Macri debe explicar urgentemente su plan de estabilización
La persistencia de la inflación, la desocupación, la ausencia de inversiones y el incremento de la pobreza son las mayores causas de perplejidad por la política económica de Mauricio Macri.
En una parte significativa de la población, ese desconcierto se traduce en rebelión social, agravada e inducida por el resentimiento de los integrantes del anterior gobierno, que ahora están acusados –morosamente- de una deleznable corrupción.
Esos agitadores pretenden defenderse de la justicia con proclamas rencorosas incitando a las masas con el eslogan de que las diferencias entre ricos y pobres se están incrementando.
Ello enciende el ánimo de mucha gente humilde que pasa por graves penurias y que al no recibir explicaciones oficiales, sale a la calle para manifestar su protesta.
El gobierno tendría que prestar atención a esta escalada de descontento popular, porque sus exteriorizaciones lograrán neutralizar el efecto positivo que pudiese alcanzar una gestión eficiente y bien intencionada.
GABINETE AFECTADO DE PRAGMATISMO.
En forma paralela a este estado de ánimo de parte de la sociedad, la gestión de gobierno está dominada por el empirismo o pragmatismo, que le imponen tapar agujeros corriendo detrás de los acontecimientos.
Dicha manera de concebir la gestión del Estado, es consecuencia de la existencia de 22 ministerios. Pero también es el resultado de querer seguir dirigiendo un Estado desmesurado, sin proporciones ni medida, insostenible y repleto de organismos inútiles.
Según datos publicados por el Diario La Nación, en el año 2003, cuando asumió el anterior gobierno, el Estado ocupaba 2.100.000 funcionarios y el sistema jubilatorio estatal registraba a 3 millones, mientras que los beneficiarios de planes sociales eran menos de 1 millón: en total 6 millones de personas financiadas con los aportes de 7 millones de cotizantes.
Pasados 12 años del gobierno del matrimonio Kirchner, ahora tenemos 4.100.000 empleados públicos, 7,5 millones de jubilados y pensionados y 8 millones de beneficiarios con planes sociales: en total 19,6 millones de personas a cargo del Estado que son bancadas por 8,5 millones de trabajadores privados.
Es decir que cada trabajador productivo -registrado en blanco- debe sostener a otros 2,3 individuos. Con tal panorama, es imposible de toda probabilidad administrar este monstruoso aparato estatal sin condenar al país al aniquilamiento de cualquier posibilidad de progreso.
Pretender hacerlo es el grave pecado original del gobierno que preside Mauricio Macri.
Si alguien pudiese dibujar el organigrama real del Estado argentino encontraría una maraña de malezas, intrigas y matorrales de funciones, objetivos, tareas, procedimientos, controles y trámites imposibles de desentrañar como en la más intrincada selva tropical.
FALTA UNA VISION COMÚN
Tantos ministerios, conducidos por fuertes personalidades individuales, carecen de enfoque común.
Como lo ha confesado el propio ministro de Hacienda, cada uno de ellos tiene distintas visiones y diferentes maneras de considerar los asuntos y problemas que enfrentan a diario.
Pero, además y en su anterior vida privada, han tenido distintas experiencias prácticas y se fueron adiestrando para resolver problema por problema según el método de casos, típico de la escuela de negocios de Harvard.
Precisamente este método de casos prescinde de toda consideración teórica y se concentra en cada problema particular para aplicar una solución específica adaptada a las circunstancias reales de cada caso.
Entonces dan la impresión de desarmonía y desorganización, con lo cual desvían hacia la figura del presidente la hercúlea tarea de coordinarlos y controlarlos. Lo cual es un imposible, como lo demostró el lituano Vitautas Graicunas en su célebre “ley sobre el mando y subordinados para la gestión de procesos productivos”.
Demasiados ministros con diferentes visiones originan nuevos y mayores problemas que antes no existían. Así la marcha del gobierno está plagada por decisiones parciales e improvisadas, seguidas por rectificaciones bochornosas que resultan del exceso de pragmatismo y la carencia de una visión común.
