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miércoles 4 de septiembre de 2013

Política económica: muchas más preguntas que respuestas

Política económica: muchas más preguntas que respuestas

A los analistas económicos nos acribillan con muy buenas preguntas macroeconómicas, cruciales para la toma de decisiones individual.

A los analistas económicos nos acribillan con muy buenas preguntas macroeconómicas, cruciales para la toma de decisiones individual.

Algunos colegas hablan como si supieran más que lo que pueden saber. Allá ellos… y quienes los escuchan.

Aquí abordo la cuestión desde la perspectiva de los procesos decisorios públicos, diferenciando lo que aquí y ahora es posible saber y lo que no.

Vengo diciendo, desde hace algún tiempo, que antes de pasar al plano técnico, el abordaje de la política económica se tiene que hacer a partir de un par de claves: nadie, dentro del equipo económico, “gerencia”; y nadie, fuera del gobierno, le cree a las autoridades, por lo menos en materia económica.

Encargado de la política económica es un rol, no un cargo, que por consiguiente puede ser ejercido por el ministro de economía, o por algún otro funcionario. Rol gerencial, es decir, funcionario que junta las componentes de una política económica, para eliminar las incongruencias y afrontar los inevitables conflictos.

¿Quién gerencia, hoy, la política económica? Nadie. Cuando la presidenta de la Nación reúne a integrantes del equipo económico, Guillermo Moreno aporta contundencia y el resto vacilaciones. Por eso Moreno triunfa… algunas horas, porque no tiene ninguna victoria permanente para mostrar.

El otro problema que tiene el gobierno es que nadie le cree. Guillermo Calvo mostró, en la década de 1980, que una misma medida de política económica puede generar resultados muy diversos, dependiendo de si la población le cree a las autoridades. ¿Por qué los productores agropecuarios no salieron a sembrar trigo, cuando las autoridades anunciaron que devolverán las retenciones a la exportación del mencionado producto; por qué el blanqueo, o la supercard, no funcionan?

Es muy difícil, por no decir imposible, que un gobierno recupere la credibilidad perdida. Por aquello que Nissan Liviatan denomina “la trampa de la incredibilidad”, según la cual un gobierno no creíble tiene que hacer el triple de esfuerzo para que le crean la mitad, y como siempre vive en la duda de si finalmente le van a creer, tiene permanentemente la tentación de abandonar “la buena senda”, y la población lo sabe.

¿Qué se puede decir, a la luz de todo esto, del presente y futuro de la política económica? Que los estilos no se cambian también se aplica a la porción del gobierno que tiene que ver con la política económica. La semana pasada, en el salón de actos del Banco de la Nación Argentina, se reunió el equipo económico. Salvo que esté mal informado, no se juntaron para pensar, a partir de los datos objetivos, la agenda de trabajo que tienen por delante, sino para darse ánimos mutuamente.

Supongamos que la presidenta de la Nación hace un paquetito con todos ellos, y luego de darles las gracias por los importantes y patrióticos servicios prestados, los manda a su casa. Reemplazándolos por el mejor equipo económico técnicamente imaginable. No va a ocurrir, pero sigamos el ejercicio mental.

Si ello ocurriera, se solucionaría una de las 2 dificultades antes mencionadas. La de contar con un equipo económico que gerencie. No es poco, pero como muestran los casos de José María Guido, María Estela Martínez de Perón y Fernando de la Rúa, cuando en Argentina a la presidencia no se le cree, no hay idoneidad de sus equipos económicos capaz de compensar la debilidad política.

Digresión. La manifiesta debilidad política en la que Cristina Fernández de Kirchner tendrá que llevar adelante su presidencia, de aquí a diciembre de 2015, a muchos compatriotas les aumenta los miedos referidos a lo que podrá “llegar a hacer, producto de su desesperación o su venganza”. No comparto este temor. No puedo descartar los daños específicos, pero sí los generales (entre otras cosas, porque no veo cómo conseguirá suficiente número de diputados y senadores, para que le aprueben proyectos políticamente “suicidas”, por parte de personas que quieren seguir existiendo políticamente luego de fines de 2015).

¿Qué más se puede decir? Que no cabe esperar ningún esquema anticipatorio, que enfrente los problemas antes de que estallen. Esto quiere decir que –mientras sea posible- seguirán las distorsiones de precios relativos, las restricciones cambiarias, etc. Con parches, emisión monetaria, etc.

¿Qué hacer, entonces? Levantarse todos los días para actualizar los diagnósticos y actuar en consecuencia, pensando además en cómo uno se va posicionando, sobre la base de que a partir de diciembre de 2015 llegará a la Casa Rosada otro gobierno.

Esto, que parece poco, es fundamental. No pierda tiempo en tratar de estimar cuándo –producto de las circunstancias- el gobierno no tendrá más remedio que hacer “algo”, porque este cálculo es imposible. Claro que cuando no hay credibilidad el tipo de cambio oficial no alcanza para nada, claro que cuando un café cuesta más de 5 veces lo que cuesta un viaje en subte, la situación no es sustentable. Pero esto también podríamos haberlo dicho hace algunos años, y si hubiéramos tenido que hacer un pronóstico nos hubiéramos equivocado (el oficialismo lee mal esto, porque como todavía no explotó trabaja sobre la hipótesis de que nunca va a explotar, y que quien sostiene lo contrario persigue objetivos inconfesables).

Poco o mucho, es todo lo que se puede saber, para tomar decisiones.

(*) Director de Contexto (juancarlosdepablo.com.ar) y miembro del Consejo Asesor de Carta Política.

Fuente: www.cartapolitica.org