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jueves 30 de octubre de 2008

Otro traspié de política internacional

Como cabía esperar, Uruguay vetó en duros términos la candidatura de Néstor Kirchner a la secretaría general de UNASUR.

En materia de política exterior argentina, Néstor Kirchner pasará a la historia como el artífice central de una etapa muy poco atractiva de nuestra historia diplomática. Una era poco feliz, en la que todo, absolutamente todo, estuvo subordinado al objetivo presidencial permanente de maximizar el populismo para tratar de obtener el mayor respaldo doméstico posible. A cualquier costo. Aún al de modificar importantes posturas tradicionales argentinas, que había sido consensuadas por el espectro político a lo largo de los años, como increíblemente sucediera con motivo de la reunión reciente de la FAO a la que concurriera (ostentosamente trajeada, como siempre) nuestra Cristina de Kirchner, para defender lo indefendible, esto es los “derechos de exportación” a los productos del agro argentino, que lo han debilitado en extremo. Su grotesca intervención se cerró con el esperado aplauso (único y exclusivo) de sus “compañeros de ruta”: los disciplinados integrantes del “eje bolivariano”, alimentado por los petrodólares que distribuye (cada vez menos) don Hugo Chávez.

Esta es la etapa triste, a la que hemos bautizado (con dolor) como la de la “Patria Patotera”, conformada por actitudes que se resumen en una catarata de amenazas e intimidaciones, pero también en el abuso del poder, la falta de respeto por los compromisos asumidos, la violación de los tratados, la arrogancia en el trato, la ausencia de la cortesía más elemental, la mendacidad en la acción y, peor aún, la falta de respeto a los demás como vector central de la conducta propia. Actitudes todas, las antedichas, que no pueden ser sino absolutamente desagradables para cualquier interlocutor de nuestro país.

Pero además ellas han sido constantes respecto del Uruguay. A punto tal que conformaron la etapa quizás más dura de las relaciones bilaterales de toda la historia. Una en la que no hemos vacilado un instante en llevar al pequeño país vecino a la Corte Internacional de Justicia para tratar de convalidar así conductas domésticas poco felices. Y ganar así “tiempo y rédito político” en un marco signado por la prepotencia de los Kirchner.

Etapa insolente, dura y poco atractiva, en la que el propio tribunal “ad hoc” del MERCOSUR no vaciló en puntualizar específicamente todos nuestros incumplimientos a los pactos y compromisos asumidos en el marco de ese esfuerzo regional, sin que, pese a ello, se nos moviera un solo pelo. Lo que no debe sorprendernos, porque nuestro país está, además, incumpliendo otros laudos adversos de ese tribunal, actuando como si ellos simplemente no existieran.

Tanto que el Tribunal Permanente de la Revisión del Mercosur ha sostenido que las actitudes de la administración argentina causan “daño institucional” y “comprometen las bases mismas del proceso de integración”. Una vergüenza. Así son los Kirchner.

Nada de esto es para pararse y aplaudir. Porque supone mostrar nuestra cara más oscura. Y es traicionar nuestra historia y dar la espalda a la cortesía y a la corrección en el andar, actitudes normales de las que, por años, pudimos estar orgullosos. Es además asombrar, mal, a propios y ajenos. Es asimismo dañar nuestra imagen externa, aniquilando la confianza y generando rechazos. Es, finalmente, ignorar nuestras mejores tradiciones.

Por todo esto, lo que acaba de suceder en el ámbito de UNASUR no debe sorprender a nadie. Y, mucho menos, tomarse como un presunto “agravio”, porque es solo una consecuencia previsible de nuestras propias conductas.

UNASUR es un nuevo esquema de integración regional, nacido en mayo de este año, destinado fundamentalmente a tratar de “achicar” el ámbito del diálogo exterior en nuestra región. Dicho de otra manera, a tratar de diseñar, en el plano de la ingeniería social, una “identidad propia” edificada desde lo mediático a la medida de nuestros líderes circunstanciales, lo que es ciertamente un experimento peligroso desde que las identidades deberían ser el flujo natural de la historia. No una imposición tan pícara, como artificial y repentina. Falsa, en consecuencia.

Para Brasil, UNASUR puede quizás tener el propósito de procurar consolidar su pretendido “liderazgo natural” en la región, (i) excluyendo así del diálogo a la otra “potencia emergente” de la región, esto es a México y (ii) pretendiendo fortalecer “extra-muros” su propia dimensión construyendo su “espacio de influencia”, para con él fortalecer su interlocución con los Estados Unidos.

Esto a riesgo de dotar (como ha sucedido) a Venezuela con una “caja de resonancia” que hasta ahora no tenía, desde que su patológico líder, Hugo Chávez, corría siempre el riesgo cierto de tener que enfrentarse, de pronto, con un muy merecido: “¿por qué no te callas?”.

