinos, especialmente aquellos que nos quedamos en el país. Los que no tuvimos nada que ver con las luchas ideológicas ni el reparto del botín económico y político. Han sido diez años de terror. Las libertades de aquellos que empezábamos nuestras vidas adultas estaban condicionadas por el totalitario de turno, ya fuera éste seguidor de Mao o el Che, o se tratara de hombres con botas y gorra. Estimo que es hora de mirar hacia delante y dejar de adueñarse del sufrimiento por los años perdidos.

La inmensa mayoría de los ciudadanos perdimos cosas importantes en esos años y ya no tendremos recompensa por ello. Sólo sería importante que no se haga una discriminación positiva que beneficie solamente a un puñado de compatriotas por el solo hecho de esgrimir una ideología diferente. Ni que se nos quiera hacer creer que sólo un grupo (muy cercano hoy al gobierno) de “jóvenes idealistas” han sido las únicas víctimas de los años setentas. © www.economiaparatodos.com.ar



Alejandro Gómez es profesor de Historia.




Se autoriza la reproducción y difusión de todos los artículos siempre y cuando se cite la fuente de los mismos: Economía Para Todos (www.economiaparatodos.com.ar)