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jueves 9 de septiembre de 2004

Orlando Ferreres: “El motor para 2005 sólo podría ser la inversión”

Las cifras indican que en el país cada vez se produce menos. La razón, más allá de un tema económico, podría estar ligada al tipo de comportamiento que mantienen los argentinos. Hay que corregir la manera en que se conducen los dirigentes, abandonar las políticas populistas y generar un cambio profundo y verdadero en las conductas. Y si bien no existe una fórmula para hacerlo, Orlando Ferreres, economista del estudio Ferreres y Asociados, afirma que hay que buscarla.

– ¿Cómo se hace para hacerle entender a la sociedad que saquear al otro a través del Estado, como se hace continuamente en la Argentina , es un mal negocio a largo plazo?

– El problema acá es justamente ese. Se siguen reforzando los patrones de comportamiento negativo. En los países desarrollados, la gente sabe que trabajando tiene un resultado y que el orden produce sus frutos. Entonces, cada vez hay más trabajo, la gente se esfuerza en sus labores y cada vez hay más orden. En cambio, en los países que no son desarrollados –y a los que se los ha llamado de diversas maneras: pobres, subdesarrollados, en vías de desarrollo, emergentes– se da otro mecanismo. En vez de predominar las tareas de ahorro, lo que priman son las tareas distributivas. Se distribuye lo que hay, que siempre es poco, entonces lo que tengo que hacer es buscar a alguien que me dé algo.
En estas condiciones, por supuesto, trabajar no es la clave. El esfuerzo o la educación no son elementos importantes y, en cambio, lo fundamental es dedicarle mucho tiempo a las relaciones con el gobierno, que es el que va “tirar los huesos”. Hay que estar cerca de ellos, todo el tiempo.
Por lo tanto, se consume mucho esfuerzo en cosas que son improductivas y se distribuye lo poco que hay en lo que no se debería, en vez de generar ahorro y crecimiento.
Así los patrones de conducta se alimentan a sí mismos y se van creando costumbres de comportamientos que no son las indicadas, que son de subdesarrollo.

¿A lo que se refiere es que aquí hay una cultura de “no trabajo”?

– Se lo voy a explicar así: en Suiza la población económicamente activa, sobre el total de la población, está casi en el 90%. Es decir, todos trabajan. En Suecia, la población que trabaja está entre el 65% y el 75%. En España, que son más parecidos a nosotros, el índice está en el 53%. En esto países todos trabajan porque saben que a cambio pueden obtener resultados. En la Argentina, el porcentaje de la población activa era, en 1989, del 38% y ahora estamos en un 42%. O sea, menos de la mitad de la población trabaja y el resto se dedica a encontrar un mecanismo por el cual obtener algo de esos que trabajan, es decir, se dedica a conseguir que ese 42% le pague algo.

– Dentro de ese 42% de población económicamente activa que usted menciona, ¿también están incluidos los empleados públicos que no generan riqueza y que son un montón?

– Sí. Hay 2.300.000 empleados públicos, oficialmente. Pero tenemos, también, a todos los que están incluidos en los Planes de Jefas y Jefes de Hogar, que son otros 3.000.000, más todos los jubilados, que tampoco trabajan y algunos son muy jóvenes y se han jubilado por distintos motivos. La suma ya da más de 5.000.000 de personas.
Hay una gran proporción de gente que no trabaja y que, al no aportar, no reciben, y por eso se tienen que ocupar de ver cómo obtiene, generalmente con lobby, algo.
Por eso es que acá hay gran actividad de relación con el gobierno. Uno de los pedidos más comunes en la Argentina es: “¿No tenés un puestito en el congreso”.

– Es por eso que el problema económico no se resuelve si no se resuelve el problema institucional.

– Cuando se hace el Plan Marshall, después de la Segunda Guerra Mundial, se envían sumas importantísimas a Europa y sobre todo a Alemania. Y también se le envía a un grupo de sociólogos dirigidos por Talcott Parson, quien sostenía que si se mandaba el dinero solo, los países iban a repetir su conducta. No servía. Lo que debían hacer era ver cuáles eran las cosas que debían cambiar para que no volviera a suceder esto. En Alemania esto tenía que ver con que no se repitiera el fenómeno de los nazis. Entonces, lo que se hizo fue cambiar algunos valores culturales para que los alemanes siguieran siendo alemanes pero no tuvieran ese tipo de comportamientos negativos y malos.
Nosotros tendríamos que tener algo parecido. Que no nos den la plata sin enseñarnos el camino para poder cambiar los errores claves. Y esos errores vienen, esencialmente, de la dirigencia y no de la población. Yo creo que el error, al que luego le siguen todos, es, básicamente, la caza de puestos.

