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lunes 4 de octubre de 2010

Perdón

La muerte de Matías Berardi se suma a la de tantos otros jóvenes argentinos que encontraron el final a destiempo y que continúan esperando que los adultos dejemos de lado las mezquindades para cambiar la Argentina.

A Matías Berardi, a Nico y a sus compañeros
del SGS’ y de Deportivo Francesa.

A veces hay que hacer una pausa. No somos una máquina aunque se nos trate como tal. Hay dentro de cada uno una geografía especial que dista sustancialmente de aquella otra, llamémosla “terrenal”. Desde luego que estamos determinados por el contexto, pero la agenda que nos imponen en ocasiones dista tanto de la propia que es inútil prestarle atención siquiera. Hasta es posible que lleguemos a sentirla como una cachetada, una burla de una dirigencia tan ajena a nuestra “causa” que pareciera habitar en otra galaxia.

Si acaso esperan hallar en estas líneas alguna consideración acerca de las internas políticas, de las imágenes de los candidatos presidenciales o un análisis de sus oratorias y debates, lamento defraudarlos. Para quienes creen que en ello hay realidad, recomiendo frenar la lectura en este instante, porque el dolor y la bronca han socavado mi espacio. Ese pequeño reducto en donde anida todo aquello que nos permite, sin eufemismos, ser y resistir ya que “vivir” se ha tornado un verbo indiferente que sólo se conjuga si hay suerte.

No tengo mucho que agregar ni nada original para contar. Otra muerte a destiempo más y van…

El escenario donde estamos actuando sigue intacto, aunque muchos crean que cambia porque Hebe de Bonafini despotrica con total impunidad como, en rigor, lo ha venido haciendo desde su irrupción –junto al matrimonio presidencial– en todos los actos, o porque Cristina Kirchner asumió al frente del G-77.

Y es que Matías Berardi, su familia y sus amigos merecen, aunque sea en este instante, más atención que la que la política y el Estado les ha dirigido hasta hoy. La crónica, lamentablemente, no es inédita ni mucho menos casual.

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Lo demás puede esperar, si total sigue a modo de gatopardo, inerte, aun cuando genere tanto ruido efímero, furtivo y vano. Me pregunto: ¿de dónde surge el asombro repentino? ¿Dónde estaban los sorprendidos cuando estas mismas cosas pasaban y quedaban sepultadas por el silencio, la apatía y el hastío? ¿Recién nos damos cuenta de que esto que sucede no tiene sentido? De ser así habrá que aceptar, pues, que es real el refrán y “nunca es tarde…”, aunque la dicha tampoco sea buena. Porque si bien se mira, novedades no hay y los temas son monótonos y harto conocidos ya.

Ni siquiera la embestida oficialista contra los medios es noticia. Posiblemente hoy esté afectando el bolsillo de un número mayor de intereses, razón por la cual de la queja –pactando bajo la mesa– se pasa al grito mancomunado, como si las complicidades no hubiesen existido antes y como si el trayecto al “ahora” fuera una cuestión azarosa.

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Esta breve crónica de archivo pone en evidencia que aquello que ocurrió seis años atrás, cuando no había Ley de medios en Debate, es lo mismo que sigue pasando ahora, pese a todos los reclamos intentados, a todas las angustias acumuladas y, lo que es peor aún, a todas las voces que en el trayecto fueron silenciadas…

Del mismo modo, este otro hecho que se narra debajo como si fuese materia del pasado, da cuenta de que estamos en el mismo pozo ciego donde estábamos antaño. Sigue sin aparecer quién arroje una simple cuerda para sacarnos. Y es justamente a ese ser humano, sin que importe su enrolamiento a tal o cual estructura partidaria convertida en rompecabezas sin piezas, o en ruinas que se mantienen tan sólo porque se las sigue mencionando, a quien una sociedad entera busca denodadamente para votarlo. No pedimos demasiado…

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Si en todos estos años nada ha cambiado sustancialmente, no tiene mucho sentido intentar siquiera un análisis político. Sé que estas letras son, sin duda, injustas para muchos otros que han quedado también como “casos” perdidos en meras crónicas de diarios. A ellos, el Gobierno les dedica el más ruin de los olvidos, no los derechos humanos que priman y otorgan a terroristas foráneos asilados.

Ante estas notas tomadas al azar, no queda mucho más que agregar. Todo lo demás es humo y quimera que a esta altura, con los padres enterrando hijos como ley anti-natural pero impuesta casi por decreto de necesidad y urgencia ante la ausencia de Estado y de ideas, ya no interesa.

Es cierto, cuando el cerco se nos va cerrando al lado, más nos roza la fibra interna y reaccionamos con mayor virulencia. Pero podría haber callado y copiado textualmente en este espacio alguna de las tantas páginas que llené con idéntica temática creyendo aportar algo… y nada.

¿Por qué habría de cambiar este panorama en lo sucesivo si para quienes tienen el deber de velar por nuestra seguridad es más importante la pulseada con Héctor Magnetto que Matías, por ejemplo?

Este nuevo e inútil intento por despertar conciencias y decirles que la bala está cada vez más cerca de su hijo o de su nieto quedará en el archivo hasta dentro de una, dos o tres semanas cuando volvamos al cementerio preguntándonos cómo seguimos soportando todo esto…

Seguramente, la respuesta que a nosotros nos fue vedada desde el comienzo la puedan hallar los chicos que se reunieron para pedir que la Justicia no sea utopía, pero sobre todo para que la prevención sea, de una vez por todas, el leitmotiv de la política. Esos adolescentes tienen la clave para la salida: retomar la senda de los valores esenciales y enarbolar las banderas de los pilares fundamentales, el respeto por la vida, la dignidad, la decencia, la honestidad. Nada tan complicado que requiera explicarse demasiado…

¡Perdón Matías por recordarte hoy y dejar que mañana seas apenas una cifra de las estadísticas! Tal vez vos, desde arriba, puedas guiarnos con un GPS más eficaz para que no nos desviemos tanto de la ruta hacia la humanidad. © www.economiaparatodos.com.ar

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