Necesidad de acuerdos permanentes
Las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) del próximo 11 de agosto han generado una importante cantidad de acuerdos de partidos y dirigentes –aunque no todos los necesarios- que quedaron inscriptos el pasado miércoles 12 de junio.
Las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) del próximo 11 de agosto han generado una importante cantidad de acuerdos de partidos y dirigentes –aunque no todos los necesarios- que quedaron inscriptos el pasado miércoles 12 de junio.
Es elogiable la unidad de dirigentes opositores, atento a que el Gobierno presentará un frente unificado. Pero son decepcionantes algunas declaraciones de varios de estos mismos dirigentes, indicando que el acuerdo tiene como único objetivo las elecciones del 27 de octubre. El decepcionante mensaje dice: “vamos juntos solo para vencer a Cristina pero jamás aceptaré a estos socios como permanentes, ellos son mis límites”.
Esta vinculación de algunos dirigentes con una pseudo ideología y supuestos principios los saca de la realidad y los mantiene en un limbo de supuestos ideales que tienen tanto que ver con la realidad como la de aquellos que combaten.
Dos ejemplos, sobre efectivas realidades políticas. Uno por la izquierda, otro por la derecha.
Después del general Pinochet, en Chile gobernó la llamada Concertación formada por dirigentes que venían de distintos partidos de izquierda y centro izquierda. Esta Concertación consagró cuatro presidentes durante 20 años, entre 1990 y 2010, y tuvo su primera victoria en el Plebiscito por el Sí en 1988 que obligo a Pinochet a llamar a elecciones en 1990. Fueron electos por la Concertación, en sucesivos períodos de cuatro años, Patricio Aylwin (Demócrata Cristiana), Eduardo Frei (Demócrata Cristiano), Ricardo Lagos (Partido por la Democracia) y Michelle Bachelet (Socialista). Las diferencias ideológicas no les impidió compartir la oposición, primero, y gobierno, después, a líderes enrolados en la Social Democracia, Socialismo Democrático, Democracia Cristiana, Progresismo, Socio Liberalismo, Humanismo Cristiano y Social Cristianismo.
El otro caso es el del Partido Popular (PP) en España. Agrupa casi todas las fuerzas de derecha y centro derecha, pero el proceso que consagró en 1989 su nombre actual –bajo la conducción de José María Aznar– no apareció de un día para otro. Reunió desde antiguos funcionarios de Franco que giraron hacia la democracia, como Manuel Fraga que había fundado Alianza Popular en 1976, hasta el Partido Liberal y la mayoría de los cuadros de la Democracia Cristiana, que habían luchado contra Franco. También se incorporó la Unión del Centro Democrático (UCD) de la mano de Adolfo Suárez. Entre todos manejaron el proceso de la transición del franquismo a la democracia –incluido los Pactos de la Moncloa- y gobernaron España entre 1977 y 1982.
Los Pactos de la Moncloa –tan citados como poco leídos- llevan la firma, entre otros, de Felipe González que luchó en la clandestinidad bajo el nombre de guerra de Isidoro, sumado al comunista Ramón Carrillo, vuelto de su exilio en Moscú y, por supuesto, el Presidente del Gobierno Adolfo Suárez, quien había sido Director de Radio y Televisión Española durante el gobierno de Franco.
Ni en los ejemplos chilenos y españoles sus dirigentes tuvieron “límites” para reunirse entre perseguidos por Pinochet y Franco y ex funcionarios de aquellas dictaduras. Son, en ambos casos, el resultado de un acto de inteligencia: el futuro era más importante que el pasado y la democracia recuperada el punto de reunión de todos ellos. El argumento anterior no es de izquierda ni de derecha. Pertenece al equipo de la política adonde hoy juegan Dilma Rousseff, Pepe Mújica, Piñeira y Bachelet.
Repetir los errores del pasado, con un acuerdo solo para oponerse a Cristina, es seguir repitiendo los mismos errores que condujeron al actual y gigantesco desprestigio de la dirigencia política.
Recorriendo las declaraciones de estos días asombra la preeminencia de los nombres y las historias de los candidatos. Son muy pocos los que hablan de “las cosas”: se terreno común –distinto- que unió a la Concertación chilena y el PP español. O sea, entre nosotros, seguridad, inflación, tamaño del Estado y sus empresas, diálogo, inserción en el mundo o libertad de prensa.
Octubre será una elección más compleja de lo que habíamos supuesto.
Fuente: www.cartapolitica.org