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miércoles 19 de septiembre de 2012

Perú: Ignorantes racionales

Albert Einstein decía que todos somos ignorantes, solo que en cosas diferentes. Si alguien estudia Derecho, decide ser ignorante en otras cosas, como en medicina, ingeniería y astronáutica.Por supuesto que ello no es malo. El intelecto humano es limitado. No es posible saber todo. De hecho no es posible saber la mayoría de las cosas. Por eso somos selectivos con lo que sabemos. Casi sin darnos cuenta, decidimos en qué nos mantendremos ignorantes. La ignorancia es, en muchos casos, una elección racional.

Para decidir en qué seremos ignorantes, seleccionamos primero lo que nos interesa o es útil saber para nuestra vida y descartamos saber cosas que nos es muy costoso aprender.

Cuando usted va a comprar un detergente, puede mandar hacer una investigación detallada y completa de todas las marcas a un laboratorio para saber cuál es realmente el que lava más blanco. Pero no lo hace porque cuesta mucho. Usa alternativas más baratas como comprar y probar o preguntarle a sus amigos. Descarta la investigación de un laboratorio a pesar de que le daría más información, simplemente porque es muy caro hacerla.

Cuando los seres humanos van a votar en una elección, se comportan como ignorantes racionales. En la última elección al congreso, si usted vivía en Lima, tenía que escoger entre 450 candidatos. ¿Estudió usted a todos ellos? ¿Comparó las ventajas y desventajas de cada uno? ¿O votó básicamente en ignorancia de cuál era la mejor opción?

Los votantes actuamos como ignorantes racionales. El beneficio de votar bien es casi inexistente para un votante. Hay solo una situación en la que su voto tiene un sentido: cuando la elección se define por un voto. En todos los demás casos su voto es intrascendente porque no cambia el resultado.

Pero como todos sabemos, eso no pasa casi nunca. El beneficio de votar bien es casi nulo pero el costo de votar bien es alto, si consideramos el tiempo y esfuerzo invertido en estudiar y analizar a todos los candidatos para elegir al mejor.

Ello explica por qué tenemos los congresistas que tenemos. Son consecuencia de un voto racionalmente ignorante. Por eso las vedettes, las voleibolistas, los cómicos y los artistas tienen buenas oportunidades en una elección. De pronto aparece uno en el show de Gisela y ya se sabe que baila bien, que es más de lo que se sabe de los demás candidatos. El costo de conocerlos es bajo y, como dice el refrán, más vale malo conocido que bueno por conocer, sobre todo si conocer cuesta.

De ello salen varias lecciones, pero quiero destacar dos importantes. La primera se relaciona con un artículo que escribí anteriormente: los sistemas de distrito electoral uninominal (en los que se vota en una circunscripción pequeña por un solo candidato al congreso) son mejores porque al haber menos candidatos se reduce el costo de aprender, con lo que el votante tiene más posibilidades de estar informado.

La segunda es que el voto obligatorio es una barbaridad. Con el voto facultativo las personas con menos interés (los que han decidido ser ignorantes en política por que no les interesa) se autoexcluyen de votar. Se retiran de la elección los votos de menos calidad (los que menos saben sobre los candidatos). Con el voto obligatorio fuerzas a votar a quienes son intencionalmente ignorantes. Los votos desinformados se incrementan, se reduce la calidad de la votación, y la calidad de los elegidos.

Si obligamos a quienes no les interesa la televisión a comprar televisores, tendremos televisores chatarra. Entonces, ¿qué congreso tendremos si obligamos a votar a quienes no les interesa qué congresistas se elegirán? Adivino: tendremos el congreso que tenemos.

Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 8 de septiembre de 2012.

Fuente: El Cato.org