– ¿En pocas palabras sería que cada uno busca su propio “curro”?

– Tal cual.

– Otro tema. Según los datos disponibles, se observa que el nivel de actividad económica tiende a desacelerarse. Esto no quiere decir que estemos en recesión, pero lo concreto es que la tasa de crecimiento del nivel de actividad económica se ha reducido a la mitad a partir del mes de abril…

– La economía está en una etapa de “serrucho”: un mes sube, un mes baja, un mes sube y un mes baja. Pero desde el mes de febrero siempre dentro del mismo nivel. Al comparar con el mismo mes del año pasado, se demuestra lo que usted está señalando: tasas de crecimiento anuales cada vez menores. Y en esta línea, seguramente, llegaremos a fin de año con una tasa del 3 o 4% de variación positiva entre diciembre de 2004 y diciembre de 2003, o tal vez algo menor.

– ¿A qué atribuye esta desaceleración?

– Básicamente, a que en el primer trimestre de 2002 se llegó a tener solamente el 50% de utilización de la capacidad de lo que estaba instalado. Entonces, dando pequeños aumentos salariales que no generan inflación, se fue utilizando por mayor demanda esa capacidad ya instalada antes de la década del ’90. Y se fue usando eso hasta que llegó al tope.
Pero desde febrero, marzo o abril la naturaleza del crecimiento o de la recuperación ha cambiado. Ahora no se pueden obtener los mismos resultados por “aumentitos” de salarios porque se está al tope de la capacidad productiva. Ahora hay que hacer más fábricas, más galpones, poner más máquinas, más camiones, más tractores. Hay que invertir. Y para ello se requiere generar confianza.
Es decir, hay una agenda para el corto plazo de resolución de temas que generarían mayor confianza. Hay que dar un shock de confianza en la Argentina.

– ¿Y si no se dan las señales necesarias para generar la sensación de un ambiente de negocios para que haya inversiones, usted prevé que la tasa de crecimiento, finalmente, va a llegar a cero o de alguna manera se va a mantener? Porque el precio de la soja también bajó…

– Las exportaciones industriales no han podido crecer mucho a pesar de las devaluaciones y de tener el tipo de cambio real más alto del mundo. Las exportaciones al principio bajaron y ahora recuperaron lo que tenían en 2001. Por eso, el comercio exterior no parece ser el factor explicativo o el motor de crecimiento para el 2005. El consumo ya está en un nivel que difícilmente pueda aumentar más porque el salario es la forma de distribuir el producto social, pero primero hay que producirlo. Si se da mucho aumento de salario solamente, se va a tender a un aumento de precios. Sobre todo, cuando la capacidad instalada ya está utilizada. Entonces, el motor para el 2005 sólo podría ser la inversión. Pero hay que generar esa confianza de la que hablamos y un ambiente de negocios favorables, que no están, por el momento en la Argentina.

– ¿Y entonces?

– Podría haber un crecimiento chico si se optimizan sectores que todavía no están al máximo y de esa manera, junto con alguna forma de importar un producto que sea cuello de botella, puede lograrse crecer un 2 o 3%, lo que va a implicar que el desempleo no disminuya. Pero estamos en una situación bastante compleja, diría.
Durante la época de Alfonsín, el Producto Bruto no creció nada en toda la década. Más aún, bajó un 1% por año. Pero, por distintos mecanismos, como el sector público por ejemplo, la ocupación aumentó a un ritmo de 2% por año en los ’80. A ver si queda claro: 2% más de personas para hacer un 1% menos de producto. O sea, la productividad bajaba 3% por año en esa época y, en consecuencia, bajó de unos 25.000 dólares a unos 17.000 dólares por persona ocupada.
Esta es la verdadera competitividad: ¿cuánto produce por año cada persona ocupada? Y sin esto todo lo demás viene sobrando. Son factores importantes, pero cuánto producimos cada uno de los que estamos trabajando en este momento es lo que verdaderamente dice cómo estamos.
Lo cierto es que hasta ahora la productividad ha tenido leves aumentos, pero sigue baja y no mejora considerablemente. © www.economiaparatodos.com.ar




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