Hay un rumbo claro en la política ganadera de estos últimos seis meses que consiste en hacer todo lo que haya que hacer para que una eventual suba en el precio de la carne no afecte al objetivo del grupo gobernante de permanecer en el poder el mayor tiempo posible.
No se puede decir, entonces, que no hay objetivos claros y una dirección perfectamente trazada. Hay, además, mucha coherencia en la implementación.
Se puede decir que la política es errada, que no tiene nada que ver con la ganadería, que no es seria, que el interés general está subordinado al particular del matrimonio gobernante y su grupo. Pero no se puede decir que no hay un rumbo.
Que las consecuencias de esta ambición de perpetuarse en el poder lleven al desaliento a productores, industriales y comerciantes, así como al desconcierto del consumidor -que así nunca diversificará su dieta-, poco o nada le importa a quienes tienen el poder para decidir.
La obligatoriedad de un peso mínimo de faena
Una muestra de lo antedicho es la obra maestra del terror -por su concepción maquiavélica, pero quizá no por su impacto- de la política ganadera encarnada en la resolución 645, que limitó el peso mínimo de faena por debajo de los 300 kilos para, en teoría, aumentar la oferta en el futuro a costa de restringirla en el presente. Curiosamente justo antes de las elecciones de octubre.
¿Cómo se entiende políticamente la idea de restringir la oferta provocando una probable suba de precios? ¿Es que el gobierno se puso la soga al cuello, o sea todo al revés de lo que afirmamos antes? Nada de eso. El secreto fue que la medida tenía vigencia a partir del primero de noviembre de 2005, es decir, una semana después de las elecciones. De manera que quienes no querían/no podían llegar a los 300 kilos debían vender antes de que se pusiera en vigencia la medida, justamente en la semana de las elecciones, lo que provocó una baja o contuvo una suba.
O sea, pretendieron asegurarse una buena oferta en esos días críticos. Lo que sucediera después poco les importaba. Sucede en estos días que ahora están pagando los platos rotos, porque no hay oferta ya que las vaquillonas tienen que sobrepasar el límite establecido y no llegan. Pero las elecciones ya pasaron y ahora sí la cosa se les agrava. Lo único que tienen que hacer es eliminar la medida y listo. Lograron lo que querían en el momento adecuado. Los aplaudirán y todo por eliminar a esta pesadilla de resolución 645.
Podrían haber hecho lo mismo con los lechones o los corderos, imponiendo que sólo se podrían comercializar capones de mayor peso, pero estos animales no tienen peso político. La carne vacuna, sí.
Dicho de otro modo, para entender qué es lo que hará el gobierno en la política ganadera, y probablemente en otras amplias áreas de la gestión, es preciso identificar bien en qué forma una medida es funcional o no a las aspiraciones de perpetuación en el poder del grupo gobernante. Felizmente, que el gobierno carezca de escrúpulos y no le importe meterse en todo no quiere decir que es omnipotente y pueda lograrlo. Ante una fuerte escasez de la oferta de terneros y novillos es poco lo que puede hacer y deberá dejar paso a uno de los mercados libres más antiguos y mejor establecidos para el bien del país. © www.economiaparatodos.com.ar |