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lunes 30 de agosto de 2010

Ni Bradbury, ni Asimov, ni Poe… ¡Kirchner y Moreno, los artifices del guión!

Hasta hace unos años habíamos adquirido cierta noción de la historia, ahora todo está revuelto y los personajes han sido cambiados.

“Si de mí dependiera elegir entre un gobierno
sin prensa o prensa sin gobierno,
no dudaría un instante en elegir esto último.”
Thomas Jefferson

Los acontecimientos vividos en la última semana son de una complejidad extrema, razón por la cual ameritan analizarse desde diferentes ópticas si se quiere lograr una aproximación medianamente certera a sus causas y consecuencias. Tiempo y espacio, sin embargo, son tiranos, y no hay manera de desmentir la sentencia que nos confina a vivir sin comprender demasiado qué pasa y nos pasa mientras tanto.

“La gente lee cada vez menos”. ¿Cómo defendernos ante ello? De alguna forma, esa realidad explica por sí misma por qué pueden darse ciertos acontecimientos sin que haya reacción en el pueblo. Si a una novela se le quitan capítulos enteros, difícilmente se entenderá el argumento.

Si cambian protagonistas en forma repentina y el guionista modifica caprichosamente la letra, la trama queda incompleta y el espectador, insatisfecho, especulando qué es lo que pudo haber pasado. El vacío de la duda se llena con rumores, leyendas y deducciones casi siempre abyectas, hasta que el hartazgo hace que dejemos de lado el teleteatro.

Pues bien, esto es lo que nos sucede a los argentinos. Nos falta la ilación de los hechos, nos quitaron capítulos enteros. Hasta hace unos años habíamos adquirido cierta noción de la historia, un pasado turbio con heridas duras pero, en mayor o en menor medida, cicatrizadas por el tiempo y el devenir natural del crecimiento.

Las comparaciones son odiosas, pero si miramos a Europa, la Argentina no supo de grandes triunfos ni de grandes derrotas. No fue blanco ni negro. Lo mismo pasó con su pueblo. Teníamos una idea de quiénes fueron los próceres y quiénes los detractores, podíamos congeniar con alguna ideología, etc. Hoy todo ello es utopía porque se ha mezclado lo bueno y lo malo como en una receta de cocina.

El país se constituyó como una especie de rehén cuidado o descuidado, según las épocas, por patrones que impusieron sus propios sistemas de gobierno. Ahora, en medio del desconcierto más severo, hasta la pretensión de definir los regímenes políticos que forjaron la República, es prácticamente nula. Las formas puras siempre se vieron matizadas de pinceladas abstractas. De ese modo es como la democracia se forjó como lo más benévolo pero sin llegar del todo a respetarse sus términos.

Hoy subsiste la creencia generalizada de vivir en “democracia”, cuando en rigor ésta se ha limitado a una fecha arbitrariamente marcada en un calendario. Antes y después es difícil determinar qué o quién está gobernando, y el “cómo” es directamente un misterio no develado.

La “democracia” actual sirve apenas para justificar lo que aguantamos a diario, y acallar cualquier atisbo de queja que sobre pase los microclimas donde se generan. ¿Quién se atrevería en pleno siglo XXI a rebatir las bondades de la representación del pueblo? Nadie: la condena caería sobre aquel como cayó la flecha de fuego sobre las alas de Dédalo.

Y es que si dicho régimen se limita a un día cada 4 años, es dable decir que Hitler fue democrático. Un rápido racconto por las ideas de Alexis de Tocqueville sobre el tema, haría comprender que la democracia es un modo de vivir, más que una elección forzada y en ocasiones fortuita que empieza y termina en un solo día.

Pero acá estamos, orgullosos de nuestra “Argentina democrática”, en gran medida por la sentencia inicial que mencionamos arriba: se lee poco y nada. Los Kirchner impusieron una historia oficial y en el último tropiezo, aparece la Triple A y los montoneros cuyos idealismos se traducen en millones de pesos.

Como por arte de magia, palabras como dictadura o tiranía se infiltran en la oratoria oficialista. No se trata de complots ni conspiraciones destituyentes sino de la voz del matrimonio presidencial que instaura la idea de una “dictadura mediática”. Alguien tiene que tener la culpa cuando se venga abajo todo este andamiaje atado con alambre.

Si bien el poder de los medios y su influencia es innegable, a esta altura de las circunstancias ya nadie compra merluza compactada por trucha fresca y ahumada. El diario de mañana puede anunciar que la Argentina está convirtiéndose en la panacea universal, que el lavado de cerebro dejó de ser tan simple como lo fue hace tiempo.

Mientras a la ficción te la cuentan, a la realidad se la experimenta.

