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lunes 12 de enero de 2009

Nuestro tiempo… el de la familia

Llegó el momento de revisar prioridades y agendas para hacer un lugar a aquellas cosas y personas que merecen más atención.

Nuestra vida nos lleva en ocasiones a tener ciertos órdenes y prioridades, algunos impuestos por la sociedad, otros por nuestras propias expectativas de vida, que se caracterizan por las corridas y por las horas interminables que tiene cada día, horas que por supuesto se esfuman y desvanecen dado que el aquí y ahora se presentan como un todo. El querer inventarle más horas al día, el fantasear con tener que estar conectado permanentemente, apartarnos de la vorágine cotidiana y podría seguir pensando… es más en varios supuestos o clisés que tienen que ver con una sociedad de mercado que nada se asemeja a nuestro interior, a nuestro motor: la familia

¿Pensamos en detenernos alguna vez? ¿Qué es lo que nos haría detener? Parecería que nada, o quizás podría ser todo. ¿Por qué esperar? El comenzar a considerar esto sería un primer síntoma, es decir algo nos estaría indicando que necesitamos empezar a mirar alrededor y encontrar que además de todo este correr hay algo más.

Mirar el entorno es mirarnos a nosotros mismos, es mirar a nuestra familia en el día a día, conectarnos con lo esencial, con el tiempo en relación a disfrutar, a ceder y modificar nuestros espacios de construcción habitual.

El construir un espacio propio, sin mercados. Donde cada momento sea único e irrepetible, son los primeros pasos. Dar lugar a emocionarse, a repactar el tiempo y las prioridades y permitirnos compartir espacios, juegos, salidas, lugares, risas y llantos.

Cada familia, cada habitante de ese espacio familiar es único y el tiempo debería serlo también.

El sentir que compartimos espacios, no solamente físicos, sino de interacción. La interacción no es solo el diálogo verbal, contabilicemos el diálogo gestual, el compartir un elemento ajeno con el cual podamos interactuar. Escuchar una misma música, ver una película juntos, preparar la merienda o la cena. Estas simples situaciones nos reconfortan como padres y nos llevan a encontrar esa armonía que necesitamos como motor para seguir creciendo junto con los nuestros. No olvidemos que necesitamos educarlos y ayudarlos a crecer con firmeza y con felicidad.

Pensar en que se puede modificar es empezar a creer que algo se puede lograr. Es reencontrarnos con el amor de la familia.

Empecemos hoy, llegó el tiempo en donde priorizar nuestra vida familiar, compartir y compartirla, es más que necesario y primordial, para nosotros como padres y para ellos como hijos.

Acompañemos a nuestros hijos en su desarrollo, crecer junto a ellos es parte de la tarea, ya es tiempo de reflexionar al respecto. Miremos nuestro interior, podemos. © www.economiaparatodos.com.ar

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