Nubarrones cada vez más negros en el horizonte cambiario
El exceso de controles deriva en aumento de la brecha entre las diferentes cotizaciones del dólar y genera tensiones en la perspectivas de los precios de la economía
La vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca, afirmó que: «Si generamos una devaluación fuerte lo que pasará es que los precios aumentarán, el salario real caerá y la economía se contraerá todavía más». A esta frase hay que agregarle la del presidente Alberto Fernández: “los dólares son para producir, no para guardar”. Como viene la mano, estas declaraciones van a sumarse a las famosas: el que apuesta al dólar pierde, les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo o el que depositó dólares, recibirá dólares. Son demasiados las declaraciones fallidas respecto al dólar por no comprender el proceso económico.
Tal vez esta sea una de las tantas devaluaciones más anunciadas que tenemos por delante. ¿Por qué cabe esperar una devaluación? Es cierto que, como dice Todesca, el saldo de balance comercial es positivo, lo que no aclara la funcionaria es que el saldo de balance comercial se da con una fenomenal caída de las exportaciones y de las importaciones. En los primeros 8 meses del año, las exportaciones cayeron todos los meses respecto al mismo período de 2019 y, además, acumula una baja del 11,8% en el período mencionado. Por el lado de las importaciones, también caen todos los meses y la baja acumulada es del 24%.
También es cierto que la cuenta corriente del balance de pagos es positiva, con lo cual es más insólito que el BCRA se esté quedando sin reservas.
El primer problema que se presenta por la escasez de dólares es que el estado confisca parte de los ingresos de los exportadores, en particular del complejo agroalimentario.
En efecto, si una persona produce soja, es obvio que esa soja es de su propiedad. Si vende esa soja a otra persona del exterior y le entregan dólares a cambio de la soja que vendió, esos dólares deberían ser del productor, sin embargo aparece el estado y le dice: no, esos dólares que te dan a cambio de tu soja me los quedo yo y te doy estos pesos que se derriten como una barra de hielo en el desierto. Pero además, ni siquiera te doy el tipo de cambio oficial de $ 82, sino que te doy un dólar a $ 57,4 contra un mercado libre que cotiza a $ 167. O sea que hay una brecha cambiaria del 190% entre el valor de mercado del dólar y el tipo de cambio que el BCRA le reconoce al productor. Una verdadera confiscación del fruto del trabajo del productor que desestimula toda inversión y producción. Encima Heller propone cobrarles a los productores, entre otras personas, un impuesto sobre la riqueza, estableciendo una doble imposición.
¿Cuál es el horizonte cambiario de continuar esta política cambiaria? No van a ingresar dólares por turismo dadas las restricciones absurdas que estableció el gobierno con la cuarentena. Cuarentena que la OMS acaba de decir que no tiene que ser tan larga porque genera pobreza (al fin se dieron cuenta en la OMS del desastre que estaban haciendo en el mundo).
Tampoco van a ingresar dólares por inversiones directas para poner una fábrica o comercio de cualquier tipo porque el gobierno ha perdido toda credibilidad y no genera confianza.
No vamos a tener ingreso de dólares por el lado de los créditos porque nadie le quieren prestar a un país que es defaulteador serial y encima insolvente.
Lo único que queda como ingreso de dólares son las exportaciones, pero el gobierno las castiga con un tipo de cambio artificial más bajo y, encima, al sector más competitivo de la economía los castiga aún más por exportar.
Sabemos que van a faltar dólares al tipo de cambio oficial y, por lo tanto, no habrá dólares para poder importar insumos. Ni bien la economía amague tener un mínimo de reactivación, el ministerio de Producción no va a autorizar más importaciones de insumos porque no va a haber suficientes dólares “baratos” para importar. Sin insumos, la escasa actividad que podría recuperarse se va a frenar y la crisis social derivada de la desocupación continuará. El déficit fiscal se mantendrá alto y el BCRA continuará emitiendo moneda para financiarlo, con lo cual habrá más inflación y un tipo de cambio que irá cayendo en términos reales agravando el sector externo.
Las opciones que tendrá el gobierno serán:
- Liberar el mercado de cambios y dejar que la cotización sea libre. Algo que tiene bajas chances de ocurrir en un gobierno con tendencias a controlarlo todo.
- Desdoblar el mercado de cambios, dejando un mercado libre para que la gente compre y venda dólares al tipo de cambio que fije el mercado u otro tipo de cambio comercial para el pago de las importaciones y las exportaciones. Esto no sería una solución porque el problema de un tipo de cambio artificialmente bajo continuaría haciendo que haya escasez de divisas.
- Simplemente devaluar el tipo de cambio oficial. Esta medida implicaría que, algún funcionario público, a dedo, decida a cuánto tiene que estar el nuevo tipo de cambio oficial. O sea, estaría eligiendo un número que le gusta igual que cuando uno compra apuesta a un número en la ruleta. Apuesta a ese número porque solo le gusta. No hay ningún respaldo científico como para que una persona diga cuál debe ser el precio del dólar.
Lo que sabemos es que hace rato que la gente no cree en el peso como reserva de valor y huye desesperadamente del peso. En este contexto de absoluta falta de confianza en el peso, la pregunta es: ¿para qué sirven las reservas?
Antiguamente, cuando había caja de conversión, la Caja emitía pesos contra el oro que había de respaldo a una determinada paridad. Cuando se abandona el patrón oro en 1922 y a partir de 1972, cuando Nixon declara la inconvertibilidad del dólar al oro, todas las monedas del mundo son simples papeles en los que la gente cree o no cree. Así de sencillo.
¿Y en qué cree la gente para aceptar esa moneda? En el prestigio de sus gobernantes, en la seguridad jurídica, en el respeto por los derechos de propiedad, en si hay déficit fiscal y el BCRA emite mucho dinero para financiar el déficit o emite poco. En definitiva, cree en una moneda por la seriedad de las instituciones jurídicas, políticas y económicas de un país.
Como en Argentina esas instituciones no son confiables, la gente no cree en el peso como reserva de valor. Es más, lo vive día a día cuando va a comprar al supermercado y advierte que tiene que entregar más billetes por la misma cantidad de bienes que compra.
La única forma en que un gobierno podría tratar de dominar ese rechazo a la moneda local sería mostrando que tiene suficientes reservas para respaldar el tipo de cambio artificial que establece el BCRA. Como hoy el BCRA no tiene esas reservas, la corrida hacia el dólar libre luce inevitable y también luce inevitable que el BCRA se quede sin reservas y finalmente tenga que devaluar.
En definitiva, lo que vemos en el mercado libre o blue de cambios es un anticipo de lo que va a ocurrir con el tipo de cambio oficial. Más tarde o más temprano el gobierno tendrá que optar entre paralizar la producción y crear un mayor caos social y económico frenando la importación de insumos o bien, dentro de la lógica intervencionista de este gobierno, devaluar el peso llevando el dólar a un nivel más alto. Ahí, empezará una carrera devaluatoria del peso que no sabemos hasta dónde puede llegar mientras el BCRA siga emitiendo moneda para financiar el déficit fiscal, porque no será que el dólar sube, sino que el peso seguirá perdiendo valor.
En síntesis, el problema cambiario no puede ser solucionado con medidas aisladas, requiere de un plan económico consistente y con autoridades que generen confianza. El problema es que el gobierno actual carece de ambas cosas, en particular de la segunda en particular cuando toda medida económica tenga que pasar previamente por el Instituto Patria para ser aprobada.
ESTA NOTA FUE ORIGINALMENTE PUBLICADA EN http://www.infobae.com