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jueves 25 de mayo de 2006

Otra vez aparece la corrupción en el caótico entorno de Lula

Mientras se acerca el período electoral en Brasil, aumentan las denuncias sobre casos de corrupción que rozan cada vez más de cerca al presidente brasileño.

A medida que se acercan las elecciones en Brasil, el volumen de las acusaciones de corrupción en torno a Luiz Inácio “Lula” da Silva -el desteñido presidente brasileño, jaqueado ahora en su pretensión de liderazgo regional por un ascendente e irrespetuoso Hugo Chávez- crece, como cabría esperar. Significativamente fogoneado por los partidos de la oposición, que perciben el cada vez más evidente deterioro de la imagen pública de “Lula”.

Por lo pronto, ya no es solamente la Cámara Baja la que investiga. También el Senado.

Pero hay nuevas y gravísimas acusaciones. Esta vez aparece la acusación de que nada menos que un tercio de los legisladores que integran la Cámara Baja de Brasil (unos 170 diputados) habrían recibido coimas para que pudieran hacerse reformas al Presupuesto Nacional. Para un país que pretende ser un confiable Miembro Permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, es todo un problema. La insólita “batalla” de San Pablo, contra la mafia que trafica drogas, también.

La acusación la formula una ex funcionaria del Ministerio de Salud, María da Penha Limo, ahora detenida (con nada menos que otras 54 personas) en el marco de la investigación de lo que gráficamente se ha bautizado como la “Operación Chupasangre”.

Ella sostiene que la operación consistió en autorizar una compra de ambulancias para las autoridades municipales, por un monto total de más de 50 millones de dólares, las que se habrían adquirido en importes significativamente más altos que los reales, de manera de crear un “excedente” que se “devolvía”, pero no al Estado, sino a los bolsillos de los señores legisladores. Típico, en muchas partes del mundo. Clásico, como esquema para “comprar” votos a la oposición y para mantener “lealtades”. En todas partes.

Hay algunas escuchas telefónicas que, aparentemente, contendrían conversaciones entre ayudantes de los legisladores discutiendo el tema y hasta sugiriendo la posibilidad de “eliminar” a un periodista “molesto” que estaba tras las huellas del escándalo, en el que se habrían distribuido reintegros del orden del 15% de la operación.

Esto se suma a las conocidas acusaciones en contra de “Lula” por presuntamente haber usado fondos ilegales para financiar su campaña, generados a través de “servicios” prestados por una agencia de publicidad. Otro mecanismo típico (clásico) de la corrupción de los funcionarios públicos. Y a las andanzas de un hijo del propio “Lula”, quien, bastante “rápido”, habría sido beneficiario, dicen, de contrataciones de una gigantesca empresa telefónica que trabaja para el Estado.

Lo más grave es que ahora hay quienes (antiguos colaboradores del Partido Trabalhista, como Silvio Pereira, un ex secretario del mismo) sugieren abiertamente a los medios que el propio “Lula” (y no sólo los ya defenestrados José Genoino y José Dirceu), que hasta ahora había podido quedar al margen de la contaminación moral, conocía (y habría aprobado) lo que sucedió.

Si esto fuera efectivamente así, no sería extraño que la izquierda, que ha demostrado ser corrupta, tenga que abandonar el poder también en Brasil. Luego de que el presidente enfrente, él mismo, un eventual proceso constitucional de destitución. Paradójicamente, la poderosa “Ordem dos Abogados do Brasil”, celosa defensora del orden constitucional, está estudiando ser la impulsora directa de ese lamentable proceso de destitución presidencial, que históricamente Brasil ya conoce bien.

A medida que nos acerquemos a las elecciones, las acusaciones seguramente subirán en tono e intensidad. No es sorprendente. Es normal, por desgracia. Así son las cosas y así es la gente del feo mundo de la política.

El pueblo lo sabe. Pero no siempre empuja hacia la limpieza, sólo cuando el escándalo es de proporciones. No obstante, cuando éste estalla, casi siempre resulta imparable. Sea quien sea el líder acusado en cada caso. Las únicas maneras de poder sobrevivir son, a juzgar por la experiencia contemporánea, infundir miedo, intimidar o recurrir abiertamente al autoritarismo-populista y al uso del terror como metodología, como es el caso de Cuba y Venezuela.

“Lula”, a diferencia de otros, no tiene la posibilidad ni la inclinación de tratar de manipular a los medios, que sospechan e investigan, tal como lo supone su propia misión social. Y esto, cuando hay motivos, derriba gobiernos. © www.economiaparatodos.com.ar



Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).




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