– El supuesto modelo progresista de Kirchner, en esencia un populismo de izquierda, lo que busca es salarios bajos en dólares para darle un insumo barato de producción a las empresas. Cuando lo ideal sería lo inverso, que el trabajo fuera un insumo más caro y que el país tuviera abundante capital, mucha inversión, para que subiera la ocupación y se redujera la pobreza.
– Es más sencillo aún. Acá lo que está pasando es que sobra trabajo y falta capital. Entonces, lo que pasa consecuentemente es que se hace más caro el capital que el trabajo. Esto significa una distribución de ingresos -que es el tema que ha venido estando en el tapete del debate en estos días- que es muy difícil que cambie. Es decir, en una economía donde el factor abundante es el trabajo, lo más probable es que la distribución del ingreso no favorezca al trabajo. Por lo cual a este modelo le va, cuando menos, a costar mucho resolver el principal problema que tiene que es la pobreza, que es en definitiva lo hace que la gente salga a la calle. Hay mucha gente pobre que lamentablemente necesita del asistencialismo estatal para sobrevivir. Y eso es utilizado políticamente desde hace muchísimos años en la Argentina.
– Funciona de este modo: sacamos a la gente pobre a la calle para que me apoye y hago lo que se me da la gana, siempre y cuando tenga más tropa que el otro.
– Exacto. Y este es un modelo que genera esas condiciones de pobreza extrema donde la única forma de resolverla o paliarla, de alguna manera, termina siendo a través del gasto compensantorio que viene del Estado argentino.
– Lo que usted está describiendo es una política económica populista que no pone el acento en la inversión sino en la redistribución de la renta. Pero todo ese mecanismo requiere de financiamiento y eso se logra a través del impuestazo o a través -aunque es muy difícil de medir- del consumo del stock de capital. Creo que buena parte de la política económica actual se está financiando de esta última forma. ¿Usted qué piensa?
– Estoy de acuerdo. Yo creo que el gran problema es ése. Cuando juzgamos la magnitud de la inversión, los economistas usualmente buscamos algún método para hacerlo. Y el más fácil es tomar a la inversión, que es un flujo, dividirlo por el PBI, que es otro flujo, y decir que la inversión es de, por ejemplo, 20 puntos del producto, que es más o menos en los valores que estamos hoy. Y entonces se compara con el pasado y se evalúa. La Argentina está invirtiendo en promedio lo mismo que venía invirtiendo en los últimos 30 años. Por lo tanto, desde esta perspectiva, no estamos tan mal. Ahora bien, esa inversión es un flujo que se adiciona al stock de capital, o sea, la suma de los flujos da un stock. Cuando uno mira cómo es la evolución de eso hoy y lo compara con la evolución del empleo, es cuando aparecen los malos números. El empleo aumenta mucho más rápido de lo que está aumentando el stock de capital, con lo cual cada trabajador que se adiciona a la economía, al sistema productivo, recibe una cuota de capital menor que el trabajador anterior. Eso son bajos salarios. Punto. No hay mucho más para decir.
– ¿La tasa de crecimiento de la inversión es menor a la tasa de crecimiento de la gente que se incorpora al mercado laboral?
– La tasa de crecimiento del stock de capital, es decir, la máquina que se le está dando, de alguna medida, al nuevo obrero que se ocupa es menor que la que tenía antes el obrero anterior. Entonces, es muy difícil generar así niveles de productividad que acepten buenos salarios. ¿Cómo se hace, en estas condiciones, para ser productivo y al mismo tiempo pagar salarios altos?
– Figurativamente, es como decir: a cada uno antes le tocaba un pico y una pala, ahora al que viene le puedo dar sólo una pala y el que llegue después, tal vez, tendrá que cavar con la mano.
– Correcto. Si hoy uno mira los niveles de productividad, sobre todo en el sector industrial que es donde se mide más fácilmente y donde hay estadísticas, se observa que han venido cayendo sistemáticamente. Lo que también explica, por otra parte, por qué cualquier presión por el lado de los costos, sea salario, sea energía, sea lo que fuere, tiene mayor probabilidad de traducirse en un aumento de precios, por transición.
