Image Image Image Image Image Image Image Image Image Image
Scroll to top

Top

miércoles 2 de octubre de 2013

¿Ni un paso atrás o un paso al costado?: el dilema de Cristina de hacer ajustes o que peligre el modelo «Nac&Pop»

¿Ni un paso atrás o un paso al costado?: el dilema de Cristina de hacer ajustes o que peligre el modelo «Nac&Pop»

Prorrogar tres meses el plan Cedin es una prueba más de que redoblar la apuesta es parte del «gen K». Y esta idea de no retroceder, ni en los fracasos, siembra la duda sobre qué tan dispuesta está la Presidenta a «manchar el relato» con medidas económicas impopulares que deba tomar

Hay nerviosismo en el ambiente.

Se palpa en cada encuentro de empresarios, en los análisis periodísticos, en los foros de Internet, en las reuniones con politólogos. Y la pregunta inevitable es qué tan afectada quedará la gobernabilidad de Cristina Kirchner luego de las elecciones legislativas. 

¿Estará en condiciones de capear un deterioro de la economía? ¿Se lo permitirá el nuevo contexto político? 

Peor aun, ¿se lo permitirá ella misma, o preferirá dar un paso al costado antes de verse obligada a tener que adoptar medidas impopulares, que empañen el final de su mandato? 

En estos días, muchos analistas están viendo señales en el sentido de que, lejos de corregir, la Presidenta agudizará los rasgos más característicos de su estilo, aun cuando ello pueda implicar perseverar en recetas fracasadas. 

Prueba de ello es el «inarrancable» blanqueo de capitales, prorrogado ahora por tres meses, desoyendo los consejos de funcionarios, como Ricardo Echegaray. 

Es el tipo de actitud que deja flotando el interrogante sobre qué persigue Cristina con su insistencia: ¿acaso un improbable aumento en la circulación del moribundo Cedin? ¿O, más bien, evitar un papelón político y dar una señal de coherencia en su discurso? 

¿Sentirá temor por reconocer que el plan fue un error y que esto pueda dejarla en una situación de debilidad política? 

Flaqueza electoral

En otro país, el hecho de que un presidente deba enfrentar el período de «pato rengo» tras una derrota legislativa puede, como mucho, suponer un lapso de cierta pérdida de iniciativa política. Pero de ninguna manera plantea una crisis institucional. 

En la Argentina, en cambio, hay otros ingredientes. Por lo pronto, varios antecedentes históricos de presidentes que, debilitados tras derrotas electorales en el tramo final de su mandato, terminaron naufragando en medio de un caos económico. 

Como si no fuera suficiente con la incertidumbre que genera el actual contexto, se han agregado ingredientes que enrarecen el clima, como las denuncias de conspiraciones, golpes institucionales, «círculos rojos» y desestabilizaciones financieras. 

El hecho de que la propia Presidenta haya interpretado que la fuga de capitales ocurrida tras su reelección de 2011 fue producto de una maniobra conspirativa -y que tendrá una reedición luego de las legislativas de octubre- no hace más que echar nafta a la hoguera de especulaciones. 

«Banqueros, dueños de medios, sus loros mediáticos, empresarios monopólicos, sindicalistas quemaurnas. O expertos en bloqueos, saqueos y otras yerbas», enumeró Cristina a los presuntos interesados en su retirada o en imponerle una agenda de ajuste. 

¿La quieren echar?

Quienes están preocupados por el futuro inmediato del país buscan claridad frente a varios interrogantes. 

«La dificultad en dar una respuesta reside, básicamente, en que la gravedad del panorama político dependerá de cuál sea la actitud de Cristina tras las elecciones. Y nadie puede anticipar la lectura que hará sobre el resultado, nuevos liderazgos, alianzas, actores emergentes y, sobre todo, cómo imagina su salida del poder», observa Sergio Berensztein, director de la consultora Poliarquía. 

Este politólogo se ubica en el grupo de los que creen que no habrá situaciones graves y que Cristina optará por moderar su política con vistas a completar en forma ordenada sus dos años finales de mandato. 

Y justifica su postura en una serie de señales que ya está enviando. 

«No hay que confundir su discurso con su política. Porque al mismo tiempo que habla contra el club de los devaluadores, ella misma aceleró la suba del dólar, lo que da la pauta de que está preocupada por la pérdida de competitividad», apunta Berensztein.

En la misma línea, Julio Burdman, director de la consultora Analytica, considera: «Aun cuando pierda respaldo electoral, no puede considerarse que vaya a quedar debilitada. De hecho, desde Menem hasta aquí es el Gobierno con más fuerza, porque mantiene mayoría parlamentaria, gobernaciones y apoyo político». 

Para este politólogo, lo que sobrevendrá es una clásica pulseada con los mercados, a la cual no le ve un desenlace dramático: «El Gobierno intentará manejar el ritmo de la devaluación mientras que un sector empresario presionará para que haya una corrección más brusca. Pero estos intereses contrapuestos no necesariamente deberían verse como un factor de inestabilidad política». 

Un ajuste en la agenda

No todos comparten esa visión. Sobre todo los economistas que temen por una agudización de los problemas financieros y dudan que Cristina tenga la voluntad política de promover las correcciones necesarias y asumir el consecuente «costo político». 

«Empezar a resolver los desequilibrios de precios relativos implica bajar los salarios en dólares y retocar tarifas de los servicios públicos», argumenta el influyente Miguel Bein, quien advierte que la Presidenta contará con menos margen de maniobra para realizar estas correcciones sin turbulencias sociales. 

Más duro aun, el consultor Federico Muñoz hizo circular informes en los cuales deja en claro que no hay que esperar una simple continuidad de la situación actual, sino que, más bien, hay que prepararse para una aceleración de los problemas. 

