– ¿Por qué hemos perdido nuestra oportunidad de convertirnos en un país desarrollado, cuando teníamos todo para serlo? ¿Qué nos pasó en el camino?
– Es una de las grandes intrigas del caso argentino. Es decir, hay países que han logrado desarrollarse de pronto, hay otros que han seguido un camino de desarrollo durante siglos, como Estados Unidos, y hay países que han crecido, como la Argentina, y que después han entrado en una etapa de declinación importante. La Argentina, entre 1870 y la Primera Guerra Mundial, creció al doble de la economía mundial. Pero, desde la Segunda Guerra hasta fin del siglo XX, creció la mitad de la economía mundial. El proceso en que la Argentina convergía con los niveles de ingresos de los países más desarrollados del mundo se da entre fines del siglo XIX y 1930. Luego empieza un período en el que claramente empezamos a distanciarnos y, a medida que pasaba el tiempo, esa divergencia se fue haciendo cada vez más notable y se acentuó en el último período que señalo en el libro, que se llamó la gran depresión y tuvo lugar entre 1975 y 1989, con la hiperinflación.
– ¿A qué se debe este caso extraordinario de involución?
– En general, los países continúan ciertos ritmos con tendencias más o menos lineales en el tiempo, salvo cuando tienen interrupciones muy fuertes por problemas muy serios, como por ejemplo el caso de Alemania con la Segunda Guerra Mundial o de España durante la Guerra Civil Española. Pero, después de esos hechos puntuales, se ve un proceso de crecimiento continuo. Es decir, los países de Europa occidental después de la Segunda Guerra tienen esa tendencia, quizás con una tasa de desaceleración, pero no con rupturas de la tendencia. En la Argentina, en cambio, el problema serio que tenemos es la ruptura de la tendencia. Tenemos procesos de crecimiento que no llegan a durar 10 años. Salvo una vez en la segunda mitad del siglo, que es la década del 60, no hemos tenido período largos de crecimiento sostenido. Sí, momentos de recuperación, después de crecimiento, luego nuevamente crisis, caídas estrepitosas y, finalmente, otra vez recuperación. A veces, la recuperación es más rápida y se vuelve a los niveles anteriores. En otras, no tanto. De la crisis del 75 al 89, por ejemplo, el nivel de producto vuelve a niveles previos a los años 70.
– ¿Entre 1914 y 1930 el proceso de crecimiento de la Argentina es similar al de Australia, Canadá y Estados Unidos?
– Sí. Hasta 1917, la Argentina tiene una recuperación muy fuerte de la crisis que desata la Primera Guerra. De 1917 a 1921 se recupera notablemente, pero luego viene la crisis del 30. El problema de desaceleración del ritmo de crecimiento entre la Primera y la Segunda Guerra se debe a dos shocks externos que sufre una economía abierta, como era la Argentina, y que tienen un impacto muy fuerte también desde lo cultural y político. A partir de entonces, la gente empieza a desconfiar de la Argentina, ésa que había crecido tanto. Porque si nosotros nos habíamos preparado tan bien para entrar en el mundo y, de pronto, nos cae una crisis, salimos y viene otra inmediatamente, y ya no estamos pudiendo responderle, es para desconfiar. Entonces, surge otro modelo, cerrado y de crecimiento hacia adentro. Por otro lado, hay que señalar que del 30 hasta la Segunda Guerra lo que le pasa a nuestro país es muy parecido a lo que le pasa al resto del mundo. Todos los países del mundo se cierran, toman políticas proteccionistas, hacen devaluaciones compensatorias, se intensifican los nacionalismos… Así que lo que pasa acá no es distinto a lo que se da afuera. El problema es que, después de eso, el mundo cambia. Abandona las regulaciones, las políticas proteccionistas y se abre al comercio. De ese modo, los países occidentales tiene un crecimiento notable desde los años 50 hasta los 70. Pero la Argentina se mantiene con el mismo sistema normativo de la crisis, como si estuviera en guerra. Por el contrario, los países ya se habían olvidado del conflicto armado.
– Todos los datos muestran que, a partir de la década del 40, la Argentina se aleja del mundo. Sin embargo, la \»fiesta\» sigue unos años más, porque Perón había heredado un montón de reservas, más créditos a favor en contra de Inglaterra, y eso le fue permitiendo tirar un tiempo más. ¿Es correcto?
– Pero la fiesta peronista tampoco duró tanto. En 1948 se da el punto más alto del crecimiento del Producto Bruto. Y ya en 1949 se produce la primera crisis, una crisis muy seria de pagos que casi nos lleva al default, porque en esa época no había control de cambio y todas las deudas privadas eran asumidas por el Banco Central. Ahí termina el modelo de crecimiento de ese momento y Perón ve que ya no va más ese primer impulso. En todo esto hay un gran error, que también está señalado en el libro, y es que creíamos esa famosa frase de Perón de que \»el Banco Central estaba lleno de oro\». Los argentinos creíamos que eramos ricos y eso no era así. Todo ese oro acumulado era producto de nos habíamos descapitalizado. Algo que había pasado en casi todos lados, ya que durante la guerra no se podían importar bienes de capital. Como resultado, se observa cómo baja la tasa de inversión, que luego se va recuperando los primeros años después de la guerra. Pero como no podemos continuar importando y tenemos, a partir de entonces, restricciones externas, el problema es que no podemos aumentar la tasa de inversión. Y el asunto es serio, porque nos gastamos los bienes de capital. Todo lo que la Argentina, en la primera parte del siglo, había invertido, se acabó. Por eso digo que el peronismo, en lugar de sostener como en su famosa marcha que estaba \»combatiendo al capital\», debería haber dicho que estaba \»consumiendo el capital\».
