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jueves 16 de marzo de 2006

Ricardo López Murphy: “La clave política es construir un frente alternativo”

Frente a un poder gubernamental hegemónico que no se preocupa por mantener diálogo con nadie porque se autolegitima, ¿dónde quedó la oposición? Ricardo López Murphy, líder de Recrear, ensaya una respuesta a este interrogante y llama al diálogo entre los distintos sectores para construir una opción para los ciudadanos. Además, desde su visión de economista, analiza la actual coyuntura económica del país.

– ¿No tiene a veces la sensación de que en la Argentina quizás no exista más esa división de poderes que es lo que hace a la esencia de la República?

– Sí, tantas veces.

– Cuando uno ve lo que sucede en el Consejo de la Magistratura o cómo en el Congreso de la Nación se pasan, como los jugadores de fútbo,l de un equipo a otro con una facilidad tan grande, da la impresión de que este año lo que se va a estar discutiendo es ya no la política económica, sino los derechos civiles o la libertad de las personas. ¿Coincide con esta impresión o le parece exagerada?

– No, yo creo que ése es el escenario que lamentablemente refleja la realidad de nuestro país y es el que a mí me ha llevado a la idea de que la clave política en la Argentina es ayudar a construir un frente alternativo que tenga un programa muy simple.

– ¿Cuál sería ese programa?

– Uno que le dé a la gente una opción. Un programa que tenga como eje la defensa de la República y que contemple, por tanto, la división de poderes y el federalismo.
Hoy, en cambio, la clave del poder político se da en la ruptura del pacto federal, lo cual es muy grave. En primer lugar, porque es una violación a la Constitución nacional. Y en segundo término, porque ha sido funcional a la construcción de poder hegemónico.
Actualmente, hay un sistema de clientelismo generalizado. Para mí, el clientelismo se puede observar a tres niveles. Hay clientelismo para los indigentes, que es el que yo particularmente entiendo más porque en muchos casos está en juego y depende de eso la subsistencia de la familia. Pero, también, está el clientelismo para los políticos, que es el que permite las defecciones y las recompensas. Por último, está el clientelismo para los ricos. Acá hay un grado de acción prebendaria del Estado escandalosa.

– El tema del clientelismo en la Argentina es como el cuento de la buena pipa…

– La sociedad argentina convive con los cortesanos y prebendarios del gobierno todos los días. Y en tanto uno no está allí, puede esperar lo peor. Por eso es que, en general, todas las áreas más competitivas pueden esperar lo peor porque es difícil coordinar 200.000 productores ganaderos, por ejemplo.

– Yo no los veo cartelizados.

– No, claro. Justamente, no es posible hacer el ejercicio prebendario. Creo que la suma de la ruptura de la división de poderes, la ruptura del federalismo y el sistema clientelístico, junto con la inclusión de las fuerzas de choque dentro de la organización político-gubernamental y del régimen hegemónico, dejan al descubierto la generación de un escenario dramático, en términos de las pesadillas que podemos tener a futuro.
Por eso yo creo que la prioridad hoy es reestablecer la República. Yo hubiera preferido como escenario un debate más franco y más abierto en defensa de mis concepciones. Porque yo creo en la economía y en la sociedad abierta, creo en un sistema de incentivos, creo que el régimen de propiedad privada y de asignación descentralizada ha demostrado que es el que produce los mejores resultados en materia de bienestar y derechos humanos y de realización del ser humano. Pero sé que, dadas las circunstancias, no es ése el debate que tengo que dar.
Hoy estoy dispuesto a resignar, en el sentido de comprender que una coalición amplia va a tener ingredientes menos marcados de los que nosotros como espacio político seguramente pondríamos. Pero me parece que es vital que le demos al país esa alternativa. Una alternativa que pueda competir electoralmente, que pueda controlar al poder y que, en todo caso, actúe como un gran seguro frente políticas que son realmente muy equivocadas y que generan un daño muy grande a largo plazo en el rendimiento del sistema económico. Es necesario generar, frente a todo eso, una fuerza que reestablezca los equilibrios.

– ¿Cuáles son algunos de esos daños que usted prevé a largo plazo?

– Tendremos menos inversión y una mala asignación de la inversión, es decir, en áreas que nos empobrecen. Pero, además, agregaría que vamos a tener un encarecimiento de la inversión. Lo cual vaticina una mala performance en el largo plazo.

– Muchos economistas creen que todo pasa por ecuaciones y a veces no entienden el tema institucional o de los derechos de propiedad y jurídicos, que son factores que hacen o no funcionar a la economía.

