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jueves 14 de mayo de 2009

Obscenidades

El cierre de las listas para las elecciones legislativas volvió a poner en evidencia la impudicia de muchos políticos argentinos.

El final de la inscripción de las listas de candidatos para las elecciones del 28 de junio, ocurrida el sábado pasado, no pudo ser menos lastimosa. Candidatos peleándose entre ellos por un lugar del “queso” en la cara de la gente sin ningún pudor, sin ninguna vergüenza, con escenas que eran la confesión gráfica que lo único que les interesa es entrar en una repartija malsana de los esfuerzos de la gente.

El espectáculo brindado no pudo ser más bajo. Y esa característica les fue común a todos: a los Kirchner, a los que están con Kirchner y a los que dicen que vienen a remplazarlos por algo mejor. Es posible incluso que el adelantamiento haya metido a todos en un apurón que jugó como una inmensa lupa para ver inmundicias que en un lapso más prolongado se habrían disimulado.

La aparición rutilante de quien se autodenominó “un soldado incondicional, listo para jugar donde me llamen” –Néstor Kirchner– ha descollado –como siempre cuando se trata de exabruptos– por sobre las groserías generalizadas de los demás.

En primer lugar, un “soldado incondicional” no anda especulando hasta último momento con su “puesto de lucha”. Y recordemos que esa especulación fue llevada al extremo, ya que recién el sábado a última hora se confirmó su participación en las listas oficiales de la provincia de Buenos Aires. Decían que la movida se debía a intentar demorar el aluvión de impugnaciones de la oposición.

Luego está su sempiterna referencia al dinero, con el que parece tener un idilio personal cuando se trata de su bolsillo y una cuestión de cizaña irresuelta cuando se trata de los fondos de otro.

El ex presidente en ejercicio había dicho en Quilmes que eran “obscenas” las cifras que se gastaban en la campaña.

Todos interpretaron el dardo como dirigido a Francisco De Narváez, a quien Kirchner se ha referido muchas veces como “el empresario que tiene mucha plata”, sin perder ocasión para la ponzoña.

Sin embargo, surge la duda de si se estaba refiriendo a sí mismo, toda vez que el ¿gobierno de su esposa? gasta desde que asumió más de un millón de pesos por día en publicidad, un rubro que desde que el matrimonio se hizo cargo del Ejecutivo aumentó la friolera de 754%.

Pero supongamos que se refería a De Narváez. Y también supongamos que lo que gasta De Narváez es mucho. Muy bien, aún así hay una diferencia, como mínimo ética y como máximo de legalidad penal, entre los gastos de los Kirchner y los de De Narváez.

Los del candidato de Unión Pro, al menos, son recursos de él. En cambio, los que gasta Kirchner, sin rendirle cuentas a nadie, son nuestros. Es la sociedad con su esfuerzo impositivo la que fondea esas “obscenidades” inexplicadas. La Casa Rosada paga los aviones que Kirchner usa para su campaña electoral. También los helicópteros, los teléfonos, el personal, los bienes de uso, la infraestructura y hasta la productora de audiovisuales (La Corte) que filma sus apariciones. Eso sí que es cuanto menos obsceno, cuando no directamente ilegal.

Que un señor privado como De Narváez se haya encaprichado con ser diputado y luego gobernador (máxima posición a la que podría aspirar porque es colombiano de nacimiento) y haya metido la mano en su propio bolsillo para pagar una campaña puede caerle a Kirchner y a la gente más o menos simpático, pero la acción no es atacable ni desde lo legal, ni casi diría yo, desde la ética.

Por el contrario, que otro señor privado –porque le guste o no, eso es lo que Kirchner es– gaste el dinero público bancado por la sociedad para la búsqueda de un interés político personal, eso sí que no puede hacerse ni moral ni legalmente.

De modo que antes de tirar indirectas sobre obscenidades ajenas Kirchner debería fijarse en las propias y tener más respeto por el dinero que la sociedad paga para que él pueda darse sus gustos. © www.economiaparatodos.com.ar

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