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lunes 12 de julio de 2004

No hagamos terapia grupal; busquemos soluciones

¿Hay razones objetivas que nos permitan creer que vamos por el buen camino y que las cosas no están tan mal como parecen? Mirar el medio vaso vacío no es ser pesimista: si queremos prosperar en serio, más vale que seamos realistas y veamos las cosas como son.

¡Che, Roberto, déjate de ser tan pesimista! En varias oportunidades me han dicho esta frase al leer mis notas o asistir a algunas de mis presentaciones sobre la situación económica argentina.

Frente a esa crítica, puedo adoptar tres posturas:
a) revisar si efectivamente soy demasiado pesimista sobre el corto plazo de Argentina,
 b) confirmar mi postura y seguir en la misma posición, o
c) sabiendo que creo no equivocarme sobre lo complicados que estamos, igual cerrar la boca para no generar desánimo.

Lo primero que suelo contestar cuando me dicen que a la gente hay que darle ánimo, es que yo soy economista y mi función no es hacer terapia grupal. Mi función consiste en analizar los hechos y tratar de formular algún escenario futuro para poder tomar decisiones a nivel microeconómico.

Lo segundo que sugiero es que me den argumentos sólidos para cambiar mi visión sobre el futuro y con gusto estaré dispuesto a modificar mis pronósticos. Invariablemente, ante este pedido de sugerencias, el silencio del otro lado es absoluto y, en el mejor de los casos, algunos suelen balbucear algunas ideas sin demasiada convicción.

¿Qué decidí, entonces? Continuar fundamentando mis críticas con la esperanza de que, de tanto machacar sobre determinados puntos, en algún momento empecemos a ver un futuro de progreso y bienestar para todos. Un futuro en el cual nuestros hijos no tengan argumentos para decir que no vale la pena estudiar o que busquen otros rumbos donde poder desarrollar en paz y prosperidad sus vidas.

Pero, ¿por qué soy tan crítico sobre lo que está pasando en la Argentina? Porque como economista sé que un país logra crecer y desarrollarse en base a un conjunto de reglas de juego de largo plazo que permiten el ingreso masivo de inversiones con el objeto de competir por el favor del consumidor. Sé que es desatando la capacidad de innovación de la gente que un país progresa. Esta es la única manera de poder crecer y crear puestos de trabajo bien remunerados, y la única forma de eliminar en serio la desocupación. Quiero prosperidad para todos, no para unos pocos vivos que gracias al proteccionismo, subsidios y diferentes tipos de privilegios, consiguen hacer fortunas personales a costa del resto de la población.

Existen al menos tres motivos para que, en el corto plazo, no se visualicen estas condiciones que considero indispensables para crecer. Son las siguientes:

1) Veo a un presidente totalmente concentrado en volcar el grueso de su esfuerzo en buscar absurdos revanchismos históricos, despreocupado de administrar eficientemente el país y creando cada vez más enfrentamientos dentro de la sociedad. La paz, una de las condiciones necesarias para el crecimiento, no sólo hoy está ausente en el país sino que, además, el Ejecutivo se encarga de boicotearla permanentemente atacando a diferentes sectores de la sociedad.

2) Veo también a legiones de bárbaros que, armados con palos y capuchas, tratan de imponer sus ideas mientras el Estado mira para otro lado y argumenta falsamente que reestablecer el orden público implica generar violencia, sangre y muertos. Es decir, veo a un país deslizándose hacia la anarquía porque el gobierno en su conjunto tiene miedo de ejercer el monopolio de la fuerza para defender los derechos individuales de los ciudadanos, al tiempo que recurre a una política económica que nos aleja del mundo.

3) También observo que el principal dirigente político opositor al Ejecutivo es Duhalde, un hombre que no dejó desastre por hacer cuando fue presidente interino,

4) Y, finalmente, no veo, por ahora, una dirigencia política que haya tomado conciencia de la necesidad de entender que sin reglas de juego estables y eficientes no hay posibilidad de crecimiento posible.

En este contexto, ¿por qué ser optimista sobre el futuro de la Argentina en el corto plazo si no se ven las condiciones necesarias para empezar a crecer en serio? ¿Quién o quiénes van a liderar el cambio institucional, entendido como el cambio en las reglas de juego?

Por estas razones es que, para el corto plazo, no soy demasiado optimista sobre el futuro de país. Con violencia creciente, inseguridad y aislamiento económico no vamos a llegar a ningún lado.

¿Lo positivo de todo esto? Que es muy probable que luego del destrozo que están haciendo con el país, la cruda realidad que aparecerá ante nuestros ojos nos haga recapacitar sobre lo equivocado que estaban los supuestos salvadores de la patria que actualmente dominan el país. Quizás haya que esperar a que se apaguen las brasas del incendio que están haciendo en la patria, para que, luego, sobre las cenizas de la República, podamos empezar a reconstruir las bases del progreso y la prosperidad para todos.

Si hay gente consciente de cuáles son los cambios institucionales que se requieren, entonces tenemos la esperanza de que existe gente lúcida que constituye una buena reserva para cuando los actuales saqueadores terminen de desprestigiarse.
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