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lunes 22 de diciembre de 2014

Populismo para pocos. Miseria para muchos

Populismo para pocos. Miseria para muchos
El populismo, como parte del colectivismo, posee la particularidad de ser todo lo contrario a lo que su nombre pareciera –a primera vista- sugerir. Efectivamente, el populismo es un movimiento principalmente sectario, que privilegia a selectas minorías y excluye a amplias mayorías. Tal como dijimos, es una peculiaridad que deriva directamente del género del cual procede, el colectivismo. Eso explica la razón por la cual el populismo tiene fuertes manifestaciones de corte nacionalista:
«Considerar la tendencia universal de la política colectivista a volverse nacionalista como debida por entero a la necesidad de asegurarse un resuelto apoyo, sería despreciar otro y no menos importante factor. Incluso cabe dudar que se pueda concebir con realismo un programa colectivista como no sea al servicio de un grupo limitado, que el colectivismo pueda existir en otra forma que como alguna especie de particularismo, sea nacionalismo, racismo o clasismo, La creencia en la comunidad de fines e intereses entre camaradas parece presuponer un mayor grado de semejanza de ideas y creencias que el que existe entre los hombres en cuanto simples seres humanos. Aunque sea imposible conocer personalmente a todos los miembros de nuestro grupo, por lo menos han de ser del mismo tipo que los que nos rodean y han de hablar y pensar de la misma manera y sobre las mismas cosas, para que podamos identificarnos con ellos. El colectivismo a escala mundial parece ser inimaginable, si no es al servicio de una pequeña élite. Daría lugar, ciertamente, no sólo a problemas técnicos, sino, sobre todo, a problemas morales que ninguno de nuestros socialistas desea afrontar.»[1]
Esto va de la mano con lo que el profesor C. Sabino consigna en su célebre definición de populismo, cuando del mismo expresa:
«La oposición a la política tradicional, a «la oligarquía y el imperialismo», se engarzó entonces con un mensaje nacionalista, en el que resultó fundamental la prédica por la «justicia social» y la apertura de espacios de poder para quienes se sentían marginados.»[2]
Prueba cabal de que el populismo es esencialmente sectario, ha de encontrar siempre enemigos a quienes enfrentarse, y si no los encuentra deberá inventarlos. Esta es la línea de acción que han seguido todos los populismos de la historia y la que recientemente han reflotado los nefastos regímenes de los Kirchner en Argentina, Morales en Bolivia, Correa en Ecuador y el tristísimo experimento del castrocomunismo chavista venezolano. En todos estos ejemplos, los resultados han sido semejantes: exclusión social, elevación de los índices de pobreza, intervención a ultranza de la economía, desprecio al individuo y a los derechos del mismo. Y esas etéreas y demagógicas apelaciones al pueblo y a la nación, vacías y carentes de contenido, y sólo destinadas a embaucar a cuanto desprevenido incauto estuviere dispuesto a escuchar los cantos de sirenas de personajes sin escrúpulos como los nombrados anteriormente y todo su séquito de cortesanos y aduladores en el poder, lo que incluye, por supuesto, los infaltables pseudo-empresarios (mal llamados «capitalistas») que tan bien caracterizara Alberto Benegas Lynch (h) como modernos barones feudales al servicio del poder político. El colectivismo y su producto más repetido, en Latinoamérica al menos, el populismo es la filosofía del grupo, de la manada no-pensante, de la masa amorfa, de los idiotas útiles al servicio de un líder o un puñado de personas que desde el poder aspiran a lucrarse del siempre complaciente servilismo de sus súbditos. Es por esto mismo, entre otras cosas, que el profesor C. Sabino concluye su definición expresando:
«El populismo, en síntesis, fue más nacionalista que clasista, más antinorteamericano que prosoviético, más apegado a las grandes fórmulas vacías que a programas claros de gestión económica, con lo que se acercó en muchas de sus manifestaciones, indudablemente, al fascismo.»[3]
En el marco de su explicación sobre las paradojas del colectivismo, F. A. v. Hayek advirtió algo que es enteramente aplicable a una de las manifestaciones del colectivismo, como es nuestro actual populismo:
«Una de las contradicciones inherentes a la filosofía colectivista está en que, como descansa en la moral social humanitaria que el individualismo ha desarrollado, sólo puede practicarse dentro de un grupo relativamente pequeño. Que el socialismo sea internacionalista en tanto permanece dentro de la teoría, y que tan pronto como se lleva a la práctica, sea en Rusia o en Alemania, se torne violentamente nacionalista, es una de las razones por las que el «socialismo liberal», que es como la mayoría del mundo occidental se imagina el socialismo, tiene que mantenerse en el plano de la teoría pura, mientras que la práctica del socialismo es totalitaria en todas partes. El colectivismo no tiene sitio para el amplio humanitarismo liberal, sino tan sólo para el estrecho particularismo de los totalitarios.»[4]
Razonamientos totalmente aplicables al populismo, que ya ha demostrado sobradamente en su experiencia latinoamericana que ha terminado favoreciendo a grupos muy pequeños, representados por sectores elegidos adrede entre los jefes populistas, para ser privilegiados con dadivas y subsidios envueltos en atractivos y emotivos rótulos, tales como el de los «planes sociales», que no han tenido otro efecto –tras una larga experiencia- que hundir más aun a la gente ya pobre en la miseria, a la vez que generándole una dependencia psíquica y material al movimiento populista. Pero dado el hibrido ideológico que encierra todo populismo, tampoco han faltado prebendas y favoritísimos a ciertos «empresarios» amigos, que siempre se han mostrado absolutamente serviles con el régimen. Como especie del socialismo, el populismo conlleva sus mismas connotaciones en todas partes donde se le pretenda aplicar, tal y como -por otro lado- la experiencia histórica remota y reciente confirman a cada paso.
El carácter sectario del populismo se revela en la necesidad de la pertenencia al partido, a la militancia, a la organización, al movimiento, o denominaciones similares, que ponen de manifiesto la condición excluyente para todo aquel que no pertenezca a la tropa y como tal no rinda culto y obediencia incondicional al líder de la secta.


[1] Friedrich A. von Hayek, Camino de servidumbre. Alianza Editorial. España pág. 179
[2] Carlos Sabino, Diccionario de Economía y Finanzas, Ed. Panapo, Caracas. Venezuela, 1991. Voz populismo latinoamericano.
[3] C. Sabino, Diccionario….ob. cit. Ídem. Voz populismo latinoamericano.
[4] Friedrich A. von Hayek, Camino de servidumbre…ob. cit. pág. 180-181

Fuente: Accion Humana