– Leí el otro día las declaraciones de alguien que, defendiendo la medida gubernamental contra la carne y sus consecuencias a largo plazo, decía que no había que preocuparse porque si hace unos años habíamos destruimos todos los derechos del sistema financiero y, hoy por hoy, ya están todos los bancos funcionando de nuevo, quiere decir que no pasa nada… Y yo pensaba: a lo mejor este señor cree que hay que ir a otro saqueo, total, como “no pasa nada”.
Esa mentalidad es la que no ayuda al país y lo va hundiendo cada vez más y denota que no hay ni un gramo de cohesión social.

– Si el conjunto de la sociedad tomara conciencia de esta relación que existe entre el orden jurídico y el crecimiento económico, las cosas podrían ser distintas. Pero si el pensamiento es que “estamos bien mientras la inflación no se dispare y más o menos yo tenga un poco de trabajo”, las cosas se complican.

– La sociedad está anestesiada, y es explicable por qué lo está. Está anestesiada por haber logrado salir –sin importar a costa de qué–de la gravísima crisis causada por los errores acumulativos de política y la inconsistencia de los 90, más una fenomenal crisis externa.

– ¿Pero es el gobierno el que nos ha sacado de la crisis?

– A mi criterio, hay que tener en cuenta que hemos salido por dos razones. La primera tiene que ver con un cambio espectacular de las circunstancias externas muy favorable para la Argentina. Y la segunda, por una virtud, sí, que ha tenido la política gubernamental que es muy significativa en relación a nuestra historia, que es una situación fiscal muy holgada.
No sé si recuerda que en todas las discusiones que ha habido, cada vez que yo olfateaba la gravedad del problema fiscal, me decían: “pero si lo arreglamos, va a ser recesivo”. Lo cierto es que nunca tuvimos superávit fiscal tan alto y nunca tuvimos tasa de crecimiento más alta. Sin embargo, ¿ha notado que nadie más habla de eso?

– Sí, es verdad.

– Ése ha sido un aspecto de inteligencia del gobierno y creo yo que es la razón por la cual las inconsistencias asignativas, que tendrán efectos a largo plazo, no están aún afectando tanto en el corto plazo. Mientras ellos logren tener una situación fiscal controlada, eso les va a dar margen.

– De todas formas, si bien tienen la situación fiscal controlada, no pasa lo mismo con la tasa de inflación. Más bien, la tienen dibujada.

– En realidad, el número fiscal que hay que financiar no es simplemente el desequilibrio del sector público, sino que hay que financiar un gasto público muy particular que es la acumulación de reservas.
Si uno acumula dólares, lo tiene que financiar. Si uno acumula petróleo, lo tiene que financiar. Si uno acumulara cereales, lo tendría que financiar. La acumulación de dólares pone sobre el financiamiento de la economía una presión. La inflación se produce, entre otras cosas, porque los recursos fiscales no alcanzan para financiar las cuentas fiscales, los vencimientos, más la compra de dólares. Por eso es que es fundamental el manejo que se haga del fisco, porque el fisco tiene que alcanzar también para la compra de dólares. Cuando no alcanza, ¿cuál es la variable de ajuste del sistema económico? Recaudar más impuestos inflacionarios y eso es lo que estuvo detrás de la elevación de la tasa de inflación.

– Permítame que le agregue algo más a esto que usted está diciendo. Yo estoy convencido de que este gobierno, que se define a sí mismo como progresista, en realidad sigue un modelo…

– Que lo que agrava es la distribución del ingreso.

– Claro. Porque, en realidad, es un modelo consistente en dos factores de producción: capital y trabajo. Y acá el capital es caro porque el riesgo institucional en la Argentina es alto. Entonces, ¿qué le puedo dar al empresario que sea barato? El salario. O sea, por definición, esto únicamente cierra con salarios baratos.

