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domingo 15 de julio de 2012

Paradojas argentinas: Cristina hace caso a Don Álvaro, el liberal ingeniero.

Posiblemente contradiga a muchos si comienzo estás líneas diciendo que Cristina todavía puede estar tranquila. No, no soy parte del “relato”, pero tengo argumento para afirmar aquello. Es verdad que la economía se le desmorona, que no hay una política precisa para solucionar este estado de cosas, y que no cabe más basura debajo de la alfombra. Por más ingreso que obtenga, el Gobierno Nacional, si gasta más de la cuenta, inevitablemente se verá en problemas.Analistas políticos y económicos ponen voz de alerta. Ya nada será como antes. Así como le sucedió a Menem, y a otros tantos mandatarios, al oficialismo se le acaba la fiesta. Claro está que el invitado a ese evento era el pueblo. Desde luego que se trataba de una de esas "invitaciones" modernas, donde cada uno paga lo suyo, pero la división del presupuesto quedó en manos de ineptos. De ese modo, el "pagar lo de uno", se ha convertido en un "pagar lo de muchos", es decir, lo de todos aquellos que llegaron al festejo poniendo cara de "uy, no sabía nada", y argumentando que, lamentablemente, no concurrieron con dinero. Por la inseguridad, ¿sabe? Sí, sabemos eso y también el resto…

Si en algún lugar abundan los piolas es en la Argentina. Un culto al "me las sé todas" y al "hecha la ley, hecha la trampa". Después nos quejamos por supuesto. Ejemplos abundan: frente a los radares que miden la velocidad, el argentino siempre tiene un mail que le pasaron, advirtiendo dónde estos se hallan ubicados o en el mejor de los casos, algún dispositivo capaz de avisarle que se aproxima a la zona donde lo están filmando. Algo similar sucede con la alcoholemia, abundan los medidores "truchos", y la fórmula de algún brebaje capaz de neutralizar la resaca en sangre. Pero esto no es nuevo, podríamos escribir una enciclopedia con un sinfín de inventos.

Sin embargo, el problema ya no es sólo del invitado, también lo roza ahora, a quien organizó tamaña ceremonia: festival de cuotas para todos y todas, consumo indiscriminado, muy por encima de los ingresos, y de repente, se apaga la luz, se corre el telón y se termina el cuento. ¿Qué hacemos?
La respuesta también es una vieja receta: "la culpa no es nuestra".

Así es como hoy, Europa "se nos cae encima", y "la crisis mundial provocada por organismos internacionales de crédito", no nos toca gracias al modelo, pero… (siempre, hay un "pero"), si es necesario porque aquí se hicieron mal las cosas, bienvenida sea la crisis ajena, a formar parte del reino de la ultrajada “inocencia”. Poncio Pilatos no nos llega ni a la suela del zapato. Cristina Fernández parece haber hecho un master en lavarse las manos.

Ante la evidencia, hay que apelar a la metodología de la reiteración sistemática de la mentira. Aquel "estamos ganando" de los 80′, hoy se traduce en "estamos maravillosamente bien gracias a Él y a Ella". Claro que el hambriento, cuando la comida no le llega, sólo puede escuchar el ruido de su estómago, no el monólogo de una Presidenta. Estos son "detalles" que la jefe de Estado no ha tenido en cuenta.

En su Argentina, es decir, en la versión oficialista para que se entienda, la cadena nacional es la redención, el arma capaz de multiplicar los panes. El conflicto radica en que la ciudadanía, vive en la otra Argentina, la Blue o la paralela. Ahí no surte efecto el monopolio de medios, ni el atril, Angola, las muñequitas o los cerditos. Todo ello no alcanza siquiera para una empatía mínima, más bien se inclina para el lado opuesto. Todo esfuerzo de la Presidente, por vendernos el país al tipo de cambio oficial, fracasa. En ese contexto, la insistencia del método, hace que se caiga en un estado de abulia que, en muchas oportunidades, puede derivar en un hartazgo amenazante.

Para ser más gráficos, veámoslo con algún acontecimiento cotidiano: uno puede tolerar una llamada telefónica ofreciendo un servicio con múltiples beneficios, etc. Pero cuando las llamadas son insistentes y diarias, el grado de irritación deviene en mal humor o en reacciones ofuscadas. Se puede acabar incluso con cierta animadversión hacia el servicio o el objeto ligado al sonido inoportuno del teléfono.

