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miércoles 16 de octubre de 2013

No me multen, soy Cabandié

No me multen, soy Cabandié

Día que pasa, día que admiro más a Borges. Porque darse cuenta ahora de que los peronistas son incorregibles es una obviedad, pero haberlo visto hace más de medio siglo confirma que fue un cerebro singular.

Estoy harta de los kirchneristas, que hacen todos los esfuerzos posibles para arruinarnos la vida. Son tan nabos que inventan un feriado a cada rato y luego lo condimentan con las barrabasadas de sus militantes de paladar negro. El pasado fin de semana largo tuvimos tiempo de sobra para ver en detalle el scketch protagonizado por Juan Cabandié, el Giordano de la política K: “No me toquen! Soy hijo de desaparecidos”.

Como lo pusieron a encabezar una lista, es lógico deducir que se trata de uno de los mejores exponentes del “modelo”, y eso es motivo de más para aterrorizarnos. Aparte de escandalizarnos por el episodio, hay que aplicar todos los resortes políticos que anulen la influencia de este lote de gente nefasta. Tienen que extinguirse de la política nacional todos los vestigios de Cabandiés que queden.

Por groseros y autoritarios; por agresivos y torpes; por ordinarios, petulantes y berretas; pero fundamentalmente, por mentirosos.

Cabandié no se cansó de mentir en ese episodio lamentable. Dijo que no “chapeó” y re-chapeó en cada una de sus intervenciones frente a los empleados que tuvieron la desgracia de toparse con él.

Tenemos que aborrecer al político que nos mienta. La sociedad argentina no llega hasta este bajo fondo de valores por arte de magia; llega por permitir todo para que le permitan todo. El menemismo abrió esa compuerta de inmoralidad que al principio horrorizó pero que se fue aceptando a partir de los “beneficios” privados que aportaba la inconducta pública. Es preciso abandonar esa ecuación y entender que la deshonestidad oficial es siempre más dañina.

Es paradójico. Los mismos crápulas que hoy persiguen a los militares y civiles que tuvieron alguna participación en el último gobierno de facto con el argumento de que la violencia ejercida “desde arriba” es más condenable, no se cansan de ejercerla a destajo.

Mienten. Miente Cabandié cuando dice que “se bancó la dictadura”. ¿Qué dictadura se bancó Cabandié que no haya sido ésta de la que participa? Miente cuando le encarga a “Martín” que “no la eche porque nosotros no queremos que nadie se quede sin trabajo” porque millones de personas vienen quedando al margen del sistema gracias a una

política obtusa y cleptómana que ellos aplican hace una década. Miente cuando sugiere sólo un “correctivo” para la joven porque se toma la molestia de llamar expresamente para hacerla despedir.

¿Qué correctivo le cabe a un funcionario que miente? Cabandié es un arbitrario y un resentido pero fundamentalmente es un mentiroso. Ese es el motivo por el cual sería encantador que la sociedad le diera la espalda en las próximas elecciones, aunque con gente como él, eso también sea un acto riesgoso.