¿Por qué fallan los economistas en sus predicciones?
En momentos de crisis los dedos acusadores señalan a los economistas como los responsables de no predecir las crisis, pero ignoran las particularidades de esta ciencia
La ciencia económica en el banquillo
A menudo escuchamos en los medios y en la calle un reclamo social a los economistas por no acertar en sus pronósticos macroeconómicos. La crítica no es menor, pues ya se ha puesto en duda no sólo el “arte” de la predicción, sino también al carácter “científico” de la economía.
La economía es una ciencia, y quizás una de las más complejas. Si bien los economistas podemos ser agrupados bajo el uso de distintos métodos, en general nos manejamos con un lenguaje común, utilizamos modelos con relaciones causales entre variables y predecimos lo que ocurrirá en una zona geográfica si un Gobierno interviene un mercado bajo una específica política económica.
La economía es de las ciencias más complejas porque no puede el economista-investigador crear un experimento de laboratorio para simular el mercado de la misma manera que se procede en la física o la química. Aun si pudiera reunirse a una cantidad de gente para simular un mercado como intenta la economía experimental, igualmente persistirían diferencias con esas otras ciencias “duras”.
En la física o en la química, ante cierto estímulo los agentes reaccionan siempre de la misma manera. En economía, esto no ocurre. El ser humano no reacciona, sino que actúa. Ante cierto estímulo, el individuo no actúa siempre de la misma manera. Incluso el mismo sujeto actúa diferente ante el mismo estímulo en momentos diferentes.
Debemos reconocer, sin embargo, que si bien el economista puede predecir lo que ocurrirá en un mercado ante cierto estímulo de política económica, esta predicción será sólo cualitativa, respecto de la dirección que tomará una variable en el corto o en el largo plazo.
La ciencia económica no permite al economista predecir científicamente con exactitud la magnitud de los cambios que se generará en ciertas variables, ni tampoco el momento específico en que se generarán los resultados predichos. Esto último no es otra cosa que el problema del timing. Sabemos lo que ocurrirá, pero no podemos precisar en qué momento lo hará.
El mundo empresarial, sin embargo, se guía por estas variables macroeconómicas, algunas de las cuales pueden medirse, como la inflación, el desempleo, el crecimiento económico (PIB) o el tipo de cambio. Es de interés de los empresarios que los economistas le comuniquen con el menor grado de error posible qué valores tomarán estas y otras variables en el corto y mediano plazo, pues sus decisiones de inversión dependen directamente de ello.
Los economistas teóricos estamos fallando en explicarle a la gente los límites de nuestra ciencia, y los consultores están fallando en explicarle a sus clientes los límites de sus predicciones.
Es allí donde sugiero aprendamos a distinguir entre el economista científico, preocupado por la economía teórica, y el quehacer del economista práctico o consultor, que basado en el análisis económico intenta predecir cuantitativamente lo que ocurrirá con estas variables.
La decisión falla muchas veces porque el economista recurre a un análisis basado en un modelo económico incorrecto. Pero el consultor también puede fallar si utiliza un modelo económico adecuado. Las razones son varias, pero el espacio me obliga a apuntar a unos pocos factores.
La diferencia entre la economía y una bola de cristal
En primer lugar, el consultor no sabe con precisión qué política económica aplicará el Gobierno. Ahora mismo en Argentina se crean variadas expectativas respecto a si el Gobierno devaluará o no el tipo de cambio oficial.
En segundo lugar, el consultor no sabe con precisión en qué momento se llevará adelante la política económica específica. Podemos predecir que el Gobierno devaluará, pero “cuándo” lo hará es un factor determinante para saber en qué momento se desencadenarán los resultados que la ciencia económica predice.
En tercer lugar, aun si el consultor acertara en la devaluación y tuviese conocimiento de parte de un agente del Gobierno del momento en que se llevará adelante la política, tampoco es posible predecir con exactitud todos los efectos que se desencadenarán porque esas variables se determinan también por las decisiones que la gente toma ante cierta política.
Predecir, por ejemplo, el valor que alcanzará el tipo de cambio en un día específico, requiere información de lo que hará el Gobierno, pero no se puede ignorar también que el tipo de cambio viene determinado naturalmente por las personas que actúan en el mercado cambiario: si masivamente la gente se comporta de una manera diferente a la que el Gobierno espera, es posible que la intervención falle en sostener el valor utilizando las reservas, como ya ha pasado tantas veces en la historia de variados países.
El “arte” de la predicción necesita de la teoría económica, pero una predicción incorrecta no necesariamente invalida la teoría económica, como señalan muchos positivistas. El error en la predicción puede provenir de otro lado.
Clive Granger, premio nobel en Economía en 2003 por sus aportes a la “construcción de modelos empíricos”, sostuvo que “la construcción de un modelo será un trabajo en equipo, con aportaciones de teóricos, datos, y economistas que están al tanto de los hechos locales o de las limitaciones institucionales relevantes. Cuanto más grandes se hacen los proyectos más se resalta la necesidad del trabajo en equipos.”
El economista consultor se enfrenta entonces a un arte bastante complejo. Basándose en la teoría económica que cree correcta, formando bases de datos con largas series que resumen algo de la información que nos provee el mercado (series que muchas veces se preparan de forma defectuosa), deberá tomar conciencia de las limitaciones institucionales y tomar contacto con la política y con los mercados para construir una predicción que difícilmente se cumpla pero que le permita a sus clientes, los empresarios, tomar decisiones lo menos equivocadas posibles.
Los economistas teóricos estamos fallando en explicarle a la gente los límites de nuestra ciencia, y los consultores están fallando en explicarle a sus clientes los límites de sus predicciones. Si corregimos estos fallos, ya no sorprenderá tanto que nuestras predicciones sean sólo un acercamiento de los valores que estas diversas variables pueden alcanzar.
Editado por Adam Dubove.
Adrian Ravier es Profesor de Economía en la Escuela de Negocios de la Universidad Francisco Marroquín y Doctor en Economía Aplicada de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.
Fuente: esblog.panampost.com