Al parecer, Cristina Kirchner, no tiene quien le advierta de esto, y a esta altura, el sólo anuncio de la cadena oficial, provoca sentimientos muy parecidos al de los llamados de máquinas grabadoras interrumpiéndonos. Para colmo no hay ningún 0800 donde poder llamar para evitar que, nuestro televisor, se vea afectado impunemente por ese atropello.

La situación se ha tornado más grave encima por cuanto, ahora ya no alcanza con apagar la radio o la televisión. Es imprescindible escuchar qué es lo que dice. Y es que  podemos sorprendernos con la Presidente escarchándonos, por haber dicho en el supermercado "¡cómo subieron los precios!" o simplemente "que caro está el queso".

Cómo no entender, que su insistencia en aparecer en el momento menos pensado en nuestra TV, es justamente para que cuando vayamos al supermercado, tengamos la sensatez suficiente para decir: ¡Qué barato! Y si fuese posible, agregar un "eso sucede gracias a Néstor primero, y a Cristina luego". ¡Tampoco nos piden demasiado! Al menos, todavía, no insisten en que agradezcamos también al Secretario de Comercio…

Ahora bien, volviendo a la fiesta, es sorprendente lo pronto que ha terminado, máxime si se tiene en cuenta que todavía faltan tres años para que se produzca un cambio de mandato. Es decir, para tratar de dar con un anfitrión que no nos haga pagar de más, ni con trampa, la entrada al boliche, a la “farra”. Y es que, de seguir así, Argentina tendrá más similitud con un boliche donde todo sea baile, cumbia y salsa, que con un país de los que hoy sufren las crisis del malvado neocapitalismo. Para ser más precisos, el parecido será con Cromagnon: improvisación, corrupción, complicidades, víctimas, muertos, y ningún culpable preso…

¿Por qué evidenciando todo ello, Cristina no se ve jaqueada todavía? Por el simple hecho de tener el escenario despejado, para ir y volver una y cien veces de la ignominia al emparchado. Descontando que no hay políticas de Estado para revertir los obstáculos, todo lo que se hace es “tapar baches”. Así incluso lo manifestó la mismísima Jefe de Estado, al buscar con la vista a Débora Giorgi en la tribuna durante un acto, y recordar que no estaba allí por haber ido, justamente, a apagar un incendio de último momento. No hay políticas, pero tampoco hay políticos que se atrevan a estar del otro lado.

El miedo a las carpetas que afloran como si fuese pasto en tierra fértil durante el verano, hace mella. La AFIP se ha convertido en una 9 milímetros para muchos dirigentes, y en estos días advertimos que las balas también están pegando en el simple hombre de trabajo. El método no es novedoso pero tampoco es democrático. Nadie, sin embargo, pasa el límite del asombro y la queja. Triste es pensar que todavía, la capacidad de sorprenderse puede ser superada cualquiera de estos días.

Con la fiesta finalizando, es probable que la Presidente eche mano a nuevos recursos para que la diversión se extienda un poco más, y llegado fin de año, le dé el oxígeno el extraño receso que nos tomamos, aunque no se concurra a ningún balneario. Los argentinos son muy parecidos a los estudiantes que el viernes levantaron las tomas de los colegios, no por lograr el objetivo sino porque el calendario indica vacaciones de invierno, y eso sí se respeta como algo sagrado.

Con eso especulan en Balcarce 50, mientras se abren internas por la falta de sincronización en las versiones que debe darse a la prensa. Hasta que Fernández de Kirchner no ordene, los funcionarios están como la sociedad en general, aunque ésta no goce de los privilegios del voluntario amordazamiento. ¿Temor a las “represalias”? Si asentimos en la respuesta, hay que admitir que Cristina tiene más poder y fuerza de la que se ha especulado. Si acaso es negativa, hay que interiorizarse en la idiosincrasia nacional que impide el surgimiento de líderes con propuestas capaces de convertirse en alternativas.

¿Quién pone las manos en el fuego y afirma que Ricardo Alfonsín, Francisco De Narváez, Hermes Binner o los Rodríguez Saá, por citar desordenadamente a quiénes más votos recibieron en los últimos comicios, hoy están dispuestos a ser gobierno? Cristina descansa y abusa de ello. Si sumamos el mentado viento de cola y alguna otra variable que tiene entre manos la Presidente, habrá una caja diezmada pero con fondo capaz de estirar sino la fiesta, al menos la parodia y el grotesco.

¿Quién iba a decir que un gobierno progresista, nacional y popular como se auto define a sí mismo, iba a terminar haciéndole caso al Ingeniero? Pero así es…, como decía Don Álvaro: “Hay que pasar el invierno”. Y Cristina está dispuesta a hacerlo.