– El problema es que este mecanismo permite financiar por un buen tiempo esta fiesta.
– Yo pienso que éste es un modelo que tiende a durar. Creo que hay una parte de la experiencia de los 80 que el populismo de Latinoamérica ha aprendido y lo lleva en la sangre, de alguna manera. Y es la necesidad de no violar la restricción presupuestaria. Por lo menos, no con la magnitud, la intensidad y la velocidad con la que se lo hacía antes. Entonces, el populismo latinoamericano se define por su falta de apego a la restricción presupuestaria y por su falta de apego por el mercado en general. Me parece que en los 70 y en los 80 fue tan notoria la falta de apego por la restricción presupuestaria que fue así como se terminaba en crisis de la deuda o en crisis inflacionaria.
– O ambas, Alfonsín tuvo de las dos.
– Tiene razón, de ambas al mismo tiempo también. Al no respetar los límites de presupuestos, o emitían deuda o emitían pesos y el modelo colapsaba. Y no se respetaban tampoco los mercados. Me parece que la primera parte de la lección se aprendió. Creo que hay un poco más de respeto a esos límites hoy. Tal vez sea una cuestión más circunstancial que otra cosa y no se esté llevando en la sangre lo aprendido, pero la situación nos lleva a tener un resultado fiscal que no viola la restricción presupuestaria y, por lo tanto, hace más duradero el proceso, a pesar de que se viole el ABC de cualquier economía de mercado.
– ¿La política monetaria actual no es tan desprolija como era la de los 70 u 80? Porque cuando uno mira la cantidad de plata que se inyecta en el mercado para sostener esta estructura y este tipo de cambio frente a la emisión de bonos para recuperar ese dinero, se da cuenta de que esta película ya la vivimos tantas veces que hasta podríamos predecir cómo va a terminar.
– Acuerdo con usted. Es así. Sin embargo, a lo que me refiero es que hoy hay un comportamiento fiscal distinto al de antes, que hace que nosotros, a la hora de formar nuestras propias expectativas, aun con una mala política monetaria, aun con este intervencionismo estatal que hasta asusta y demás, nos lleva a decir: “esto dura un poco más”.
– O sea, vamos derecho contra el iceberg, no estamos corrigiendo el rumbo, pero tiramos un ancla, que en este caso es el ancla fiscal, que permite ir a menor cantidad de nudos hacia el destino final. ¿Algo así sería nuestro panorama?
– Hablo cotidianamente con economistas, empresarios y banqueros. Y la pregunta recurrente es: ¿cuánto dura el ancla fiscal? ¿Cuánto dura esta política de compensar y darle a aquel que en el momento necesita? Esto lleva en algún momento, casi inevitablemente, a erosionar tanto el superávit fiscal de manera tal que o caemos en una crisis de emisión o en una crisis de deuda.
– ¿Usted no vislumbra un conflicto fuerte por el lado salarial?
– Yo tenía la sensación de que el 2006 iba a ser un año complicado por el lado de los reclamos salariales. De hecho, el 2005 lo fue y los salarios en el sector informal de la economía aumentaron, en promedio, más que los precios. O sea que ya tuvimos un año de recomposición salarial. Yo hubiera dicho que este también lo sería, pero me parece que, finalmente, los índices de precios que han sido bastante bien controlados por el gobierno -aunque no así la inflación- creo que han aminorado un poco las expectativas de recomposición salarial y van a surgir presiones un poco más moderadas de las que yo avisoraba con un índice de precios de 4 o 5 puntos.
– Esta semana se juntaron los dirigentes de la CGT. Y ahí está apareciendo una especie de cortocircuito, porque Moyano puede conformar por un tiempo a todos, pero las bases parecen no estar tan contentas.
– Creo que hay reclamos que están superando la dirigencia sindical tradicional pero, por otro lado, también creo que no nos tenemos que acostumbrar a que el 1% de inflación mensual o que 10% de un reclamo salarial nos suene lógico. © www.economiaparatodos.com.ar |