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jueves 23 de febrero de 2006

Rebelión fiscal

El asesinato del oficial Sayago en Santa Cruz reveló, nuevamente, cómo muchas poblaciones argentinas no pueden soñar con un proyecto personal y familiar que los anime a encarar la vida con la posibilidad de progreso y de ascenso social. La presión impositiva es una de las responsables de esa falta de horizonte.

Como consecuencia de un estilo de gestión presidencial encerrado en sí mismo y que se siente obligado a actuar sólo cuando salen a luz los acontecimientos detectados por superficiales encuestas de opinión, el gobierno nacional se ha visto sorprendido por el estallido social en la localidad de Las Heras (9.299 habitantes), provincia de Santa Cruz.

Allí lo importante se convirtió en urgente y desplazó a lo políticamente conveniente. Pero pese al paso de los días, todavía se carece de un diagnóstico bien hecho y no se sabe por qué sucedió el estallido.

La inesperada reacción popular fue aprovechada por agitadores violentos que asesinaron impiadosamente a un valiente oficial de policía a quien las autoridades políticas enviaron desarmado con orden de enfrentar a una turba enardecida que portaba armas de fuego con munición gruesa.

Pareciera que la intemperancia y la agresividad del discurso oficial descendieron al terreno de los enfrentamientos callejeros y de las palabras se pasó a los hechos provocando una inusitada violencia social

En Las Heras hemos comprobado, sin ningún margen de duda, que el crecimiento económico carente de espiritualidad y de componentes culturales opera a la manera de una máquina de destrucción del orden social. Las poblaciones de pequeñas y grandes ciudades no pueden ser arrojadas a vivir sin esperanzas, en un entorno urbano árido y desquiciante que sólo tiene en cuenta las magnitudes del costo-beneficio.

No sólo de pan vive el hombre, dice el Evangelio, porque éste necesita alimentar su espíritu y alentar un proyecto de vida con algo más trascendente que la mera subsistencia alimentaria.

Muchas poblaciones como las de Las Heras no pueden soñar con un proyecto personal y familiar, que los anime a encarar la vida con la posibilidad de progreso y de ascenso social para ellos y sus hijos.

Pueden señalarse dos responsabilidades bien nítidas.

En primer lugar, la desaprensión de las autoridades comunales y provinciales porque no saben diseñar ni llevar a cabo una política inteligente de equipamiento y desarrollo urbano de calidad, que convierta a nuestros pueblos y ciudades en lugares agradables, limpios, ordenados y entrañables, aptos para organizar una vida familiar decente, con posibilidades de un futuro mejor.

Segundo, la presión impositiva que esquilma silenciosamente a las poblaciones humildes y de clase media apropiándose del fruto de su esfuerzo y les impide salir de una situación social en la que han sido incrustados cuando consiguieron el primer trabajo.

Cuando el horizonte de una persona está cerrado porque el fruto de toda una vida de trabajo honesto es confiscado por un sistema impositivo integrado por 67 impuestos que devoran los ingresos personales, se está gestando el odio que puede explotar en cualquier momento, como sucedió en Las Heras.

El sistema fiscal argentino provoca una apropiación inicua porque los tributos se quintuplican: se pagan impuestos cuando se gana dinero, luego cuando se gasta ese mismo dinero, después cuando se compran cosas, a continuación cuando las cosas se utilizan y, finalmente, cuando los bienes se conservan en el patrimonio familiar. Siempre que se haga algo están presentes los impuestos, las tasas, las contribuciones, los sellados, las cargas tributarias o sociales. Es un sistema fiscal atroz que no puede analizarse tomando impuesto por impuesto, ni jurisdicción por jurisdicción, porque su efecto letal se produce por acumulación de todos ellos sobre un único sujeto: la persona física real.

Veamos por qué en la localidad de Las Heras se produjo esta primera rebelión fiscal de la Argentina.

Sus habitantes quizás no lo comprendieran, pero se dieron cuenta de que el aumento de sueldos otorgado por la empresa petrolera era devorado por los impuestos que esa misma empresa les retenía por orden del gobierno nacional.

En esos mismos días, el ministerio de Economía, la AFIP y las estimaciones privadas se ufanaban sobre estos ignominiosos datos de la recaudación fiscal:


RÉCORDS DE RECAUDACIÓN FISCAL 2005
en millones de pesos
Impuestos cobrados por la Nación
$ 132.573,20
Impuestos provinciales (*)
$ 22.596,90
Impuestos de comunas y municipios (**)
$ 9.963,10

TOTAL DE IMPUESTOS COBRADOS EN 2005

$ 165.133,20
   
CARGAS IMPOSITIVA ANUAL MEDIA POR FAMILIA (***)  
$ 19.203 

(*) incluye revalúo de impuesto inmobiliario rural bonaerense.
(**) incluye ciudad autónoma de Buenos Aires.
(***) considera un núcleo familiar compuesto por 4,3 personas menores y adultos

Fuentes: AFIP, INDEC y diario El Cronista.


Esta detracción media anual de $ 19.203 por familia es francamente una acción salvajemente agresiva hacia la población, que de no corregirse presagia un nivel creciente de rebeliones fiscales como la de Las Heras.

Pero si queremos medir la presión fiscal real podemos tomar en consideración estos otros datos, también de fuente oficial.


PRESIÓN FISCAL PARA QUIENES CUMPLEN LA LEY
en millones de dólares
PBI 2005 medido en dólares corrientes
$ 142.300,00
Recaudación de impuestos en 2005 (medida a un dólar medio de $2,89)
$ 57.139,50

Si consideramos que la economía marginal (aquella que evade el pago total o parcial de impuestos) es del 38%, la presión fiscal sobre la economía en blanco es entonces de: [57.139,5 x 100] % [142.300 x (100–38)] = 64,8%

Fuente: Ministerio de Economía, INDEC, AFIP.


Cuando una persona honesta es expoliada en el 64,8% de sus ingresos honestamente ganados, no puede acumular capitales, no puede soñar con un futuro mejor, ni puede pretender un ascenso social de sus hijos. Por eso la rebelión fiscal por excesos de impuestos representa una legítima recusación de la obediencia fiscal y el derecho elemental de resistencia a un sistema legal confiscatorio, injusto y opresivo.

Las cifras confirman la insoslayable necesidad de proceder a un cambio copernicano en el sistema impositivo, que contemple la revisión, la simplificación y reducción de todos los impuestos, tasas, contribuciones y aportes coercitivos de cualquier jurisdicción que sean.

No hay otro camino para que la redistribución de los ingresos deje de ser un tema de retórica política y se convierta en lo que debe ser: la limitación del poder depredador del Estado sobre los ingresos de las personas, dejándoles conservar el fruto de su trabajo para que decidan con libertad y responsabilidad qué proyecto de vida prefieren para sí mismos y sus hijos.

Esta es la lección que nos dejan los dolorosos sucesos de Las Heras donde fue sacrificado un honesto oficial de policía de apellido Sayago. © www.economiaparatodos.com.ar



Antonio Margariti es economista y autor del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo para que todos podamos vivir dignamente”, editado por la Fundación Libertad de Rosario.




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