IMPORTANCIA DE LA TEORIA
La mente humana, con mayor razón la de un gobernante, no puede abarcar la inmensa complejidad que le presenta la realidad porque la desborda y le impide obrar con coherencia. Por eso debe recurrir a un ingenioso procedimiento para percibirla y hacerla inteligible con el fin de tomar decisiones consistentes que ayuden a recuperar el orden perdido.
Consiste en simplificar la realidad creando un esquema que la sintetice, unifique el saber positivo de un modo racional, agrupe sus características, capte su esencia y le permita razonar bajo condiciones de máxima verosimilitud.
Ese esquema mental se llama Teoría y no es una cuestión menor sino fundamental para conocer y dominar los criterios y las leyes que relacionan a los fenómenos sociales, económicos y políticos entre sí, con el fin de entenderlos y darles adecuada solución.
Los antiguos griegos desde Sócrates en adelante, conocían ese recurso mental de la Teoría y diferenciaban el conocimiento pragmático o sensible del conocimiento abstracto o intelectual. Posteriormente Platón siguiendo a Parménides enseñó que existían dos vías para el conocimiento: la Doxa o vía de la opinión engañosa y el Episteme o vía de la razón científica.
Si en estas graves circunstancias, el gobierno actúa en base a la mera opinión pragmático de las cosas, es decir basándose en el cúmulo de números, datos y estadísticas, es casi seguro que no alcanzará a entender lo que le está ocurriendo. En forma imperiosa necesita disponer de un conocimiento intelectual integrado en una teoría o doctrina o escuela de pensamiento. Sólo así le será posible hacer entrar la realidad en la mente de sus 22 ministros para que los datos empíricos o pragmáticos se conviertan en conocimiento científico.
Poseer y comprender una teoría, doctrina o escuela de pensamiento común, es el único medio que dispone cualquier grupo humano dispuesto a gobernar para coordinarse entre sí, obrar de manera coherente y adoptar decisiones lógicas y consistentes en distintos campos de acción.
Siempre y en todos los casos prácticos, la teoría se debe plasmar en un Plan global o Plan de Estabilización o Plan de saneamiento y ello no tiene nada que ver con el relato mentiroso del anterior gobierno.
En el mundo actual no hay muchas doctrinas económicas para elegir: el neosocialismo de mercado, la escuela Keynesiana, la escuela monetaria de Chicago, la escuela del Public choice, la escuela Austríaca y escuela de Friburgo del orden social de la competencia.
El gabinete del presidente Macri da la impresión de carecer de una doctrina común, parece no estar adscripto a ninguna teoría económica y simula no saber cuál es el sistema económico que pretende implantar con su tarea de administrar el Estado.
Para resolver la crítica situación que lo acosa, el gobierno de Mauricio Macri debe optar por una de estas doctrinas económicas y presentar un Plan global de Estabilización coherente. Así el pueblo entenderá qué quiere hacer, adónde vamos y cómo puede colaborar en ese emprendimiento común para sacar el país adelante.
NECESIDAD DE EXPLICACIÓN
Si todo esto se une a una marcada incapacidad para explicar las medidas adoptadas y la obstinación de mantenerlas en secreto, se produce el indeseado efecto de que la población no puede adherir a cosas que desconoce y que ninguno le explica. Nadie sabe si son las mejores soluciones posibles porque no las conocen ni se escuchan otras propuestas alternativas.
El resultado de la falta de explicación no es otro que una sensación de improvisación seguida por la inestabilidad de marchas y contramarchas.
Si este problema no se resuelve pronto, el orden social de Argentina corre el grave peligro de desintegrarse. Porque las fuerzas que están al acecho son pérfidas, carecen de escrúpulos morales y están forradas con multimillonarios recursos rapiñados durante los últimos doce años de gestión populista en el gobierno del matrimonio Kirchner.
Los 22 ministros de Mauricio Macri debieran comprender que no están administrando una ciudad, ni una estancia de cría de ganado de raza, ni tampoco una mediana sucursal o gran empresa multinacional. Es mucho más que eso. Se trata de una nación, con un pueblo que ocupa el mismo territorio, imbuido por una larga historia de fracasos, pero con diferentes aspiraciones y ahora sin una conciencia moral común a pesar de hablar el mismo idioma. El tema es demasiado relevante como para ignorarlo pero la tarea es un desafío al espíritu de grandeza y la generosidad personal para poder trascender en la historia.