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lunes 17 de marzo de 2008

Moreno: el nuevo IPC de la Argentina

Las expectativas inflacionarias no se forman por el Índice de Precios al Consumidor sino por lo que la gente comprueba cuando va a comprar los bienes y servicios. Si estos aumentan todos al mismo tiempo, no hay sensación, hay inflación.

Según Julio Cobos, vicepresidente de la Nación, la inflación “es una sensación, igual que la inseguridad”. Para él, “siempre estará en la gente la sensación de inflación. Es como la inseguridad, uno puede disminuir los índices del delito, pero la sensación, como es acumulativa, seguirá estando”. Leo las declaraciones de Cobos y miro la factura de la prepaga que me acaba de llegar: el numerito más alto que tengo que pagar es, según el vicepresidente, una sensación, de manera que voy a pagarle a la prepaga el valor anterior porque no es cuestión de pagar de más por tener sensaciones.

Este mismo criterio debería seguir la gente cuando va al supermercado. Si en el ticket parece que las papas tienen un precio más alto, debería pagarse el precio anterior para no pagar de más por una cuestión de sensaciones. ¡Qué bueno que sería si los productores le pagaran al Estado las retenciones sobre los precios de la soja al valor de 2001, dado que el aumento de precio también debe ser una sensación! O, mejor aún, cuando las empresas liquiden sus impuestos a las ganancias, deberían tomar los precios de facturación de 2006, porque los precios de facturación de 2007 son una sensación según el vicepresidente. Por lo tanto, la recaudación sería menor por ganancias, por el impuesto al cheque y por el IVA, pero el Estado no tendría que preocuparse porque los menores ingresos fiscales –según Cobos– serían una sensación.

No menos curiosas fueron las declaraciones del Jefe de Gabinete, Alberto Fernández, cuando dijo que “en materia de inflación, la Argentina es un alcohólico recuperado”. Me parece que Fernández se equivoca. Argentina, mal que le pese, se había recuperado de la adicción a la inflación y el gobierno de los Kirchner la llevó nuevamente al vicio.

Claro, como es costumbre en este Gobierno, siempre quieren echarle la culpa a otro por los líos que arman ellos, por eso dijo Fernández que “evidentemente se ventila la idea de un proceso inflacionario que hace que muchos ante la expectativa se prevengan". Si los medios de comunicación o los economistas dijésemos que hay una inflación del 20% y no fuera verdad, nadie nos prestaría atención. Perderíamos toda credibilidad al contar una realidad que no es tal. Pero resulta que la gente va al supermercado, paga la obra social, paga los colegios, compra ropa y muchos tienen que comer fuera de su hogar al mediodía. Esos millones de personas que, a diario, padecen la desvalorización de la moneda y el menor poder adquisitivo de su salario sabe que los datos del INDEC no son ciertos y, por lo tanto, no solo el gobierno no evita que aumenten las expectativas inflacionarias sino que quienes han perdido toda credibilidad en materia inflacionaria no somos los economistas ni los medios, sino el gobierno. Este es el principal problema que tiene que afrontar hoy las autoridades, porque cuando en Argentina los procesos inflacionarios se agudizan, los gobiernos pierden poder y no hay caja que alcance si la gente ve como se derrite su salario.

El problema que tienen en el gobierno es que creen que si le mienten a la gente con el IPC las expectativas inflacionarias no existen. Es como si un médico le tomara la fiebre a un enfermo, comprobara que tiene 42 grados de temperatura, y el galeno, para que el enfermo se cure, le dijera que no tiene fiebre.

Las expectativas inflacionarias no se forman por el Índice de Precios al Consumidor, se forman por lo que la gente comprueba cuando va a comprar los bienes y servicios. Y si estos aumentan todos al mismo tiempo, no hay sensación, hay inflación.

De todas maneras, la mejor prueba de que la inflación se ha disparado es el protagonismo que tiene el secretario Moreno. Si tan activo está el secretario controlando costos, utilidades, prohibiendo importaciones y utilizando una nueva ley de abastecimiento propia del fascismo, quiere decir que el problema inflacionario es cada vez más agudo. Podríamos decir que hay una correlación directa entre el aumento de la inflación y las medidas cada vez más intervencionistas que adopta el secretario Moreno. Esto es muy fácil, dado que el IPC no es creíble, la gente tiene que orientarse en materia inflacionario viendo cuánto trabaja Moreno y qué medidas adopta. A mayor trabajo y medidas intervencionistas de Moreno quiere decir que la inflación está aumentando. El indicador inflacionario pasa a ser los dislates económicos de Moreno.

Reconozcamos que lo que estamos viendo hoy en materia inflacionaria no es todo el problema. El verdadero problema es lo que viene. Es decir, el aumento de la inflación que hay que esperar por efecto de la política económica. Para que la inflación se calme, el BCRA debería adoptar una política monetaria mucho más disciplinada. El drama es que para ello debería cambiar la política cambiaria. Y para cambiar la política cambiaria, el Estado debería conformarse con menos ingresos tributarios y dejar de subordinar la política económica a las necesidades políticas del gobierno. Esto quiere decir que para evitar un desborde inflacionario mayor Kirchner debería dejar de ser kirchnerista. Y como eso no va a ocurrir, el único activo político que tenía el gobierno, que era una economía moviéndose, va a perder fuerza ante el aumento de la inflación que, inevitablemente, tiene que contraer el consumo por caída del salario real u optar por seguir en esta carrera precios y salarios hasta que, en poco tiempo más, se agregue el dólar, el cual ya luce barato y empieza a ser un dolor de cabeza para los que ven en un dólar alto todas las soluciones a los problemas económicos argentinos.

En síntesis, como Kirchner no va a dejar de ser kirchnerista, Moreno va a tener cada vez más trabajo y nuestro nuevo IPC será el intervencionismo en la economía y el protagonismo del secretario. © www.economiaparatodos.com.ar

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