– ¿Cómo está?
– Bien, aunque he conocido tiempos mejores. ¿Sabe qué tiene de malo este tiempo? Que hay algo que es básico: los periodistas no tenemos que ser noticia. Los periodistas somos un nexo entre la noticia y la gente. En el momento en que un periodista pasa a ser noticia el tiempo es malo.
– Significa que está pasando algo grave.
– Exactamente.
– Cuéntenos qué fue lo que pasó en su casa.
– El domingo 9 de octubre, en el horario en que yo normalmente vuelvo a mi casa desde P+E cuando termino de hacer mi programa “La caja de pandora”, ingresaron al hall del edificio ocho, le repito e insisto: ocho individuos armados. Tenían alrededor de 40 años y pelo muy, muy cortito. Yo en ese momento no estaba porque estaba afuera por el fin de semana largo. Pero imagínese que ocho personas con armas es un pequeño ejército. Estos hombres redujeron al encargado, al custodio de la noche que estaba pasando la guardia, a un matrimonio de propietarios que estaba entrando en ese instante y a otro señor que estaba llegando con su bolsita de compras. Todo realmente muy desagradable porque trompearon al custodio que terminó en el hospital Fernández, asustaron a la gente, los encañonaron, se llevaron lo que había ahí a mano que era una laptop y un reloj como para cobrarse la changa y se fueron con la amenaza de “no hagan la denuncia porque sabemos dónde viven”. La pregunta reiterada de estos hombres era: “¿dónde está la periodista?, ¿dónde vive la periodista?”. La verdad es que supongo que ellos sabían perfectamente bien en qué piso vivo.
– ¿Nunca trataron de llegar a su departamento para robar?
– No.
– El tema era dejar este mensaje de tipo mafioso de “ojo, que la estamos marcando”.
– Exacto. De hecho, en la comisaría la denuncia está como “atentado intimidatorio”. Así que eso está muy claro. No fue un intento de robo.
– ¿De dónde supone que viene esto?
– Eso no se lo puedo decir. No puedo asegurar de dónde viene. La comisaría se portó no bien, sino más que bien, y eso sí se lo puedo decir. Esta mañana el ministro del Interior, Aníbal Fernández, se comunicó a la radio donde yo trabajo por las mañanas, me llamó, accedió a salir al aire y me dijo que desde el lunes estaba buscando mi teléfono. La verdad es que es difícil entender que no lo haya conseguido antes, pero bueno…
– ¿Es fácil conseguir su teléfono?
– Le diré que sí. Es más, el comisario de la 17 consiguió el teléfono de mi casa de afuera, de fin de semana, y me llamó el domingo a la noche para avisarme lo que había pasado. Así que tan difícil no debe ser conseguir el de mi departamento.
– ¿Y usted me dice que el Ministro del Interior no pudo conseguir su teléfono?
– Parece que no. Bueno, eso dijo él al aire… A ver, yo no tengo pruebas para decirle quién fue que mandó a estos hombres y yo, por principio, no hablo si no tengo pruebas. Me considero seria en ese sentido. Ahora, eso no quita que pueda suponer quién fue, pero no lo puedo acusar públicamente. Lo que sí sé y de esto sí hago responsable al gobierno nacional –porque lo son- es de mi seguridad y de la de mi familia. Porque yo, como supongo que usted también y como todos los que estamos acá, pagamos impuestos y con esos impuestos sostenemos al gobierno nacional y a otros cuantos. Parte de esos impuestos van, o deberían ir, para seguridad. El hecho de que haya ocho personas a las nueve de la noche en un lugar de la Recoleta como Junín y Juncal, es de una gravedad monstruosa con respecto a la seguridad. Me parece inconcebible que haya un pequeño ejército armado en las calles, e insisto, no en Ciudad Oculta a las tres de la mañana, sino en Junín y Juncal a las nueve de la noche. De eso sí hago absolutamente responsable al gobierno de la Nación.
– ¿Por qué usted?
– Eso es algo que sigo sin entender. Creo que hay mucha gente crítica del gobierno en los medios y sin embargo… Bueno, en realidad, no mucha, pero la hay, así que no entiendo muy bien por qué yo. No soy Tinelli, ni Susana Giménez.
– Pero así como le ocurrió a usted, puede sucederle a otro. Y esto es una cuestión muy elemental. Porque esto provoca una situación de temor soslayado que es terrible.
– Sí, claro que es así.
– Yo no tengo las pruebas para asegurarlo, pero noto pánico para hablar en empresarios, en colegas economistas….
– En colegas periodistas también.
– Entonces, por más que el gobierno nacional no estuviera haciendo nada para generar este pánico, este ambiente no se genera solo. No le hemos dado el monopolio de la fuerza a alguien para que viole nuestros derechos o nos apriete porque pensamos distinto.
– Porque para eso se supone que vivimos en un estado democrático.
– Exacto. Y con esto yo no estoy diciendo que el gobierno esté haciendo algo para que sintamos miedo, pero tampoco está contribuyendo para que el ciudadano se sienta libre de decir lo que piensa. Y eso es grave.
– Totalmente. Y hay que pensar hasta qué punto es así, porque, en última instancia, por más que yo pueda sacarlos de quicio, cosa que admito puedo hacer sin lugar a duda, estoy apelando a mi derecho constitucional consagrado en el artículo 14 de expresar lo que yo pienso. Jamás me meto con la vida privada de la gente, no me meto con el físico, si es gordo, flaco, ancho, alto, bajo, rubio o negro, solamente me ocupo de mis opiniones sobre hechos políticos.
– Claro, de lo que piensa cada uno y de lo que usted piensa de ellos.
– Sí. Y estoy en mi santísimo derecho de hacerlo. Y pienso seguir respetando ese derecho a rajatabla porque es mío, le pese a quien le pese. Entonces, insisto: hago responsable al gobierno nacional por la seguridad de mi familia y por la mía.
– Yo creo que ése es un punto y no sólo en su caso, sino en general, la responsabilidad del gobierno es también la de crear un ambiente en el que la gente no tenga miedo de hablar.
– Pero no es lo que está sucediendo.
– Además, hoy por hoy, usted habrá escuchado a más de uno decir “qué pasará en la Argentina si ganan las elecciones” y esto no es un secreto. Lo mejor que podría hacer el gobierno para desmentir esto sería salir a crear un ambiente donde la gente no diga eso.
– Hace un mes, en un programa comentaba con otro periodista que teníamos miedo de que el 24 de octubre nos quedemos sin trabajo. A nosotros en esta elección nos va la supervivencia laboral. Yo lo siento así. Y no es bueno.
– A mí me ha pasado estar un restaurante comiendo, hacer un chiste y que alguno diga “no se te ocurra decir esto más fuerte, mirá si los de la mesa de allá son de la SIDE”. Hoy están todos perseguidos en la Argentina.
– Sí, pero lamentablemente, podrá ver que es fundado.
– Pero, entonces, no estamos en una democracia. Hemos perdido la democracia y la república.
– La república más que la democracia.
– Sí, la hemos perdido hace rato.
– Yo no sé si usted ha visto que en mi programa, desde que empezó, hay una cinta negra en señal de luto por la república. Yo no sé de economía, pero sí sé que en las tapas de los diarios va todo maravillosamente bien, pero a mí no me llega. Por lo pronto, este tipo de mensaje mafioso no es buena señal.
– Al parecer no hay sólo un Al Capone en la Argentina, como denuncian algunos, evidentemente hay más de uno.
– Sí, lamentablemente, la res pública se ha convertido en la cosa nostra. © www.economiaparatodos.com.ar |