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jueves 12 de octubre de 2006

Ordenamiento económico y consenso popular

El dirigismo tiene, respecto del liberalismo, una gran ventaja: permite prometer beneficios concretos y ofrece una seguridad –aunque ilusoria–respecto al rumbo que tomará la economía.

La imposibilidad de instituir un sistema económico basado en el libre mercado se explica, esencialmente, por la falta de consenso… Un partido que propugne la plena vigencia de la economía de mercado cosecharía un resultado electoral muy magro. Las propuestas intervencionistas, en cambio, cuentan con amplios márgenes de adhesión popular. ¿Tiene explicación el hecho de que, entre lo beneficioso y lo perjudicial, la abrumadora mayoría del pueblo argentino se incline por lo perjudicial? Se trata de un módulo de comportamiento contrario a la naturaleza humana. Lo natural es que los seres humanos tratemos de hacer aquello que nos beneficia. El pueblo argentino, en cambio, se inclina por aquello que nos perjudica…

El hecho de que la economía de mercado produce amplios beneficios y que la economía dirigida, en cambio, acarrea grandes perjuicios está fuera de cualquier discusión razonable. La apertura de un debate acerca de los beneficios de la economía de mercado es tan absurda como discutir la ley de gravedad o poner en duda la validez del teorema de Pitágoras. En la Argentina el tema tampoco se discute. ¡Se acepta como un hecho indubitable que la economía planificada es preferible a la economía libre! Es lógico, por lo tanto, que vivamos inmersos en el fracaso, la frustración y la desilusión. No hacemos nada para tener éxito.

Uno de los factores que podría explicar esta conducta colectiva es la ignorancia. Cabe suponer que es mucha la gente que desconoce los beneficios de la economía de mercado y que, por eso, se inclina por el dirigismo. Pero este argumento es relativo. La amplia mayoría de la población no tiene conocimientos técnicos de economía y, por lo tanto, no tiene un criterio formado sobre el tema. No se trata de que la población prefiere a Keynes respecto de Hayek. La amplia mayoría de la población desconoce por completo tanto a Keynes como a Hayek. Sin embargo, por algún motivo, prefiere las ideas de Keynes o, en todo caso, a quienes las representan políticamente.

El dirigismo tiene, respecto del liberalismo, una gran ventaja: que permite prometer beneficios concretos. Si un político dice que “habrá un tipo de cambio alto para estimular las exportaciones” está ofreciendo una propuesta desaconsejable pero aparentará estar dando una certeza. Si otro candidato dice “dejaremos fluctuar el tipo de cambio para que no se produzcan distorsiones en la estructura de precios relativos”, genera incertidumbre porque no puede asegurar en qué dirección el mercado se orientará (el dirigista tampoco puede asegurarlo, pero finge hacerlo y genera la ilusión de que logrará controlar el mercado).

Es bastante probable que por aquí pase el núcleo del problema. El dirigismo tiene la ventaja de que aparenta dar una certeza que el liberalismo no puede ofrecer. Es cierto que esa certidumbre es ilusoria, pero el pueblo tiende a “comprar” esas fantasías porque le hacen sentir una seguridad que le resulta tranquilizadora.

No se vislumbra, por el momento, una solución a esta inconsistencia sociológica. El país no tiene futuro en tanto este cuadro no se modifique. Ninguno de los dos sistemas, el liberalismo ni el dirigismo, pueden ofrecer certezas acerca del rumbo futuro de los acontecimientos. Las certezas sobre el futuro no existen en el campo de las actividades humanas. Podemos, dentro de límites muy estrechos, hacer conjeturas, hipótesis, especulaciones. Pero no hay certezas. La incertidumbre es inherente a la vida humana. Dentro de este hecho inmodificable, el liberalismo ofrece al menos la certeza de que las reglas no estarán concebidas para beneficiar a alguien en particular y que no serán modificadas arbitrariamente. Esto es lo máximo que humanamente se puede lograr. Lamentablemente, el pueblo argentino se deja influenciar por los “cantos de sirena” de políticos vendedores de ilusiones que fingen ser capaces de lograr que los submarinos vuelen y los aviones naveguen bajo las aguas. La pobreza, el desempleo y la marginalidad social son las consecuencias de esta confusión colectiva.

¿Qué tendría que suceder para que esta situación se modifique? Quizá, algo que parecería estar empezando a ocurrir ahora: que empiece a percibirse que el dirigismo no conduce a ningún futuro promisorio… Se trata de un fenómeno que todavía es muy incipiente y sería apresurado darlo como un hecho definitivo. Pero el dirigismo exacerbado que el gobierno de Kirchner ha venido aplicando en los últimos años no está dando lugar a una visión optimista respecto del futuro. Nadie en la Argentina se engaña acerca del hecho de que la mejoría experimentada por la economía en los últimos años está “atada con alambre” y que en cualquier momento todo el precario andamiaje existente puede desmoronarse. Por supuesto que esto no derivará en una revalorización de la economía de mercado, aunque sí al menos, quizá, en un incipiente replanteo de las creencias colectivas. Si eso se desarrollara, estaríamos dando un paso adelante. Que las arraigadas convicciones colectivas en favor del dirigismo empiecen a “aflojarse” sería muy positivo para nuestro país. No se puede afirmar que esto esté ocurriendo, pero la lógica de los acontecimientos podría llevar a que empiece a suceder próximamente. Si esto se confirmara, la posibilidad de encontrar espacios más amplios para expresar el pensamiento liberal quizá empezaría a tornarse una realidad. © www.economiaparatodos.com.ar

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