¿Macri quiere cambiar o conservar el Estado populista?
Quienes, con esperanza, votaron a este gobierno y lo siguen apoyando para no regresar a las pesadillas del pasado, sienten la desazón y angustia de pensar que pueda trastabillar.
Pero cada día que pasa es más evidente que el gobierno está organizado sobre bases inadecuadas. No puede gobernar con un desproporcionado gabinete de 23 ministros y un sinnúmero de coordinadores que se interfieren entre sí, impidiendo la unidad de mando, entorpeciendo la delegación de la autoridad presidencial, alentando el desmembramiento del equipo y complicando la eficacia de una gestión unitaria como consecuencia de embrollos internos.
Por eso tantos errores, demasiadas excusas, múltiples improvisaciones, frecuentes rectificaciones, reiteradas idas y vueltas.
En este contexto inmanejable, el poder ejecutivo funciona como un conjunto activo de múltiples operadores, sin autonomía propia y carente de un plan de acción común. Descansan en la responsabilidad solitaria de una única persona: Mauricio Macri. De este modo es imposible el surgimiento de un liderazgo firme y ejemplar por parte del presidente de la nación para que la sociedad pueda acompañarle con el fin de superar las contingencias adversas. El lugar del liderazgo aparece sustituido por una permanente actitud dubitativa que parece estar pidiendo disculpas.
El gobierno de Mauricio Macri ha partido de dos ideas equivocadas. Una, la de pensar que se puede gobernar apelando al entusiasmo ciego, la confianza ilimitada y el apoyo incondicional, pero “menospreciando el juicio crítico porque es negativo”. La otra, que es posible dejar de lado las explicaciones racionales acerca de qué pretenden hacer, adónde van y cómo irán actuando.
Es posible que ciertos asesores en la sombra, hayan convencido al gobierno que debe zambullirse -de manera irracional- en el frenesí de la acción por la acción misma, creyendo que con la mera gestión de un buen equipo de ejecutivos puede administrarse el Estado desmesurado, contrahecho y carente de personalidad, diseñado como un mamarracho por el populismo corrupto de las últimas décadas.
El peligro de esta posición nihilista y puritana, consiste en no advertir que, previamente a delegar tareas en un núcleo de ejecutivos confiables y honestos, para administrar los entresijos de un monstruo diluviano, el gobierno tiene la imperiosa necesidad de quitar la suciedad acumulada, construir algo fijo y estable y dar esplendor a una nueva organización que reemplace el viejo desquicio populista.
Esto es mucho más importante que encomendar al meritorio ministro de Hacienda el anuncio de las metas del déficit primario como porcentaje del PBI, de encarar cambios metodológicos para disimular el déficit generado por el pago de intereses y el ocultamiento del déficit adicional generado por pródigos gobiernos provinciales y municipales.
Todo esto no son más que artificios manejables sólo cuando se encara una profunda reforma del Estado en sus tres lados equiláteros: el poder ejecutivo, el poder judicial y el poder legislativo.
No son muchos los campos en los que el gobierno debiera concentrar su atención, pero son tan tremendos e importantes porque en ellos está enquistada la feroz resistencia al cambio de una plutocracia de privilegiados que viven del esfuerzo ajeno. En los repliegues de esos campos están escondidas las razones y causas de nuestra secular decadencia.
1°. Un nuevo régimen laboral de colaboración y disciplina entre trabajadores y empresarios en lugar del conflicto social instaurado hace 70 años con el señuelo de la justicia social.
2°. Un sistema impositivo, con límites precisos de presión fiscal individual, que no sirva para paralizar el esfuerzo privado ni para destruir la iniciativa personal.
3°. La austeridad en la gestión del presupuesto público y la decencia en la ejecución de las obras públicas, sin caer en la sutil pero pérfida distinción de encubrir el gasto con falsas inversiones.
4°. Un sistema escolar descentralizado y administrado íntegramente por los propios docentes, autónomo de la política, apto para enseñar a pensar, aprender conocimientos fundamentales de las ciencias duras, comprender los textos de lectura y expresarse con claridad y elegancia,
5°. La estabilidad de precios con libre acceso a mercados abiertos, sin fraudes, violencias ni engaños.
6°. Una moneda de libre uso, sana y convertible.
7°. La libertad de que cada uno pueda elegir el sistema individual o colectivo que prefiera para la previsión de su salud y protección de la vejez,
8°. Una institución policial bien equipada, con armamento moderno, dotada de una doctrina policial conocida y aprobada por todos, encargada de velar por el orden público y la seguridad de la vida individual y el patrimonio de todos los ciudadanos.
Todas las otras preocupaciones políticas, vienen después porque son meras añadiduras: como las obras públicas antes de las elecciones, los subsidios para financiar acuerdos clientelares, los festivales artísticos usados como propaganda política, la flota presidencial con lujos ostentosos, las pautas publicitarias para conseguir benevolencia de los periodistas, el control aduanero de objetos personales por viajeros nacionales, la protección aduanera a industrias artificiales que no resisten la competencia internacional o la coparticipación de impuestos para el financiamiento de campañas políticas en las provincias.
Si Mauricio Macri se decide a un cambio de esta naturaleza, conseguirá despertar el entusiasmo racional y el apoyo desinteresado de muchos argentinos, incluso de peronistas vergonzantes y arrepentidos, que sólo esperan una convocatoria sensata y moral para volver a creer y empezar a crecer.
Es posible que después del exitoso viaje al reino de España, Mauricio Macri intente realizar algo parecido. Porque en una larga mesa del Nuevo Club de Madrid, José María Aznar dialogando con los referentes argentinos, les afirmó: “El mundo mira a la Argentina con esperanza (…) Macri no debe preocuparse tanto de si sus medidas son gradualistas o de shock (…) Tiene que “ejercer el liderazgo para que el país le siga con la lengua afuera» (…) El “liderazgo ejemplar es lo que necesita cuando se debe provocar un gran cambio” (…). También Aznar admitió la gravedad de la situación económica argentina y señaló que Mauricio Macri debiera asumir un rol de líder fuerte y ejemplar “en una región que salió del populismo cuando el resto de las naciones desarrolladas entran, paradójicamente, en el mismo populismo”.
En este sentido, dijo que le aconsejará al presidente argentino «hacer de la política internacional parte de su política doméstica», indicando finalmente: «En mi gobierno, el euro era un agente internacional, pero absolutamente determinante de lo doméstico».
Hacemos votos para que los mensajes recibidos por el presidente Macri en España, logren neutralizar perniciosos consejos de consultores locales y que revestido de un nuevo coraje decida dar la batalla del Cambio para que nunca más retorne el populismo corrupto.