Pese a las contradicciones, el kirchnerismo no cambia
Algunas medidas del Gobierno en los últimos días pueden plantear la pregunta de si está girando hacia el pragmatismo o no. En política exterior habría decidido finalmente abandonar el acuerdo con Irán, cuyo gobierno no demuestra el menor interés en que se cumpla. Está actuando un abogado del partido republicano como representante de Argentina en el juicio con los bonistas que no aceptaron el canje. El gobierno, a través del ministro de Defensa, ha sincerado que la Argentina ya no es sólo un país de tránsito para la droga, sino también de consumo y producción. Se avanzó en el sinceramiento de la inflación, aunque desconociendo lo que ello implica en términos de pobreza e indigencia. Para evitar el descontrol inflacionario se busca una política restrictiva en materia salarial. Los mercados en el día a día parecen haber descartado que el peor escenario esté próximo. Pero estos hechos parecen más decisiones forzadas por la necesidad de sobrevivencia para ganar tiempo, antes que un cambio de rumbo por parte del oficialismo.
El encendido apoyo del gobierno argentino a Maduro en la crisis que se ha desatado en Venezuela es clave en la posición interna y externa del Kirchnerismo. Los EEUU, la UE y el mundo desarrollado en general, al igual que la UN y la OEA, han asumido una posición crítica hacia la represión de las protestas en la calles llevada adelante y por el uso en ella de grupos parapoliciales integrados por militantes oficialistas. El gobierno argentino fue el primero de la región en tomar partido por Maduro, denunciando los “firmes intentos de desestabilización que enfrenta el país hermano” y llamando a la “solidaridad activa y a la defensa común frente al accionar de grupos autoritarios, las corporaciones y aquellos ligados a la especulación financiera y productiva, que pretenden gobernar de hecho y suplantar gobiernos surgidos de la voluntad popular”. Con términos más moderados, fue la posición que asumió después el Mercosur, grupo regional en el cual sus tres países más importantes (Brasil, Argentina y Venezuela) se ven políticamente amenazados por las protestas en las calles, aunque con modalidades, circunstancias y alcances diferentes. El lunes 17 el Canciller ratificó el apoyo a Maduro, pero este definido alineamiento ideológico en la política exterior se origina también en que la mayor amenaza del Kirchnerismo para su permanencia en el poder en los próximos meses es la pérdida del control de la calle. Es que en términos políticos, la crisis económica puede ser manejada en tanto y en cuanto no se pierda el control de la calle por la irrupción de la violencia.
Se trata de una amenaza determinada tanto por la historia argentina reciente, como por la realidad política contemporánea. En la Argentina, los cuatro presidentes que dejaron anticipadamente el poder desde el restablecimiento de la democracia en 1983 (Alfonsín, De la Rúa, Rodríguez Saá y Duhalde), lo hicieron en un contexto de dificultades económicas, pero cuando concretamente ellas derivaron en violencia callejera. Hoy esto se ha globalizado: en Brasil, las protestas, aunque disminuyeron en las últimas semanas, son la principal amenaza para la reelección de Dilma; en Ucrania, la estabilidad del débil gobierno pro-ruso de Yanucovich se ve amenazada por la violencia que se generó entorno a las protestas de los sectores pro-europeos en las calles; la llamada “Primavera Árabe” puso en evidencia que la pérdida del control de ellas fue del detonante de la caída de varios gobiernos; en Asia, el gobierno de Tailandia se ha visto sistemáticamente amenazado en los últimos meses por las protestas de la oposición; en Europa, tanto en Bosnia como en Montenegro, grupos de manifestantes en protestas violentas tomaron las sedes de los respectivos gobiernos. Por esta razón, moderar los efectos de la inflación sobre los sectores de menores ingresos y controlar la puja salarial que se ha desatado resulta decisivo, no sólo por razones económicas, sino ante todo políticas.
El oficialismo como siempre redobla la apuesta y han sido las manifestaciones de la Presidenta y el Jefe de Gabinete las más contundentes en este sentido. El miércoles 6 Cristina Kirchner acusó de desestabilizadores a los bancos y los medios, diciendo que intentaron “hacer volar por los aires” a su gobierno; atacó a la Suprema Corte por el fallo -que no acatará- que dispone incluir al Canal 13 del Grupo Clarín en la pauta de publicidad oficial y criticó a los empresarios -y en particular a las cadenas de supermercados- por no cumplir con los “precios cuidados”. El Jefe de Gabinete fue más lejos, al afirmar que la Suprema Corte -muy elogiada cuando falló a favor del Ejecutivo en la ley de medios- “pretende arrogarse la voluntad de legislar”. La Presidenta en los días siguientes profundizó esta línea a través de Twitter, criticando indirectamente a Tinelli entre otros y desde Calafate realizó una encendida defensa de su política energética, desconociendo que el costo creciente de las importaciones de energía es uno de los problemas centrales de la economía. Paralelamente, el oficialismo eligió a dos dirigentes de La Cámpora como sus nuevos representantes en el Consejo e la Magistratura, presionó al PJ bonaerense para que esta agrupación tenga un rol relevante en la reunión partidaria que se realiza el 22 de marzo e impulsó tanto al gobernador de Entre Ríos (Uribarri) como al Presidente de la Cámara de Diputados (Domínguez), para que avancen con sus candidaturas presidenciales y así disputar con Scioli en las PASO de 2015. A su vez, la Casa Rosada sigue presionando sobre gobernadores, intendentes y sindicalistas oficialistas para que acompañen a los militantes kirchneristas en el control de los “precios cuidados”.
En conclusión: algunos hechos políticos y económicos de los últimos días pueden plantear si el Gobierno ha comenzado un giro hacia el pragmatismo o si se trata sólo de ganar tiempo; la firme defensa de Maduro realizada por el gobierno argentino frente a la crisis venezolana muestra que el Gobierno no sólo mantiene su línea, sino que se anticipa ante el riesgo de enfrentar situaciones similares; es que el Gobierno percibe con realismo que tanto la historia argentina como la realidad política contemporánea muestran que se puede perder el poder si se pierde el control de la calle; a su vez, la Presidente insiste en acusar a empresarios y medios de intentar un golpe contra ella, los responsabiliza de generar las dificultades económicas de su Gobierno y critica a la Suprema Corte.
Fuente: www.nuevamayoria.com