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lunes 2 de junio de 2008

Otro caso de falta de instituciones

El conflicto con los productores agropecuarios es un ejemplo bien claro y concreto de los problemas que surgen cuando se violan los principios de la democracia republicana.

Desde las columnas en Economía Para Todos, reportajes de radio o televisión, artículos en periódicos y cuanto medio he tenido a mi alcance, siempre he insistido en que las recurrentes crisis económicas y políticas que tenemos en Argentina son producto de la falta de instituciones, entendiendo por instituciones las reglas de juego que regulan las relaciones entre los particulares entre sí y de estos con el Estado.

Son las instituciones eficientes y permanentes en el tiempo las que permiten crear certidumbre sobre las reglas de juego y, por lo tanto, las que crean las condiciones para crecer en forma sostenida. La gran conquista del liberalismo fue limitar el poder de los monarcas, quienes actuaban como autócratas utilizando la fuerza bruta.

Una de esas reglas de juego básicas para poder crecer consiste en que los gobiernos elegidos por el voto, una vez en el poder, tengan límites a lo que pueden hacer. Gobiernos subordinados a la ley. Gobiernos que no puedan saquear a los contribuyentes, afectar sus derechos de propiedad ni limitar o anular las libertades civiles y políticas.

Claro, cuando uno habla de instituciones parece que estuviera hablando de cosas raras sin mucha aplicación práctica. En algún artículo anterior en Economía Para Todos traté de demostrar, con algunos ejemplos, las implicancias prácticas de tener instituciones sólidas, con una democracia republicana y un Estado limitado. Uno de los ejemplos que di en ese momento fue que, de haber existido instituciones sólidas los depósitos no hubiesen sido confiscados ni pesificados o los jubilados sistemáticamente esquilmados.

Bien, lo que hoy ocurre con el campo es otro ejemplo bien claro y concreto que puede darse respecto a la necesidad de tener un Estado limitado. Si existiera una democracia republicana, hoy los Kirchner no podrían hacer lo que está haciendo. No podrían haber lanzado este nuevo saqueo al campo. La justicia les hubiese puesto un límite o, antes, el Congreso les habría puesto un freno. Pero nada de eso funciona en Argentina. El Congreso ha violado la Constitución otorgándole poderes absolutos al Ejecutivo. No ha debatido ni este impuestazo ni ningún otro. Se ha limitado a ser un simple espectador de lo que está ocurriendo porque ni siquiera la oposición tiene fuerza en el parlamento para debatir este tema. Sobre este tema voy a volver más adelante.

La cuestión es que hoy llegamos a tal degradación de la democracia republicana que Néstor Kirchner aparece como el verdadero presidente mientras que su esposa se limita a funciones protocolares. En los medios podemos leer como es Néstor Kirchner el que lleva la voz cantante, el que convoca a legisladores, gobernadores, intendentes, les da órdenes a los ministros y decide si tal o cual medida se toma o se deja de tomar. Podríamos decir que estamos asistiendo a una especie de usurpación del poder. A un golpe de estado por el cual Cristina Kirchner fue desplazada de sus funciones dejándola como una presidente de utilería. Y si esto no es así, es decir, si no es Néstor Kirchner el que efectivamente ejerce la presidencia tras bambalinas, entonces, debería, en primer lugar, desmentir públicamente lo que se publica en todos los diarios sobre dichas denuncias y, en segundo lugar, tener el decoro de apartarse de la escena pública y dejar de estar reclutando tropa para combatir a los que no piensan como él. En otras palabras, Néstor Kirchner debería dar muestras claras y contundentes de qué no es verdad que su esposa es una presidente de utilería y que no la ha desplazado en el ejercicio del poder.

¿Cómo es posible que hayamos llegado a tal degradación institucional? La realidad es que, aunque sea políticamente incorrecto decirlo, ha sido la gente la que votó a Cristina Kirchner solo 7 meses atrás. Es más, los grandes centros urbanos mostraron en octubre pasado un rechazo a la falta de respeto institucional que venía ejerciendo Néstor Kirchner. Fue en los grandes centros urbanos dónde perdió el oficialismo. Pero fue en las regiones rurales y en el norte del país dónde Cristina Kirchner ganó. Las mismas zonas rurales en las cuales hoy la gente está enfurecida por el saqueo al que está siendo sometida. Y agrego, la institución que aparece como más combativa frente al impuestazo es la Federación Agraria, entidad que, ideológicamente, parecía la más cercana al gobierno.

Y aquí viene mi punto más políticamente incorrecto, muchos dicen desgarrarse las vestiduras por defender las instituciones, pero la realidad es que, más allá de lo que declaman, si las cosas marchan bien desde el punto de vista económico, aunque esa marcha sea artificial, votarán con el bolsillo de corto plazo dejando para otro momento el problema institucional. Y dije bolsillo de corto plazo porque, en el largo plazo, la falta de institucionalidad terminará traduciéndose en que el Estado también les mete la mano en el bolsillo a ellos.

Muchos dicen: ¿dónde está la oposición? Como dice mi amigo Hugo Martini, está donde la gente la puso con su voto, porque ni siquiera la gente tomó la precaución de buscar un contrapeso de poderes poniendo en el parlamento la suficiente cantidad de diputados y senadores de otros partidos que hoy pudieran estar frenando este descarado atropello institucional. Es cierto que el resultado electoral de octubre pasado deja muchas dudas sobre su grado de transparencia, pero, en definitiva, la realidad es que mucha gente seguía contenta comprando los electrodomésticos bajo el irónico argumento de las 24 cuotas sin intereses, cambiando el auto y cosas por el estilo.

Dicho más crudamente, si hoy la sociedad está al límite del enfrentamiento civil, es porque una parte de la población le dio la oportunidad al matrimonio de seguir abusando del poder.

Pero algo bueno parece estar pasando. ¿Qué? Que al principio los Kirchner fueron por lo militares y nadie dijo nada. Luego fue por las privatizadas y, bajo el argumento de que habían ganado mucho, las mantuvo sin ajustes de tarifas hasta llegar a la actual crisis energética. Pero tampoco nadie dijo nada. Fue por la Iglesia y nadie dijo nada, como cuando las Madres de Plaza de Mayo tomaron la Catedral y defecaron en el altar. Si hubiesen hecho eso en un templo islámico o en una sinagoga hubiera sido un escándalo internacional.

Hoy fueron por el campo y la gente parece decir algo. En las grandes ciudades, en los pueblos del interior, en el periodismo, en la gente común se nota el malestar. Tal vez la inflación galopante esté contribuyendo a que se manifieste el malestar general que hoy se vive.

La crisis económica ya está desatada y la que viene en poco tiempo más puede llegar a ser de una virulencia inusitada.

Esperemos que en esta oportunidad la gente entienda la importancia de tener instituciones sólidas y deje de privilegiar la artificialidad de comprar el televisor en 24 cuotas sin intereses y empiece a darle la importancia que tiene la existencia de un gobierno limitado. Que valore los beneficios de la democracia republicana, que ha demostrado categóricamente ser el mejor sistema para crecer en libertad. © www.economiaparatodos.com.ar

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