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jueves 28 de diciembre de 2006

Putin trata mal a un amigo de Kirchner

Rusia se propone ajustar el precio del gas que le vende a Bielorrusia y comenzar a cobrarle un fuerte derecho de exportación sobre las entregas de petróleo crudo. Estas medidas representan un duro golpe para el régimen del dictador Alexander Lukashenko.

Cuando la ex Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas propuso, hace ya un par de años, sancionar al aislado dictador estalinista de Bielorrusia, Alexander Lukashenko (líder autoritario que ha sido también objeto de sanciones por parte de la Unión Europea, por sus repetidas violaciones de los Derechos Humanos y libertades civiles y políticas de su pueblo), la administración de Néstor Kirchner curiosamente decidió –sin explicar nunca el porqué de su decisión– no acompañar esas sanciones y, simplemente, “miró para otro lado”.

Por la total falta de transparencia de nuestra política exterior, probablemente no sabremos nunca si esa curiosa decisión de no castigar a un notorio violador de Derechos Humanos fue tan sólo parte de la visión selectiva de nuestro presidente acerca de quienes tienen derecho a ser protegidos en materia de derechos humanos y quienes, en cambio, no. A dedo, por supuesto.

Quizás porque, pese a presumir de “campeón de los Derechos Humanos”, Kirchner –en rigor– procedió en función de aquello de “para los amigos todo, para los enemigos ni justicia”, reflexión obviamente reñida con la ética que alguna vez se atribuyó a Juan Domingo Perón.

Pero, quizás, también porque nuestra selectiva administración nacional “intercambió” algo (esto es, “negoció”) con Alexander Lukashenko para no acompañar a la comunidad internacional en su sanción a la violación de los Derechos Humanos de los bielorrusos. Alguna vez sabremos qué ha sido.

Para que usted, lector, tenga todo el cuadro en que esto sucedió, debo recordarle que Alexander Lukashenko es (junto con el presidente de Irán, Mahmud Ahmadinejad) uno de los poco atractivos –aunque íntimos– “aliados estratégicos” de Hugo Chávez, el patológico bolivariano.

Lukashenko está ahora nuevamente en problemas. Y Kirchner no podrá ayudarlo, esta vez. Porque, inesperadamente, Rusia se dispone a asestar un doble “mazazo” a Alexander Lukashenko. Lo que afectará adversamente a la economía bielorrusa. Primero, como cuando Evo Morales exigió un aumento del precio del gas a la Argentina, Vladimir Putin exige a Bielorrusia un fuerte reajuste del precio del gas natural que llega desde la Federación Rusa. Segundo, porque además se propone cobrarle un fuerte derecho de exportación por las entregas de petróleo crudo que, hasta ahora, llegaban a Minsk libres de todo cargo. Así, Putin se propone disminuir y eventualmente eliminar completamente, el enorme subsidio –del orden de los 4.000 millones de dólares anuales– que, desde Rusia, ha venido manteniendo en pie al régimen de Lukashenko. Un mecanismo similar, recordemos, es también utilizado por Hugo Chávez con Cuba, mediante entregas de crudo venezolano al régimen comunista a precios subsidiados.

Para Lukashenko –que acaba de ser reelecto presidente (como pretendía el kirchnerista Rovira, felizmente derrotado en Misiones) por tercera vez, con el 82% de los votos, después de intimidar o encarcelar sin mayores miramientos a sus distintos opositores– esto puede resultar “desestabilizante”.

La suba del precio del gas natural llevaría el precio de los mil metros cúbicos de 46 dólares que hoy paga Bielorrusia a alrededor de 200 dólares. Un aumento de cinco tantos, entonces. Durísimo.

Respecto del crudo, lo que sucede hoy es que Bielorrusia importa de Rusia crudo a precios subsidiados y lo refina y revende a Occidente, con un margen (diferencial) sumamente amplio.

Aparentemente, las medidas rusas se toman en represalia (aquí las llamamos “apriete”) por la cerrada negativa de Lukashenko a vender a la gigantesca empresa rusa de gas Gazprom la mitad del capital de la distribuidora estatal de gas de su país, Beltransgaz, que es una suerte de “vaca sagrada” para Alexander Lukashenko. Porque, seguramente, se “ordeña” fácilmente.

La amenaza es que la anticuada industria bielorrusa (de propiedad estatal, como corresponde a un régimen marxista) de pronto sea absolutamente incapaz de competir en cualquier escenario. Algunos ya especulan que, ante lo que está sucediendo, de pronto Lukashenko pueda (como tantos, en situaciones parecidas) “descubrir el mercado”. No es imposible. De sustos y espanto ya estamos curados. © www.economiaparatodos.com.ar

Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

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