Un detalle apenas: la venta de periódicos continúa estancada. Son los medios digitales los que avanzan. Esto explica, quizás, por qué el primer ensayo de los Kirchner fue contra una prestadora de dichos servicios, aunque Héctor Magnetto sea, desde el vamos, el objetivo. ¿Cómo puede confundirse tanto un hombre que hizo de un 22% de votos prestados un engranaje de poder que llegó a paralizar a la dirigencia en general durante casi 8 años? Esta semana, los empresarios dieron la primer señal de resistencia al apriete y la prebenda. Escasean los aliados.

Hoy por hoy, es ni más ni menos que Clarín, dirigido por Héctor Magnetto, el único medio gráfico que incrementó en 20 mil ejemplares su venta, un nivel poco significativo, pero que lo rescata del estancamiento. Vende un promedio de 349.000 ejemplares, a diferencia de Página 12 que recibe la más generosa pauta oficial, y apenas vende 16 mil copias (según datos del Instituto Verificador de Circulaciones – IVC) El matrimonio debe ver en esas cifras su desventaja intrínseca. O, tal vez, negocios son negocios, y nada tenga que ver la libertad de expresión ni en unos ni en otros.

Y hablamos de error puesto que el incremento de ventas se dio, paradójicamente, desde que Kirchner comenzó una lucha encarnizada que ofició como efectiva propaganda. Clarín agradecido porque además no ha perdido ninguna batalla. La ley de Medios, sin ir más lejos, sigue varada. No se trata de defender a un determinado grupo, sino de entender el porqué millones de argentinos estamos perdiendo el tiempo y las oportunidades de progreso por un capricho. Ya se han atacado todas las corporaciones y desmantelado las instituciones.

Creer que Papel Prensa tiene el leitmotiv de todo esto es caer en una simplificación. En 8 años jamás le interesó a los Kirchner indagar en los orígenes de la empresa. Su obsesión llega cuando la debilidad de su gestión es extrema, y las opciones son apenas dos: lograr una inmunidad garantida o cercenar la libertad de modo tal de poder permanecer a resguardo de la Justicia cuyos tiempos son eternos al lado de los de la política. Ambos atajos, sin embargo, parecen ser utopía.

En la Argentina toda controversia se presenta como un Boca-River, obsérvese si no cómo se planteó el debate del “matrimonio” entre personas del mismo sexo, o mismo la puja por la famosa 125. No interesa demasiado si el proyecto de ley que enviara la Presidente al Congreso sale o no ileso. Todo es posible en los pasillos del recinto donde hay ofertas inusitadas de voluntades y principios.

Lo que se torna incomprensible quizás sea la fábula que le vendieron a la Jefa de Estado para armar una causa sin pruebas al cántaro. La puesta en escena con improvisación a destiempo fue tan grotesca que permitió convertir a un testaferro en un “empresario exitoso y brillante”, y mostrar como si fueran los Ingalls a una familia como los Graiver. Muchos temimos incluso que el mencionado David terminara confundiéndose con la escultura de Miguel Ángel.

Por otra parte, cabe recordar que el gobierno de Raúl Alfonsín indemnizó a aquella “dinastía” por el supuesto despojo sufrido. Si alguien salió perdiendo fue, en definitiva, sólo la Argentina.

Lo importante de este caso que atañe a un porcentaje ínfimo de los ciudadanos, y del cual la mayoría es ajeno por lo complejo y maniqueo, amén de porque el pueblo tiene otras prioridades que atender como ser, ni más ni menos que comer, y evitar ser masacrado impunemente en plena calle; es la demostración desesperada de un gobierno por mantener la porción de poder que les va quedando.

Quebrados en sus últimos intentos, de todos modos, seguirán dando golpes de efecto y manotazos de ahogado. El poder se ha adentrado en tramas ficticias y representaciones circenses que sólo distraen un rato. Los Kirchner están obnubilados: Hugo Chávez como modelo está tan lejos aún, como Valeria Mazza lo está de la imagen que me devuelve a mí el espejo.

En este trance, continuará la judicialización de la política para ver si se alteran calendarios, o al menos se termina jaqueando lo irracional de lo que está pasando. La verdad, en definitiva, no está en el diario ni en el atril sino en cada ciudadano.

La orden en Balcarce 50 está dada: “Si los números no confirman que pueda ganarse en primera vuelta, vale cualquier estrategia”. A ellas nos enfrentamos, y no sería de extrañar que, en vez de pensar en los próximos 10 o 20 años, nos detengamos a debatir si San Martín cruzó Los Andes para liberar territorios o para fugar capitales. © www.economiaparatodos.com.ar

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