Marcos Peña nos propone: «Síganme, no los voy a defraudar»
Es lamentable que el Jefe de Gabinete ahora venga con un discurso con el que divide a los argentinos entre optimistas y entusiastas y los que hacen le hacen mal a la Argentina porque piensan diferente.
Poco tiempo atrás el jefe de gabinete, Marcos Peña, afirmó que: “Hace rato en Argentina se piensa que ser crítico es ser inteligente. Nosotros creemos que ser entusiasta y optimista es ser inteligente. Y que el pensamiento crítico llevado al extremo le ha hecho mucho daño”.
La frase en sí parece inofensiva pero encierra varios errores conceptuales peligrosos para la libertad de expresión. En primer lugar, es falso que el pensamiento crítico, aún llevado al extremo, haga daño. En todo caso, el pensamiento crítico hacia el kirchnerismo ha sido bien extremo y eso evitó que cayésemos en el chavismo. A no confundirse, no fue Macri y su gente de gobierno quienes lograron frenar las aspiraciones autocráticas de Cristina Fernández. Fue el aporte de mucha gente durante 12 años (algunos nos bancamos 7 inspecciones de la AFIP por enfrentar al kirchnerismo) que contribuyó a generar conciencia sobre el gobierno corrupto, autoritario y fracasado que estábamos teniendo. En todo caso Macri fue uno participe más, pero no el único. La gente fue eligiendo electoralmente a diferentes personas para ir frenando al kirchnerimos. En 2013 optó por Massa para frenar las aspiraciones de reforma electoral y Cristina eterna. Pero luego la gente descartó a Massa y en 2015 optó por Macri para frenar la continuidad del kirchnerismo vía Scioli. Nadie tiene comprado el poder. Y tampoco estamos en épocas de estadistas que cautivan a la población con sus ideas de largo plazo. Cuando digo estadistas me refiero a hombres que han estudiado la economía y las instituciones y no actúan de acuerdo al resultado electoral de la próxima elección, sino que están mirando el crecimiento del largo plazo.
Pero volviendo al tema del pensamiento crítico, pareciera ser que a Marcos Peña le falta leer a John Stuart Mill cuando refiriéndose a la libertad de expresión afirma: “…la peculiaridad del mal que consiste en impedir la expresión de una opinión es que se comete un robo a la raza humana, a la posteridad tanto como a la generación actual; a aquellos que disienten de esa opinión, más todavía que a aquellos que participan en ella. Si la opinión es verdadera se les priva de la oportunidad de cambiar el error por la verdad; y si errónea, pierden lo que es un beneficio no menos importante: la más clara percepción y la impresión más viva de la verdad, producida por su colisión con el error.”
¿Qué nos dice Mill? Que si en el debate uno descubre que el otro tiene razón se priva a la sociedad de la oportunidad de cambiar el error por la verdad y si uno tiene razón puede confirmar que no estaba equivocado. En otras palabras, que otros piensen diferente a lo que hace el gobierno y tenga propuestas distintas para solucionar los problemas no debería ser descalificada como una forma de hacer daño, salvo, claro está, que se pretenda ser adulado tal como quería Cristina Fernández. Ser aplaudida por sus seguidores aun cuando cometía las injusticias más grandes y errores más groseros.
Al leer ese párrafo, pareciera ser que Marcos Peña nos estuviese diciendo: “con el entusiasmo y el optimismo se come, se cura y se educa”. O, al descalificar a quienes pensamos que hay que encarar los problemas de otra manera, la crítica para ellos sería el equivalente a Cristina Fernández cuando le decía a los que pensábamos diferente que: «Son la cadena nacional del miedo y del desánimo».
¿Acaso Macri no dijo en el Congreso: “es hora de dejar de compararnos con nuestras peores épocas. Levantémonos la vara y comparémonos con todo lo que podemos hacer. Ese es el desafío”. Justamente, cuando uno formula críticas sobre lo que se está haciendo es para levantar la vara y compararlo con lo que se puede hacer. Salvo que esas palabras no tengan validez y hayan sido solo una postura. Es decir: acepto la crítica pero al que me critica lo descalifico y lo echo del gobierno. No tiene cabida en nuestro proyecto el que piensa diferente, sería el mensaje del PRO.
En síntesis, el jefe de gabinete parece estar pidiendo para su jefe lo mismo que pedía Menem: síganme que no los voy a defraudar. Me parece patético que el pensamiento del Peña sea vender globos amarillos de optimismo y entusiasmo.
Sin duda Argentina heredó una situación muy delicada del kirchnerismo desde el punto de vista económico, pero lo más graves es que dividió a los argentinos entre ellos y nosotros. Es lamentable que el jefe de gabinete ahora venga con un discurso con el cual divide a los argentinos entre optimistas y entusiastas y los que hacen le hacen mal a la Argentina porque piensan diferente al gobierno y formulan otras propuestas para enfrentar la herencia k.