Toda pregunta que contenga la palabra hijos tendrá inevitablemente en su respuesta la palabra padres. Y el mundo en crisis para los hijos, será el mundo que le presenten sus padres, por este motivo me pregunto: ¿Cómo vivimos nosotros, siendo padres, las crisis del mundo?

Las crisis han sido una constante en la historia de nuestro mundo y seguramente lo será en el futuro, sin embargo no siempre la actitud del hombre frente a ella fue la misma. Frente a esto podemos tener la tentación de negar la realidad, de quedarnos en la queja, de posicionarnos como victimas de las circunstancias y como espectadores de lo que nos pasa.

En las crisis existe un denominador común:”Nada será igual que ayer”. Sin negar su complejidad, porque vienen acompañadas muchas veces de sufrimiento, miedo a lo desconocido, sentimientos de impotencia; son un terreno fértil para el cambio, son una oportunidad para capitalizar positivamente la adversidad y el duro camino que implica superarlas.

A veces los padres por un amor mal entendido a los hijos no los dejamos que vivan dificultades, les evitamos todo tipo de frustraciones, disminuimos a la mínima expresión la puesta de limites, con la pobre justificación: “No quiero que sufra”. A lo que la experiencia, la psicología, la filosofía, la ciencia responden y nos demuestran que esa actitud es la menos aconsejable para la educación de un niño. De esa forma, los estamos privando que ellos mismos, desarrollen los mecanismos internos necesarios para soportar y superar la frustración, buscar soluciones a las dificultades, aprender que toda crisis conlleva dolor de la mano de una nueva oportunidad.

Pero también, los padres podemos cambiar el lente y ver que las crisis presentan la oportunidad de ser protagonistas de nuestro tiempo Buscar “el para qué”, el sentido positivo de lo que nos toca vivir, permitiéndonos crecer, madurar y fortalecernos. Si protagonizamos nuestras crisis, ya seremos un ejemplo positivo para nuestros hijos, mostrando primero cual es la mejor actitud para enfrentarlas.

Si es una oportunidad, lo será para todos: oportunidad para discernir entre lo trascendente y lo transitorio, volver a lo realmente importante, reordenar nuestra escala de valores, reencontrarnos con nosotros mismos y utilizarla en la formación de nuestros propios hijos. De esta manera permitiremos que ellos aprendan, desarrollen y mejoren sus capacidades para enfrentar las futuras crisis que el mundo de los adultos sin duda continuará generando.

Se nos presentan dos caminos por lo tanto debemos elegir. Esta es la libertad que nunca perdemos, nada ni nadie nos puede quitar la libertad de elegir que actitud tomar frente a las crisis. De esta decisión dependerá primero como seremos nosotros y después como serán nuestros hijos. © www.economiaparatodos.com.ar

La licenciada Carolina Aramburu es miembro del equipo de profesionales de la Fundación Proyecto Padres

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