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jueves 5 de abril de 2007

No vivimos sólo para el dinero

El verdadero objetivo de la vida radica en reconocer que los criterios auténticos son los que llenan el corazón y la conciencia del ser humano: la misericordia y la búsqueda de la verdad.

Cada día que pasa, surge un mayor número de ciudadanos que no se dejan embaucar por la propaganda política, interesada en presentarles los acontecimientos de manera distinta a como realmente son.

Se los puede reconocer en los foros de Internet, en innumerables blogs de opinión, en las cartas de lectores de los periódicos, en llamadas telefónicas a programas radiales, en espontáneas entrevistas televisivas, en respetuosas marchas de protesta por la indefensión frente a la delincuencia y en el angustioso reclamo de verdadera justicia.

Ellos son seres pensantes que reflexionan y se interrogan acerca del destino de nuestro país y del aparente desinterés del pueblo argentino, que parece no advertir ningún peligro en las actitudes de crispación manifestadas en los discursos del atril presidencial, ni en el alineamiento de nuestras autoridades con los grotescos dictadores del Caribe.

Los ciudadanos resignados

Al mismo tiempo en que surgen estos individuos disconformes, hay muchos otros que parecen resignados a que el Gobierno menoscabe las instituciones básicas del orden social.

En primer término, la familia, atacada soezmente en su propia esencia por un conjunto de disposiciones legales que facilitan el aborto, permiten la desvirtuación del matrimonio tradicional, aceptan su disolución como si fuera una apuesta de juego en la ruleta del casino y promueven el desfogue de la juventud mediante frenéticos repartos de píldoras para el día después.

En segundo lugar, la Justicia y el periodismo, que soportan una persistente acción para doblegar su independencia. Son demasiados los ciudadanos que se inhiben de protestar y que no ven motivo para indignarse cuando el Gobierno se muestra intolerante contra periodistas que piensan distinto y cuando lanza operaciones propias de jacobinos para sancionar a jueces y fiscales que no sean dóciles ni flexibles a sus intereses políticos.

En tercer orden, el Congreso, que pese a estar investido por la Constitución Nacional como el Poder Legislativo de la Nación, hoy está completamente devaluado porque ha mutado su función y está actuando como una bucólica oficina notarial que convalida sin chistar los proyectos del Ejecutivo y repele todo intento de debate racional en las cuestiones que verdaderamente importan al bien común.

Los buscadores de renta

Dentro de estos grupos de ciudadanos que no opinan, que no enjuician, que no resisten y que no se indignan frente a hechos cada vez más graves, se encuentran algunos adormecidos que adoptan una pasiva actitud de resignación. Sin embargo, hay otros que tienen una activa complicidad para mantener el status quo que los beneficia.

Estos últimos constituyen el contingente de los “buscadores de rentas”, semejantes a una folklórica “armada Brancaleone” que se moviliza para exigir y recibir dádivas oficiales del inagotable fondo del Estado.

Los “buscadores de rentas” están formados por una multitud variopinta de piqueteros, empresarios, administradores de servicios públicos y contratistas de obras públicas.

Piqueteros que provocan el desorden público para obtener prebendas sin obligaciones de trabajar ni de ocuparse en alguna actividad útil.

Empresarios que exigen protección ilimitada contra cualquier competencia nacional o extranjera para seguir lucrando con sus ineficientes negocios.

Administradores de servicios públicos, beneficiarios de suculentos subsidios cuyo origen se encuentra en el dinero quitado a otros ciudadanos para que ellos puedan mantener la rentabilidad de sus concesiones.

Contratistas de obras públicas, urdidas de manera poco escrupulosa y que cotizan con desproporcionados sobreprecios para gratificar a los funcionarios que les han adjudicado la licitación.

Todos estos “buscadores de rentas” quieren vivir del Estado, sin reparar en la iniquidad que esas rentas generan en quienes soportan su costo.

Son personajes que piensan que el Gobierno debe solucionarlo todo. Esperan que el Estado se haga cargo de sus problemas y reemplace la iniciativa propia y la energía individual que estarían moralmente obligados a poner en las cosas que les interesan.

Este colectivo de “buscadores de rentas” está compuesto por individuos de toda laya, de diferentes clases sociales y distintos niveles culturales, aunque unidos por una misma característica. Son personas que han desertado del ideal del “self made man”, es decir del hombre que triunfa con su propio esfuerzo, y se comportan como un grupo que trata de influir en las decisiones políticas para que las reglas se elaboren e interpreten en su propio beneficio.

Quizás consigan un buen pasar, pero han perdido la principal condición de los seres humanos, aquella que nos coloca por encima de los animales y que nos convierte en reyes de la creación: la dignidad personal y el sentido de la vida.

El verdadero objetivo de la vida

El sentido final de nuestra vida en este mundo no consiste en ganar dinero, ni en considerar la ganancia o el éxito personal como el objetivo principal de nuestros esfuerzos. Tampoco lo es encerrarnos en nosotros mismos considerando la autorrealización como la razón principal de nuestro existir.

El verdadero objetivo de la vida, aquel que rescata nuestra dignidad y nos eleva a un plano superior, radica en reconocer que los criterios auténticos son los que llenan el corazón y la conciencia del ser humano: la misericordia y la búsqueda de la verdad.

La misericordia nos impulsa a la compasión, a ayudar al prójimo para que viva mejor, a perdonar incluso a quienes nos han hecho daño si se arrepienten de sus acciones. La misericordia es la que traza un muro infranqueable entre los predicadores del odio, de la revancha, del resentimiento y de la envidia como motivaciones individuales. Por eso, la misericordia fue inmortalizada por Miguel Ángel Buonarroti en la más maravillosa escultura que hombre alguno haya realizado jamás: la Pietà.

Por su lado, la búsqueda de la verdad nos impulsa a rechazar la mentira y desenmascarar la hipocresía de la doblez escondida en “decir una cosa y hacer otra”, porque ese doble discurso está basado en la insinceridad que pretende engañar a los demás ocultando las verdaderas intenciones.

La misericordia ejercida por cada uno de nosotros y mostrada ejemplarmente por los gobernantes y el rechazo de la mentira como instrumento de habilidad comercial o de viveza política son las dos condiciones básicas para que la vida de los argentinos adquiera un sentido que trascienda los pequeños actos de cada día y para que rescatemos el valor de la palabra, a fin de que ella pueda expresar la verdad.

Misericordia y búsqueda de la verdad son los factores que hacen posible la convivencia social y afirman la concordia que debe reinar entre los habitantes, ya que permite un respetuoso acatamiento de la acción de los gobernantes, para que finalmente podamos convertirnos en una Nación en serio que, como decía Ortega y Gasset, “es un proyecto sugestivo de vida en común”. © www.economiaparatodos.com.ar

Antonio Margariti es economista y autor del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo para que todos podamos vivir dignamente”, editado por la Fundación Libertad de Rosario.

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