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miércoles 28 de octubre de 2015

No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que los resista

No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que los resista

“No es solamente el deseo eventual de ganar lo que importa: todo el mundo lo tiene. Es la determinación de prepararse adecuadamente para ello lo que cuenta” (Bear Bryant)

El mayor error del kirchnerismo en general -y de Cristina y Scioli en particular-, consistió en no haberse preparado

ADECUADAMENTE para ganar una elección que estaba claramente precedida de “aromas” de cambio. Creyeron que seguir con su política de amedrentamiento y presiones económicas bastaría para asegurar la continuidad de un gobierno al que ya se veía sin rumbo de ninguna naturaleza.

No fueron nada inteligentes su postura, su discurso y su mala costumbre de atiborrarnos de frases vacías y sin sentido alguno, porque ¿cómo se puede convencer a un pobre que come una vez al día, a un empresario que pierde ventas o a un chacarero que no puede exportar de que “ahora viene la etapa del desarrollo” después de doce años de permanecer en el poder?

La sociedad ya comenzaba a concebir en su vientre la dificultad de mantenerse a flote dentro de los lineamentos de una política oficial ineficiente y declamatoria que pretendía poner nuestros ojos en la nuca para mirar al pasado una y otra vez, para reemplazar los procedimientos psicológicos que ayudan al individuo a “comportarse” en sociedad, SUSTITUYÉNDOLOS POR OTROS, NUEVOS, EXTRAÑOS E INCOMPRENSIBLES.

Todo esto comenzó a naufragar cuando ya no quedaba nada en pie. Cuando todos estaban sacando cuentas de subsistencia. Cuando nadie podía levantar la voz contra el “credo” oficial. Cuando el autoritarismo y la corrupción se habían convertido en una cachetada de rampante impunidad.

Era muy difícil que no ocurriera lo que está comenzando a suceder: la gente decidió dejar de ser tomada por estúpida y pensó por sí misma, tirando bien lejos las muletas que el kirchnerismo intentó que usáramos por tiempo indefinido, esperando “su” voz de mando para decidir cada día hasta el color de los zapatos que debíamos vestir.

Y finalmente, parió de su vientre el cambio. Y lo ha hecho casi estruendosamente, dando pábulo a una realidad muy dura: EL MUNDO ES HOY TOTAL Y ABSOLUTAMENTE IMPREDECIBLE EN MUCHOS ASPECTOS DE LA VIDA CORRIENTE.

El PRO fue limando mientras tanto sus diferencias con otros descontentos y logró integrar un frente sólido que devino en CAMBIEMOS, un instrumento constituido orgánicamente mediante internas -en primer lugar-, aceptando humildemente su diversidad y ofreciendo una alternativa diferente que evidenció haberse preparado adecuadamente para el triunfo, como dice Bryant.

Cristina y sus adláteres continuaron impertérritos, asemejándose cada vez más a esos sonámbulos que se pasean por la vida como si nadie hubiese cambiado y NADA HUBIESE DE CAMBIAR JAMÁS.

Es sabido que el futuro invade el presente a distintas velocidades y esto hace imposible comparar la rapidez con que se presentan los cambios de determinados procesos políticos a medida que se van incubando. Algunas sociedades se transforman en “otra cosa” más rápidamente que otras, por un fenómeno que William Ogburn designó con el nombre de “retardación cultural”.

Pero como apuntamos en el título de estas breves reflexiones “no hay mal que dure cien años…”, porque el patrón de los cambios es el tiempo. Porque sin el tiempo el cambio no significa nada. Y sin el cambio, el tiempo se detendría. Esto es lo que pretendió contrariar el kirchnerismo, sin sacar ninguna conclusión acertada de las señales que se iban percibiendo en ciertas reacciones populares de manifiesta disconformidad.

Muchos observadores de la realidad lo fuimos anticipando durante los últimos cuatro años, porque la locura de los postulados de Cristina Fernández resultan inconcebibles a la hora de juntar sus pedazos tratando de completar un rompecabezas adecuadamente.

La Presidente nunca tuvo en cuenta que los lazos de las relaciones humanas en las sociedades modernas son de naturaleza transitoria, como señalaba Karl Joseph Wirth, y es necesario analizar siempre este carácter para comprender acertadamente cuál es el mejor camino para marchar hacia el futuro.

Cristina pretendió inmovilizar a la sociedad envileciéndola en el culto de la adoración a su persona. Mayúsculo error de concepto, entendible solamente por una manifiesta superficialidad con la que quiso acceder a un plano superior de devoción y pleitesía, mientras pronunciaba, cada tanto, algunas frases ilustres para afirmar sus vaguedades. Vaguedades aplaudidas únicamente en el cenáculo de mediocres que la rodearon, que vieron una oportunidad para beneficiarse personalmente mediante su cercanía al poder.

Un poder desquiciado, que terminó adoptando como válido un rumbo absolutamente extravagante.

Muchas de las teorías del kirchnerismo sobre los cambios sociales pueden haber sido válidas para las sociedades relativamente estáticas del pasado, pero absolutamente incompletas para el mundo contemporáneo. Esa diferencia se resume en la palabra “transitoriedad”.

La transitoriedad es, sin duda alguna, la nueva temporalidad de la vida cotidiana y da origen, en el individuo de los tiempos modernos, a un sentimiento de falta de permanencia respecto de ciertos asuntos que se relacionan con ciertas políticas meramente “efectistas”.

Un célebre director y crítico teatral estadounidense, Harold Clurman, dijo alguna vez al respecto de cuestiones semejantes: “ninguno de nosotros ocupa moradas seguras. Somos todos la misma gente DE TODAS LAS PENSIONES DE TODAS PARTES, que trata desesperada y furiosamente de establecer contactos satisfactorios con los vecinos, como ciudadanos de la inevitable transitoriedad”.

Pero, claro, es un poco difícil que mentes estrechas como las de quienes conformaron el Frente para la Victoria pudiesen hilar tan fino. Y ello los deja después de este 25 de octubre TOTALMENTE DESARRAIGADOS Y VACILANTES en relación con su futuro político.

El tiempo, que ni vuelve ni tropieza, como decía Góngora, ha actualizado la hora del reloj. Al frente, ha quedado repentinamente a la vista una gran oportunidad a ser aprovechada el próximo 22 de noviembre. Es una fecha en la que probablemente se confirme la validez de esta nueva puerta entreabierta hacia la libertad y una forma más “amigable” de hacer política, encarando las soluciones de los problemas económicos y políticos que nos aquejan con rapidez, inteligencia y falta de prejuicios ideológicos.

El mundo entero, a través de sus principales periódicos ha manifestado su esperanza de que la Argentina salga cuanto antes del cuarto oscuro en el que decidió encerrarse por voluntad propia.

Por último: hay una frase enigmática, muy popular dentro del peronismo, que asegura que el partido acompaña a sus líderes, pero “solo hasta la puerta del cementerio”.

A buen entendedor, pocas palabras.

carlosberro24@gmail.com