– Y yo diría que el factor crucial de agravamiento de la situación distributiva es el siguiente: en la Argentina el debate por la distribución del ingreso está extraviado. ¿Por qué en la campaña electoral de 2005, en la que nunca pude lograr el debate con la por entonces, senadora de Santa Cruz, yo decía que se iba a agravar la distribución del ingreso? Porque en realidad, la distribución del ingreso es un producto de la heterogeneidad del sistema. Cuando en la China maoísta había una igualdad total en la máxima pobreza, ahí no había desigualdad. ¿Por qué en China hoy la desigualdad ha estallado? Porque ahora tiene la costa, que se ha modernizado, y el interior que vive en la época de Mao. Entonces, esa heterogeneidad es la que genera la desigualdad.
Si uno analiza la desigualdad en el sector moderno y formal de la Argentina, se parece más a los países desarrollados porque hay esa brutal desigualdad. Y esto se da por la convivencia de los sectores formales e informales. Y dentro de estos últimos, hay sectores que viven en un nivel de postración social extraordinario. Entonces el corazón de nuestras propuestas sociales y económicas en la campaña había sido sacarles los impuestos al uso de mano de obra. ¿Por qué? Porque incorporar a la formalidad a los sectores que hoy están en la informalidad es la mejor política social para mejorar la distribución del ingreso y es la política que, en última instancia, sanea una Argentina marginal.
Por eso hay tanto festejo por lo de las carnes. Porque el hecho de entrar al mundo con toda la cadena de valor de la carne, al sistema informal, al cuatrerismo, no le interesa, porque ellos no participan de los mercados internacionales.

– Por eso aplauden cuando se prohíbe la exportación de carne…

– Por eso la marginalidad es el símbolo y el punto crucial donde nosotros sabemos que tenemos que actuar para reponer también los derechos políticos.
La informalidad es donde está el clientelismo. La informalidad es donde está la falta de legalidad. La informalidad es la madre de la ausencia del derecho. Por eso es muy importante que enfaticemos ese aspecto, no sólo socialmente, no sólo económicamente, no sólo como integración, sino hasta para crear la sociedad de ciudadanos que es una república.

– Pero, obviamente, para poder implementar esto hace falta tener poder, es decir, tener los votos. Y esto parece ser una cuestión difícil. ¿Por qué se dice que no hay oposición?

– Oposición hay en el sentido de disidencia, de queja. Mire, a mí me han fajado, me han hecho cosas terribles, porque yo vivo luchando contra esto. Pero eso no quiere decir que no militemos y no hayamos hecho un enorme desgaste, un enorme esfuerzo personal, pero lo que ocurre es que la oposición es una chispera ahora, desgraciadamente. Quizás porque enfatiza en los matices ideológicos y eso es un error en la Argentina. El gobierno es desfachatado en ese sentido. Fíjese que va desde De la Sota y Ruckauf, hasta Pérsico y D’Elia. ¿De qué ideologías hablamos entonces? El parecido ideológico entre estos polos es inexistente.

– ¿Cómo se hace entonces?

– Para enfrentar eso, si nos armamos una oposición tipo archipiélago, vamos como derecho al paredón a que nos maten. Como ganado a recibir los martillazos. Por eso hay que lograr que comprendamos la naturaleza política del desafío que tenemos.
Fragmentar la oposición y generar conflicto entre nosotros es algo totalmente funcional al gobierno. Y por eso yo trato, como seguramente ha observado, de concentrarme en el presidente y la reina, todo el tiempo.

– La sensación es que el presidente no quiere dialogar con el resto de la sociedad y la sociedad necesita no sólo que gane alguien sino que, a lo largo del tiempo, cualquiera sea el partido político que gane, las reglas de juego sigan más o menos constantes.

– Sí, es así.

– ¿Es factible que aun partidos diferentes dentro de la oposición -el socialismo, la centroderecha, Carrió- hagan como una especie de pacto en el que, aunque el presidente no quiera intervenir, todos digan: “estas son las diez cosas que todos vamos a respetar”?

– No es alocado pensar eso. Para mí ese diálogo es el primer paso de lo que hay que hacer.

– No digo que vayan juntos en las elecciones.

– No, ya sé. Pero yo insisto en remarcar que el primer paso es poder dialogar. En realidad, el sistema pluralista supone convivencia y competencia. De hecho, si yo tuviera que decir qué es lo que me maravilla de Chile no es solamente el excepcional ritmo de crecimiento económico medido a lo largo de un largo período de tiempo, no es solamente la confianza que suscita, no es solamente la calidad de su gabinete; sino el extraordinario espíritu de convivencia.
El otro día, cuando el presidente Lagos se retiraba, había una atmósfera de alegría entre propios y extraños que a mí me hacía acordar a un tiempo de la Argentina, cuando Marcelo Torcuato de Alvear fue presidente, que lo formidable del caso es que lo admiraban hasta los opositores. Yo quisiera volver a una regla de convivencia en la Argentina donde, más allá de las discrepancias naturales en el pluralismo, podamos tener esa atmósfera de concordia, de convivencia, de diálogo y de respeto mutuo que debería ser el atributo normal de un sistema democrático. © www.economiaparatodos.com.ar




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