En UNASUR esto es prácticamente imposible, porque es un espacio en el que, ya se ha visto, se tolera a Chávez la “ingerencia constante en los asuntos internos de otros países de la región” en violación directa de nuestras tradiciones, con el riesgo de amenazar la paz y seguridad regionales. Y donde hasta se pueden conformar “comisiones investigadoras regionales”, como la que ahora estudia lo efectivamente sucedido en los enfrentamientos de Pando, en Bolivia, en la que el liderazgo de la misma está teñido de un color rojo intenso, que sugiere, desde luego, que no es ni imparcial, ni mucho menos neutra. A punto tal que la sombra oscura de crímenes de lesa humanidad cometidos en el pasado parece flotar sobre los hombros de alguno de sus miembros más visibles. Lo que es increíble, pero cierto.

UNASUR debe ser visto entonces como lo que es: el púlpito grande desde el cual se predicará y defenderá -incansablemente y con todos los recursos financieros de la región- la ideología hoy prevaleciente en la izquierda latinoamericana, con sus “matices” ciertamente, pero también con sus muchos “denominadores comunes”.

De allí la importancia de controlarla desde su interior. Lo que no se le escapa a la izquierda radical regional, progenitora del experimento.

Primero intentó, sin éxito, designar como su primer Secretario General, al boliviano Pablo Solón, asesor íntimo de Evo Morales, que fuera instantáneamente rechazado por Colombia que recurrió al mecanismo del consenso para evitar lo que, de otro modo, hubiera sido un desastroso “hecho consumado”.

Luego le tocó el turno a nuestro gran ególatra, Néstor Kirchner, que luce entre sus más recientes “laureles diplomáticos” la caminata estéril (ante las cámaras adictas que esperaban poder inflar los acontecimientos y salieron inesperadamente defraudadas por la realidad) por la jungla colombiana realizada “de la mano” de Hugo Chávez, cuando ambos pretendían legalizar la acción de las FARC, movimiento terrorista éste que se cansa de atentar -de mil inhumanas maneras- contra los civiles inocentes en violación de la protección conferida por las Convenciones de Ginebra de 1949 aplicables a los conflictos armados internos, lo que apaña sus crímenes de guerra, esto es sus “delitos de lesa humanidad” en tiempos de conflictos armados internos. Esto no parece preocupar demasiado a Kirchner y a sus encumbrados “compañeros de ruta”. Son cosas de una “juventud maravillosa”, a la que se toleran los crímenes y hasta se los perdona, como si no hubieran sido tales.

Esta segunda candidatura, que hubiera obligado a don Kirchner a tener (aunque solo quizás, porque Néstor se muere de risa de todos los compromisos que lo afectan) que pasar algunos ratos en Quito (sede de la secretaría) también fue torpedeada de inmediato. Y terminó siendo hundida.

Esta vez, por el Uruguay, país que -por autoestima- no podía hacer nada diferente. Golpeado e injuriado desde la Argentina, su presidente, Tabaré Vázquez, no tenía opción otra que vetar al Kirchner, a quien el siempre entusiasta presidente de Ecuador (cuando no) Rafael Correa candidateaba. A cambio seguramente de la construcción de una represa hidroeléctrica en su país, que ha sido prometida, con bombos y platillos, por los Kirchner quienes, curiosamente, han generado un gigantesco desastre energético en su propia casa, producto de sus enormes desaciertos en ese sector.

Tabaré así lo hizo saber, por escrito, a la Presidente “pro-témpore” de la organización, la Presidente de Chile, Michelle Bachelet. Sin preocuparse de las ruidosas protestas emanadas desde la elite radical regional, esta vez a cargo del ínclito David Choquehuanca, el verborrágico Canciller boliviano, que lamentó “profundamente” la decisión oriental, considerada como “un agravio” por la Cancillería argentina, en reacción típica de la época en que vivimos, la del personalismo populista más obvio.

Uruguay justificó su esperada decisión en las dañinas restricciones al tráfico internacional que han sido, por lo menos, “toleradas” por los Kichner y en la negativa a continuar con el dragado del canal “Martín García”, esencial para el tráfico fluvial de ambos países. Argumentos absolutamente suficientes como para no tener que recurrir a otras circunstancias.

“Sic transit gloria Néstor Kirchner”. Lo que quizás deba interpretarse como un presagio (o una suerte de anticipo sutil) de otras dificultades serias que ya se asoman en el horizonte para el matrimonio político que empuña el timón de la Argentina.

Toda una señal, que era inevitable. Lo grave es haber expuesto a un hombre al que muchos argentinos (con buenas razones) rechazan sin titubeos, pero que es un reciente ex presidente de nuestro país. El nuevo “papelón” acumulado por los Kirchner nos afecta, una vez más, a todos por igual. Una verdadera pena lo sucedido respecto de la UNASUR. Como tantas otras acumuladas en la fea etapa en curso: la de la “Patria Patotera”. © www.economiaparatodos.com.ar

Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

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