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jueves 23 de enero de 2014

¿Por qué no se callan de una buena vez?

¿Por qué no se callan de una buena vez?

El ex Presidente de los Estados Unidos John Adams, solía decir irónicamente que en sus muchos años de vida (vivió casi 91), había llegado a la conclusión de que UN HOMBRE INÚTIL ES UNA CALAMIDAD Y DOS O MÁS SON UN GOBIERNO.

No contentos en apariencia con el desastre que han diseminado a nuestro alrededor con su manifiesta incapacidad y sus ambiciones sin límite, los funcionarios del gobierno de Cristina Fernández, siguen dirigiéndose a nosotros todos los días COMO INTÉRPRETES DE LA PIEDRA FILOSOFAL, mientras se derrumban una a una todas las defensas que contenían una marea desatada que se avecina como muy trágica.

Sin necesidad de ser economistas, ni astrónomos, ni tiradores del tarot y ni siquiera demasiado expertos en catástrofes, podemos advertir ya con espanto el país que van a dejar detrás de sí los K y sus secuaces: una deuda externa fenomenal, las principales cajas del Estado saqueadas: un transporte ruinoso y falta de combustibles esenciales para el funcionamiento de la industria y el campo son solo una mínima reseña elegida al azar.

Como con el INDEC, siguen mintiendo descaradamente sobre las estadísticas de la supuesta “década ganada”; en parte, es cierto, porque ninguno de ellos debe saber a esta altura de los acontecimientos dónde está el conejo y cuál es la galera.

Mientras tanto, siguen proclamando su fe a voces, en el momento preciso en que evidencian haberla perdido y la buscan desesperadamente por todas partes sin encontrarla, como diría Melanton.

Y lo más irritante, es que nos arrojan como petardos incendiados ciertas conclusiones “filosóficas” provenientes de una supuesta aptitud para seguir llevándonos de la mano hacia el porvenir, donde nos espera, según ellos y a pesar de todo, una buenaventura eterna (y para nosotros, un verdadero infierno).

Habría que preguntarse cómo es posible que pretendan seguir navegando por lo que parecen y no por lo que son, es decir como producto de una inalterable vanidad que les impide ver el cráter que

están dejando con sus desaciertos, convirtiendo finalmente sus locuras en parte de una cruel “fatalidad”.

En ellos, el remordimiento se semeja a la necedad de un perro que quiere morder una piedra sin lograrlo, como diría Nietzsche, considerándose imbuidos de una “gracia” especial: haber aparecido en nuestras vidas para “salvarnos” de nuestras penurias ancestrales y colorear el futuro con la brillantez de un arco iris.

Como el caso de muchos criminales, no consideran que sus actos hayan estado fuera del orden y la comprensión de la realidad, y, en medio de la pendiente por la que se deslizan, demuestran su extrañeza de que les echemos en cara, aún hoy, su conducta cínica e inmoral.

“Quizá una hormiga en el bosque se figura también (como ellos) que es el objetivo y el fin del bosque, como hacen quienes muestran su imaginación para contribuir a la destrucción de la humanidad” (Nietzche).

Han vivido entre nosotros con la idea orgullosa de haber contribuido a independizarnos de nuestras cadenas y de la incomprensión que hemos manifestado por ciertas “discriminaciones” sociales. Y nos han dejado enrollados los tobillos con otras para que solo podamos caminar como zombis de alguna película hollywoodense después de su partida.

¿No sería un buen momento para que se callen y dejen de vapulearnos? ¿No advierten que hemos pagado bastante caro ya el haberlos tolerado?

Les rogamos encarecidamente que nos dejen solos y sin su presencia para poder elegir por dónde seguiremos caminando. Que se olviden de que nos deben algo. Ya está: nos equivocamos y estamos arrepentidos.

Así es que POR FAVOR, VUELVAN POR DONDE VINIERON y dejen de azotarnos con sus delirios. Hasta un niño de diez años hubiera hecho mejor su tarea.

carlosberro24@gmail.com