Para Muñoz, el termómetro a mirar es el nivel de reservas del Banco Central. Y cree que a las dificultades propias de este momento de la economía se le agregará una cuestión de expectativas del público, que retirará los dólares que quedan del sistema financiero y se volcará masivamente al refugio en el «blue». 

Es por eso que pronostica «que será inevitable un fuerte ajuste devaluatorio antes de la finalización del mandato de Cristina, con consecuencias difíciles de predecir».

Javier González Fraga, ex titular del Banco Central, apunta a los problemas que se irán agudizando: inflación, atraso cambiario, caída de reservas, suba del dólar paralelo, deterioro fiscal, pocas inversiones y hasta un probable descenso en el precio de la soja.

Y concluye: «Es muy difícil pensar que se pueda seguir dos años más sin introducir correcciones al rumbo económico actual». 

La hipótesis del paso al costado

Es aquí donde aparece el interrogante central: ante lo inexorable de tener que adoptar medidas de ajuste -impopulares y antipáticas por definición-, ¿estará Cristina dispuesta a asumir el costo político? ¿O preferirá dar un paso al costado, con el argumento del sabotaje y así preservar el «relato» del gobierno nacional y popular? 

Esta última alternativa no es considerada improbable por varios analistas. 

A fin de cuentas, si se le da crédito a la versión que hicieron circular los empresarios que participaron en una de las últimas reuniones de «diálogo» con el Gobierno, la Presidenta afirmó: «Yo no me voy a quedar sentada en la Casa Rosada acompañando una política económica que no comparto. Ya tengo 60 años, soy abuela, no voy aplicar ninguna medida por la que se quiera para enfriar la economía». 

Para Alejandro Corbacho, docente de ciencias políticas de la Ucema, no hay que tomar a la ligera estas señales: «Este es un Gobierno que termina siendo víctima de sus propias palabras. Entonces después de haber postulado el ‘siempre más, nunca para atrás’, se le hará muy difícil administrar la escasez y tomar medidas impopulares». 

«Yo creo que ella va a mantener esa postura de victimización. No hay un legado y compartir el poder con otros, para así tratar de manejar la situación, es algo que está en contra de su personalidad y de lo hecho hasta ahora», agrega. 

Una visión similar plantea Roberto Starke, consultor en comunicación, quien señala: «El Gobierno no va a hacer ningún tipo de ajuste porque se considera de izquierda y no se va a ´derechizar´. Cristina considera que ha librado una batalla intensa con las corporaciones y que si los sectores más ´derechizados´ pretenden ese ajuste no lo va a aceptar». 

Una esperanza de acuerdos

Hay, de todas formas, una alternativa menos dramática a la cual los analistas le asignan alguna probabilidad de ocurrencia: que luego de las legislativas el propio peronismo opositor tienda puentes para que el «costo político» sea compartido y que se produzca una transición sin traumas. 

Claro que este escenario presupone que tienen que ocurrir varias cosas difíciles: una es que se mantenga cierta cohesión interna en la «tropa», justo cuando se lanza una carrera presidencial; la otra es que Cristina acepte dar marcha atrás en varios de los postulados del «relato». 

No todos creen que es imposible. Para Berensztein, el hecho de que Cristina radicalice su discurso e insinúe conspiraciones no necesariamente significa que no está dispuesta a cambiar, sino tal vez lo contrario. 

«Ella está preocupada por su público más leal, el más ideologizado. Entonces, frente a situaciones que ponen en tela de juicio la consistencia de su política necesita matizar el discurso señalando culpables», argumenta el director de Poliarquía. 

«Si ella mantiene la flexibilidad y el pragmatismo que viene mostrando, la crisis política se puede evitar», agrega. 

Los analistas consideran que para que el escenario de «aterrizaje suave» ocurra,  los gobernadores e intendentes peronistas deberán jugar un rol protagónico. 

«Hay un escenario en el que los gobernadores comenzarán a tejer una alianza donde le digan a Cristina ‘vamos a co-gobernar un poquito, porque si no, esto se puede volver muy costoso para todos'», predice Starke. 

Algunos analistas interpretan que la ya famosa frase de Daniel Scioli, apelando a que todos «ayuden a que el Gobierno termine de la mejor manera posible», va en ese sentido. 

«No fue una frase dirigida ni a la oposición política ni a los empresarios, sino más bien a la interna. Yo creo que quiso empoderar a los gobernadores. Esto apunta a una nueva etapa de acuerdos políticos», argumenta Burdman, de Analytica. 

Compartiendo ese enfoque, Berensztein cree que en la agenda de Cristina entrarán, luego de las legislativas, varios temas de urgente resolución para las economías provinciales, tales como la pérdida de competitividad y el manejo tributario. 

«Ella va a tener que escucharlos y de hecho hay señales de que ya lo está haciendo», afirma. 

Otro experto «peronólogo», como Jorge Asis, también relativiza las denuncias de un «golpe institucional» para después de las legislativas: «No hay tesis helicóptero mientras exista un gobierno de matriz peronista; la van a bancar hasta donde sea». 

No obstante, ello no le impide señalar que en los dos años por venir, la Presidenta estará más debilitada. 

En el horizonte hay otros nubarrones: todavía nadie se anima a afirmar cómo reaccionará el círculo íntimo de Cristina en caso de que la Presidenta decida compartir el poder y tomar medidas impopulares. 

A fin de cuentas, si hubo algo exitoso en la década kirchnerista fue la capacidad persuasiva del «relato». Tanto, que no queda claro hasta qué punto terminará por condicionar y sellar la suerte de la propia Cristina.

 

Fuente: www.iprofesional.com