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jueves 1 de abril de 2004

¿Portadores de apellido o portadores de ideología?

El Congreso del Partido Justicialista en Parque Norte fue la ocasión para un polémico debate acerca de la “portación de apellido”. Para el autor de la nota, en cambio, el problema más bien pasa porque el gobierno hace un culto a la “portación de ideología”.

La semana pasada asistimos al lamentable espectáculo del Congreso del Partido Peronista. Más allá de las caras conocidas y de aquellas que no lo son, y que actúan como simples “levantamano” a la hora de votar una decisión definida entre tres o cuatro, hemos presenciado una de las discusiones de alto nivel intelectual a la cual nos tienen acostumbrados nuestros políticos, todos ellos salidos de la “universidad de la calle”, salvo alguno que otro que estudió una carrera universitaria, pero que difícilmente podamos tener constancia de sus exámenes. En fin, el punto es que como el país no tiene prácticamente problemas importantes que atender, el debate se centró en si en el partido peronista (o como les gusta decir a sus integrantes, en el “movimiento”) debe dar lugar a las mujeres “portadoras de apellido” o no?

La chispa la desató la Senadora Cristina Fernández, a la sazón esposa del Presidente; y la respuesta no se hizo esperar por parte de la Sra. Hilda González, a la sazón esposa del Sr. Duhalde. Más allá de los detalles conocidos por todos, y sobre todo, más allá del grotesco espectáculo que brindaron todos los presentes en Parque Norte. Me pregunto de qué se horroriza la Sra. Cristina Fernández. Acaso el partido al que pertenece (y la gran mayoría de los otros partidos políticos también) no está lleno de portadores de apellido, hermanos, hijos, tíos, primos, esposas, novias, amantes, y siguen las firmas… Total que mientras ellos siguen con su jueguito político, nosotros seguimos pagando las consecuencias, a saber: inseguridad, piquetes, cortes de energía (de todo tipo), desempleo, inflación, violaciones a los derechos de propiedad, etc., etc.

Estimo que lo que está haciendo este gobierno más que propulsar un fin a la “portación de apellidos”, es un culto a la “portación de ideología”. Sin ir más lejos, la semana tuvimos una prueba cabal de esto con una serie encadenada de discriminación contra todos aquellos que pensamos distinto o que no enarbolamos la bandera del Che Guevara. El Presidente Kirchner, no escatimó cuanta medida fuera posible en pos de condenar las violaciones de lo derechos humanos, promoviendo la anulación de leyes (como si tal aberración jurídica fuera posible), dejando la puerta abierta de la casa de gobierno a todos los dirigentes de organizaciones relacionadas con los derechos humanos (algo que no sería un hecho criticable en si mismo, de no ser porque esa misma puerta se cierra automáticamente a todo aquel que proviene de un signo ideológico distintos al de esos grupos), otorgando indemnizaciones a los familiares de las víctimas del accionar del Estado, y lanzando iniciativas de todo tipo para mantener la memoria de aquellos años difíciles, como ser la creación de un “Museo de la Memoria” en la Escuela de Mecánica de la Armada, para lo cual no dudan en desplazar del lugar a todos los institutos educativos que funcionan en ese predio, perjudicando a alumnos (que ni habían nacido en aquella época), a educadores, empleados administrativos y a sus respectivas familias.

Si tenemos en cuenta lo mencionado en el párrafo anterior, las víctimas son sólo los desaparecidos, sus familiares, allegados y los integrantes de los grupos guerrilleros que actuaron en aquella época. Ahora bien, me pregunto ¿qué hay de los millones de habitantes que vivimos esos años en el país? ¿Se puede reducir toda la tragedia de los setenta a lo que pasó después del golpe militar de 1976 y el tema de los desaparecidos? ¿Acaso la década del setenta comenzó el 24 de marzo de 1976? Parece que para el Gobierno Nacional y los medios de comunicación que “le hacen la corte”, el resto de los millones de habitantes que vivimos y padecimos TODA la década del setenta no existimos.

Pues bien, para refrescar esa memoria “selectiva” que tienen algunos, recuerdo que el comienzo de la década del setenta nos encontró con un gobierno militar que había derrocado en 1966 al Presidente Illia (golpe fogoneado entre otros por los sindicatos peronistas) al tiempo que la guerrilla marxista ya estaba ejerciendo su accionar en el territorio nacional (guerrilla que a su vez fue incentivada por Perón desde Madrid). En el medio de ese panorama estábamos los ciudadanos comunes, como siempre trabajando, pagando los impuestos, tratando de cumplir y subsistir en una economía que cada año se complicaba más. Pero en el año 73, el país en su conjunto vivía un clima de euforia. El regreso a la democracia primero, y el retorno de Perón luego, hacían pensar que los años de las proscripciones, persecuciones y de la violencia terminarían. NADA MÁS LEJOS DE LA REALIDAD.

