Las autoridades de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC) acaban de ser renovadas.
La etapa que ahora se inicia será conducida por el joven arzobispo de Camagüey, Juan García Rodríguez, un tan activo como prudente y valiente prelado de 58 años de edad, oriundo de esa misma ciudad, que salió del riñón mismo del pontífice Juan Pablo II, quien lo consagró obispo y promovió -luego- a arzobispo con sede en su ciudad natal.
Lo acompañarán ahora en su gestión, como vicepresidente, monseñor Dionisio García Ibáñez, el buen obispo de Bayamo-Manzanillo, y como secretario general, monseñor Emilio Aranguren, hoy prestigioso obispo de Holguín, en cuya diócesis precisamente se desempeña hoy, como misionero, el ejemplar joven sacerdote argentino, Jaime Morea.
La COCC, como es habitual, se desempeñará con un “Comité Permanente”, el cual estará integrado por el cardenal Jaime Ortega Alamino, arzobispo de La Habana, y por el mencionado obispo de Holguín, Emilio Aranguren, cuya influencia pastoral ha crecido significativamente en los últimos tiempos.
Cuba, cabe recordar, tiene ocho diócesis y tres arquidiócesis (las últimas ubicadas en La Habana, Santiago y Camagüey), con unas 600 iglesias católicas que están activas, en las que ejercen su ministerio unos 330 sacerdotes, de los que apenas la mitad -esto es, unos 155- son cubanos y el resto proviene en, cambio, de otros países.
Hay, además, unas 646 religiosas católicas, de las cuales solamente 130 son cubanas.
Ocurre que el bueno de Fidel no ve con demasiada “simpatía” a la Iglesia Católica, y mucho menos a las vocaciones religiosas. Porque él, y no otro, es el único Dios que -en su asombrosa pequeñez- él admite. Muy pronto veremos, sin embargo, que sólo Dios (y no Fidel) es eterno. Así lo enseña la historia, más allá de la retórica. © www.economiaparatodos.com.ar |