Pobreza vs desigualdad
Es bastante frecuente que en la sociología político-económica los términos pobreza e igualdad se traten como sinónimos
Asimismo, ambas suelen relacionarse como un verdadero problema socio-político-económico. Sin embargo, darles este empleo sinónimo es bastante desacertado. La pobreza y la desigualdad son cosas distintas. También es incorrecto tratar ambos conceptos como «problemas sociales», ya que si bien la pobreza si es efectivamente un problema -y por cierto muy severo-, la desigualdad -en cambio- no lo es. Intentaremos de ilustrar lo hasta aquí dicho con un ejemplo.
Supongamos que tenemos cuatro personas: A, B, C, y D. Imaginemos que A tiene una mansión, B posee una fábrica, C un caballo y D cinco gallinas. Lo primero que salta a la vista es que A, B, C y D son todos ellos desiguales entre sí, tanto en lo que respecta a sus propias personas como en lo que se refiere a sus bienes. Si A es Juan y B es Pedro, resulta evidente que Juan no es igual a Pedro.
En cuanto a sus posesiones, a pesar de tener bienes mas «valiosos» que los que poseen C y D, A y B son desiguales entre si y, recíprocamente, pese a tener bienes menos «valiosos» que los que poseen A y B; C y D también son desiguales entre sí. Considerada, ya sea en forma horizontal o vertical, en forma cruzada o directa, entre los cuatro existe la más completa desigualdad. Ahora bien, desde otro ángulo, puede decirse que C y D son «pobres» respecto de A y B, y que estos últimos son «ricos» respecto de los primeros, donde las mansiones y las fábricas se consideran «mayor riqueza» que los caballos y las gallinas.
Figurémonos ahora que el gobernante de la isla donde viven A, B, C, y D, (que llamaremos G) decide -en un emotivo acto de «justicia social»- «limar las desigualdades» entre los primeros, trasfiriendo -como hacen todos los gobiernos del mundo- la riqueza o los ingresos de los «ricos» en dirección hacia los «pobres», para lo cual resuelve entregar media mansión de A a C, y media fábrica de B a D. Con lo que C pasará a tener un caballo y media mansión (que antes pertenecía a A) y D ahora tendrá en propiedad media fábrica y las cincos gallinas que antes poseía, en tanto que A sólo le quedará media mansión y a B media fábrica. ¿Ha eliminado o reducido G las desigualdades entre ellos? Obviamente la respuesta es no. Siguen siendo los cuatro tan desiguales como lo eran antes del reparto del «estado social» o «benefactor». No obstante lo cual, ha habido un cambio significativo ¿cuál es? Podría decirse que ahora -a primera vista- A y B son más pobres que antes y C y D menos pobres que antes del reparto del «justiciero social», pero si miramos más de cerca notaremos que media mansión no tiene utilidad alguna y -por lo tanto- ningún valor en el mercado, como no lo tiene medio auto, sino el coche completo. Lo mismo sucede con la media fábrica de B (y ahora de D) a ninguno de ellos le servirá para nada, porque lo útil y valioso era la fábrica entera y no las mitades divididas de ella. Ni media mansión le sirve para vivir a nadie, ni media fábrica le sirve para producir ni trabajar a nadie. Con lo que, en suma, los cuatro A-B-C y D han resultado hundidos todos ellos en la más absoluta pobreza. Moraleja: el redistribucionismo y las «políticas sociales de reparto» y de «justicia social» lo que redistribuyen y reparten es más miseria para todos. Pero, y esto es lo más relevante y significativo: no disminuyen las desigualdades, que ya existían antes, existen ahora y seguirán existiendo en el futuro, con o sin la intervención del gobierno. Lo que sí hizo el gobierno es agudizar las desigualdades entre los cuatro, y destruir la riqueza que existía antes de la intervención.
No se redujo la pobreza sino que simplemente se le dio otra dirección diferente. Incluso si la mansión y la fábrica pasan íntegras a C y D, tendremos invariable desigualdad y a la vez más pobreza.
Por supuesto, A, B, C, y D pueden ser una, ciento, miles o millones de personas y, de la misma manera, las mansiones, fábricas, caballos y gallinas pueden ser 1, 100, 1000 o millones. Podrán ser aviones o frutas, buques o zapatos, o sus equivalentes en dinero. El resultado final siempre será el mismo, se traten de los bienes o servicios que se traten.
El verdadero problema social es la pobreza y no la desigualdad, y en tanto la pobreza tiene solución incrementando la riqueza existente mediante la producción, el ahorro y la capitalización del mismo como sólo lo hacen –y pueden hacerlo- los mercados libres, la desigualdad no constituye «problema» alguno, como acabamos de demostrarlo. La desigualdad sólo consiste en un dato de la realidad y nada más que eso. Es cierto que mesiánicos megalómanospueden llegar a ver (y proclamar a) la desigualdad como «problema», pero tarde o temprano habrán de convencerse que, si así quieren considerarlo, comprobarán que como tal, no tiene «solución» alguna. Y no tiene «solución» porque no es un «problema». La «desigualdad» es meramente la excusa perfecta que tienen los envidiosos del éxito ajeno para tratar de arrebatarles por la fuerza o mediante artilugios político-legales, los bienes que los envidiados poseen en legítima ley.
Mientras los pretensos reformadores sociales de buena fe (de los de mala fe no hay nada que decir, excepto que parece ser que cada vez son más) no se concentren en la solución del verdadero problema que es la pobreza y -en cambio- erróneamente sigan enfocados en el falso de la desigualdad, la pobreza será cada vez mayor y más extendida en un mundo que fue, es y será siempre desigual. Y la solución a la pobreza es la creación de riqueza, la que sólo el mercado libre y el capitalismo garantizan.
Fuente: www.accionhumana.com