– Es decir, se dio un proceso de fuerte desinversión.
– Claro. Y ése es uno de los problemas más terribles. En la Argentina hay ciclos de inversión y desinversión. Pero nunca supimos aprovecharlos. Nos pasa siempre. Por ejemplo, el período de Frondizi es un tiempo de gran inversión, de modernización y de renovación de equipos de capital para la industria que permiten después todo el crecimiento de los 60. Eso es así. La inversión en importaciones de bienes de capital está muy vinculada al crecimiento. Entonces, mientras no se importe, no se renueva el stock de capital.
– Si uno mira la historia argentina desde la generación del 80 hasta ahora, ¿el peor período es el que va desde 1973, con la crisis del petróleo, hasta hoy?
– En realidad, es el peor período pero hasta 1989, porque en los 90 hay un momento de recuperación. De hecho, en un momento parecía que esa recuperación podía seguir y marcar un cambio de tendencia, pero se cortó. La gran tragedia argentina es que la recuperación que parecía sacarnos de esa gran debacle que sobrevino después de 1974 no se pudo sostener.
– ¿Uno de los quiebres más graves de la posibilidad de crecimiento de la Argentina se produce cuando Perón cambia las reglas de juego respecto a los derechos de propiedad, que dejan de ser respetados y comienzan las confiscaciones?
– En líneas generales, se podría decir que sí. Pero lo que quiero precisar es que, tal como afirmo en mi libro, parte de las políticas que adopta el peronismo continúan una línea que no debía ni podía ser continuada. Es decir, para salir de la crisis del 30 se tomaron decisiones y se aplicaron políticas que son propias de esa situación de emergencia y excepción. Había una intervención muy fuerte del Estado sobre el control de cambio, por ejemplo, que es lo que permitió hacer funcionar un mecanismo mediante el cual se apropian y confiscan derechos. Porque el hecho de pagarles a los exportadores a un tipo de cambio distinto al que ellos podían obtener en el mercado significaba avanzar sobre sus derechos de propiedad. En 1935, se creó el Banco Central y se estableció la posibilidad de redescuentos simplemente para ser usados en casos de iliquidez transitoria. En 1940, Pinedo se planteó la posibilidad de que podía existir la falta de mercado de capitales, que justamente lo tenemos ahora, y ahí es cuando surge la idea de que si hay muchos depósitos a corto plazo y toda la gente pide créditos a largo plazo, entonces hay un descalce y se debe usar el Banco Central para estas situaciones. Ése fue el origen de lo que fue luego la nacionalización de los depósitos y la utilización del Banco Central como mecanismo de financiamiento. Por supuesto, el problema fue creer que esto no tenía límites o que la emisión no tenía límites. Hay una frase en el libro de Evita que dice: “¡Qué buena persona era Miranda que nos daba todo la plata que queríamos!”. Además, los redescuentos del Banco Central que se dieron a través del IAPI sirvieron para financiar a empresas del Estado, entes autárquicos y aun a gobiernos nacionales y provinciales. Funcionaba como una segunda tesorería.
– Hoy en día sería mucho más fácil establecer criterios de largo plazo para crecer que administrar la crisis. Porque la mayor parte de los países del mundo han logrado crear las condicones para crecer. Hasta hace unas décadas sólo teníamos los casos de Alemania y Japón después de la Segunda Guerra Mundial. Ahora podemos hablar de España, Irlanda, el sudeste asiático, sólo por nombrar algunso. Pero la Argentina no ha logrado aún generar una dirigencia política que entienda esto.
– Es realmente lamentable.
– Acá no comprenden que las políticas keynesianas de expansión monetaria no son para siempre y que el proteccionismo se acabó.
Ése es el error. Así como yo creo que en definitiva un mecanismo de estabilidad monetaria como el que se instauró con la convertibilidad era un instrumento no apto para períodos de transición, históricamente se vio que todo eso fue la causa de la gran recesión que tuvimos durante cuatro años. Entonces, hoy día la sociedad se aterra mucho más por la recesión que por la inflación. Ahora, si bien es cierto que medidas como la protección, el gasto y la expansión monetaria pueden servir como mecanismos para solucionar problemas de recesión, es claro que no sirven para crecer. Acá hay un error conceptual enorme. Ayer, hoy y siempre, para crecer hay que ser productivo. Hoy día, en el mundo, los países que crecen lo hacen porque han descubierto que tienen capacidad de producir y competir en un cosa mejor que otros. © www.economiaparatodos.com.ar |