La mayoría silenciosa fuimos víctimas de todo tipo de atropellos y de violaciones a la ley por parte del flamante gobierno peronista. Desde la apertura de las cárceles, pasando por las renuncias del presidente y el vice, para culminar en la elección que llevaría al poder a la fórmula Perón-Perón. Al septuagenario líder no se le ocurrió mejor ofrenda para su pueblo que poner como vicepresidente a su esposa María Estela Martínez. Un país que era ingobernable para el propio caudillo, lo fue mucho más aún para su “desprevenida” esposa. No es lugar de ahondar en detalles de aquellos nefastos meses de gobiernos peronistas desde mayo de 1973 a marzo de 1976. Pero sí permítanme recordar que el Partido Justicialista gobernó con una mayoría absoluta y que sin embargo no pudieron hacer nada para controlar el propio caos interno que tenían dentro de sus filas. Ni el anciano líder ni mucho menos su mujer pudieron hacer nada para frenar la violencia desatada dentro de las corrientes internas movimiento justicialista.

Con una economía desquiciada por donde se la mire y con un grado de violencia nunca antes vista en el país, la Nación se dirigía, como un barco sin timón, directamente al abismo. En ese barco estábamos todos. La inflación, el “rodrigazo”, los controles de precios, el desabastecimiento, las huelgas, y sobre todo los violentos ataques terroristas LOS SUFRIMOS TODOS. ¿Y qué hacía la oposición? NADA, como siempre. La UCR a través de su líder, Ricardo Balbín (a quien un tal Fernando de la Rúa había acompañado como candidato a vicepresidente en las segundas elecciones de 1973), decía no tener soluciones para semejante momento de crisis. En realidad, difícilmente el radicalismo tenga soluciones para momentos de crisis.

Todo esto también forma parte de la década del setenta Señor Presidente. ¿No ha sido acaso el tercer gobierno de Perón y su esposa uno de los gobiernos mas patéticos de la historia argentina? ¿Y quiénes lo han tenido que padecer y pagar sus nefastas consecuencias? La respuesta es clara: TODOS los habitantes de la Nación Argentina, no sólo un minúsculo grupo que se auto proclama como las únicas víctimas de la década del setenta.

Y cuando hablo de nefastas consecuencias me refiero a un nuevo quiebre del orden institucional, que si bien ya se venía dando en la práctica, se consumó con el golpe militar. Parecería que los únicos que se vieron privados de sus derechos fueron los grupos guerrilleros que precisamente habían forzado esa situación. Parecería que el resto de la población siguió gozando de todos los derechos constitucionales como si nada hubiera pasado, como si los desaguisados del Proceso de Reorganización Nacional no nos hubieran afectado por el solo hecho de no haber sido detenidos ni haber estado a disposición del Poder Ejecutivo. Como si la censura, los controles y la falta de libertad no nos hubiera afectado. Como si nuestra desgracia se ciñera a no haber sido detenidos en aquel momento por la policía, el ejército o los grupos paramilitares.

Los que hoy se atribuyen el “monopolio de la victimización” se olvidan que por aquellos años hubo una mayoría silenciosa que también sufrió privaciones de tipo político y económica. Que también nuestras libertades fueron cercenadas. Pero claro, como somos una multitud silenciosa que votamos cuando nos dejaron y no tomamos las armas para ninguno de los dos grupos que se enfrentaron, ni nos proclamamos “salvadores de la patria”, ni vamos a escuchar los discursos del Sr. Castro en la Facultad de Derecho, entonces no se nos tiene en cuenta.

¿Portadores de apellidos o portadores de ideología? Estimo que en este país sufrimos los dos males. Portadores de apellido, SÍ, ya que si tomamos los nombres de los que nos vienen gobernando desde la década del setenta veremos que pocos son los que han cambiado en la dirigencia civil, sólo basta hacer un listado de los “personajes” de los que estuvieron ocupando algún cargo público entre 1973 y 1976 y compararlos con los que han estado involucrados en la política desde 1983 en adelante, son siempre los mismos, pero nunca tienen nada que ver con nada de lo que pasó, un caso digno para ser estudiado por las ciencias ¿cómo puede ser que estando siempre en el lugar de los hechos (y cobrando sueldos pagados por todos nosotros) nunca hayan tenido nada que ver con todo los que nos pasó? Portadores de ideología, SÍ, ya que todo aquel que no tiene una marcada tendencia socialista dentro de su esquema de pensamiento es discriminado automáticamente por el sólo hecho de pensar distinto.

Señores miembros del gobierno y del partido gobernante, si piensan que de esta manera se conduce un país para sacarlo de su peor crisis y proyectarlo hacia el siglo XXI (porque por si no se dieron cuenta ya estamos en el siglo XXI) están muy equivocados. El mundo sigue avanzando y no se va a detener para esperarnos. Mientras tanto le sugiero a los amables lectores que vayan comprando velas y desempolven la vieja máquina de escribir porque habrá que pasar un duro invierno. © www.economiaparatodos.com.ar



Alejandro Gómez es Profesor de Historia.




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