Opinión: Brasil busca la prosperidad a punta de crédito
Un frenesí de préstamos de bancos estatales en los últimos cinco años amenaza la competitividad del país
El mes pasado, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, viajó a Davos, Suiza, con un mensaje para los inversionistas internacionales: Brasil está a punto de volverse más competitivo. «Quiero enfatizar que no vamos a transigir con la inflación», afirmó Rousseff. «La responsabilidad fiscal, a su vez, es un principio básico de nuestra visión de desarrollo económico y social».
De regreso a su país, Rousseff hizo una escala en Cuba, donde de forma inadvertida señaló lo contrario. El Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social, BNDES, ha inyectado en Cuba casi US$700 millones en créditos subsidiados para financiar la renovación del Puerto de Mariel. El 27 de enero, Rousseff inauguró el proyecto y prometió otros US$200 millones en créditos del banco estatal para una segunda fase de construcción. Ese mismo día, el diario brasileño Valor Econômico informó que Cuba es ahora el tercer mayor beneficiario de los préstamos del BNDES.
Un lujo de destino. Desde 1959, el país de los Castro ha acumulado una deuda externa y otras obligaciones en mora que ascienden a casi US$75.000 millones, incluyendo US$35.000 millones que le debe al Club de París. Cuba es uno de los morosos más notorios del mundo, y la economía de la isla está moribunda. Por tanto, sería un negocio de alto riesgo inyectar crédito en los bolsillos de los Castro.
Sin embargo, los desembolsos del BNDES no tienen que ver sólo con Cuba. Están ligados a la vieja aspiración del gobierno brasileño de convertirse en un gigante industrial a nivel global a punta de otorgar créditos. Odebrecht, la constructora brasileña que tiene el contrato para modernizar el Puerto de Mariel, es el gran beneficiario del préstamo subsidiado. Como lo expresó Valor Econômico, Odebrecht está de fiesta en Cuba, donde también ha sido contratada para remodelar los aeropuertos de La Habana con créditos subsidiados del BNDES.
La razón de ser del banco de desarrollo es la de subsidiar a las industrias brasileñas. Pero el crédito generoso del BNDES no cuadra con la declaración de Rousseff de que Brasil está a punto de convertirse en un país serio.
Gracias a las tasas de interés cercanas a cero impuestas por la Reserva Federal de Estados Unidos después de la crisis financiera, los inversionistas estadounidenses inundaron Brasil con dólares en busca de rendimientos más altos. El país se quejó con vehemencia de la política del banco central estadounidense —llegando incluso a acuñar la frase «guerra de divisas»— ya que las compras del real impulsaron su valor, lo que dificultó más las ventas de bienes brasileños dentro y fuera del país.
Por otro lado, los bancos estatales estuvieron de fiesta mientras los dólares llegaban a raudales. Ahora que la Fed empezó a reducir su estímulo económico, el flujo de dinero barato está disminuyendo y la playa brasileña está contaminada de créditos dudosos de bancos estatales.
Brasil no enfrenta una crisis inminente. El banco central indica que tiene unos US$360.000 millones en reservas internacionales. Sin embargo, con un déficit fiscal de 3,3% de su Producto Interno Bruto y una deuda bruta de 60% de su PIB, el perfil de inversión del país se está deteriorando.
Los préstamos del BNDES y otros bancos estatales como Caixa Econômica Federal yBanco do Brasil no están directamente incluidos en la deuda bruta. Sin embargo, debido a que dependen de transferencias del Tesoro y éste tiene que pedir prestado en el mercado para recaudar ese dinero, los préstamos subsidiados de los bancos afectan la deuda general.
Desde 2008, los bancos estatales se volvieron locos repartiendo dinero. El economista jefe de Goldman Sachs para América Latina, Alberto Ramos, me dijo en un correo electrónico que la cartera de créditos de Caixa «creció un promedio de 45% al año en el período de cuatro años 2009-2012». Los préstamos del BNDES crecieron 52% en 2009, 9% en 2010, 15% en 2011 y 18% en 2012. En Banco do Brasil, el crédito se expandió 24% al año entre 2009 y 2012. Ramos escribió que «en total, la cartera de préstamos de todos los bancos estatales se triplicó desde el final de 2008 y creció más de cinco veces en Caixa».
Conforme aumentan las tasas de interés, el mayor costo de pagar la deuda pública causará que el déficit fiscal se amplíe más. Las onerosas políticas tributarias y regulatorias ya son una carga para el sector empresarial, y la inflación anualizada anda por estos días en 5,6%. Para combatir el alza en los precios, el banco central aumentó su tasa de interés de referencia, Selic, a 10,5%.
También está el tema de la calidad en lo que es una cartera de préstamos altamente politizada. En octubre la revista Economist informó que «documentos filtrados muestran que los analistas de Caixa piensan que las tasas de incumplimiento serán de entre 30% y 50%». BNDES parece tener también bastantes préstamos en peligro. Aparentemente prestó unos US$4.700 millones a las empresas dirigidas por Eike Batista. Su imperio se desplomó el año pasado después de que su empresa petrolera OGX solicitara la protección de la ley de bancarrota.
La distribución inadecuada de crédito cuando el Estado elige a quién respaldar es perniciosa. El analista John Welch, de CIBC World Markets, me dijo en un email que su propia investigación muestra que en 10 años, «los aumentos en el porcentaje de crédito subsidiado en relación al crédito en general han llevado a un declive en el crecimiento». También está la tendencia brasileña en años recientes a aumentar el proteccionismo para mantener vivas empresas manufactureras no competitivas que tienen créditos del BNDES.
Impuestos altos, un mayor proteccionismo, la distribución inadecuada de capital, tasas de interés más elevadas (para aquellos que no son elegidos como empresas nacionales a apoyar) y la persistente inflación no son la materia prima de una economía competitiva, a pesar de las promesas de Rousseff en Davos.
Fuente: www.online.wsj.com