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martes 23 de diciembre de 2014

Ruinas a la vista

Ruinas a la vista

Ha ocurrido un acontecimiento que provocará algunos cambios en el comienzo de la despedida de un kirchnerismo en crisis. El deshielo de las relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos, significa otro derrumbe de la ideología “reduccionista” que propiciaba Carl Schmidt con su lógica “amigo-enemigo”.

Cristina Fernández y muchos charlatanes que la rodean, pretendieron adherir con hipocresía al discurso del fallecido Ernesto Laclau referido al alineamiento con regímenes políticos que hoy huelen a naftalina y perderán ante este hecho argumentos que les permitirían robustecer sus falsos ideales seudo revolucionarios.

Las fotos de cientos de autos de los 50 totalmente desvencijados circulando morosamente frente a miles de edificios en ruinas por obsolescencia de La Habana -que veremos ilustrados con profusión a partir de ahora-, indican adonde puede conducir el pensamiento totalitario en un mundo que hoy disfruta de las bondades emergentes de la integración.

Las ideologías ya no sostienen a nadie y llevan a la ruina a las sociedades que intentan perpetuarlas, dejando a la vista solamente la insaciable rapacidad de algunos grupúsculos privilegiados que imparten “doctrina” MIENTRAS SE ENRIQUECEN ESCANDALOSAMENTE.

Mientras esto ocurre, la Presidente y sus amanuenses no parecen haber comprendido que deben lidiar, además, con nuevos medios de información que cuentan con herramientas mucho más sofisticadas que las que existían en 1956, lo que les permite arribar a conclusiones sumamente efectivas respecto de sus pesquisas al respecto.

Las “aperturas” políticas ocurridas en los regímenes totalitarios dejan siempre a la vista lo que existe bajo la piel de la demagogia. Habitualmente ocurren por el agotamiento de sistemas políticos que aspiran a controlar el orden de la naturaleza de las cosas y transparentan la magnitud de los errores que cometen al coartar la libertad de la gente, que no puede debatir democráticamente sobre sus legítimas aspiraciones personales.

Así cayó en su momento el Muro de Berlín y del mismo modo parece comenzar a resquebrajarse, paradojalmente, la Rusia insolente de Putin,

quien hasta hace pocas semanas se paseaba muy orondo por el mundo y le “apretaba el cogote” a Ucrania, creyendo que el petróleo y el gas serían los fusiles de exterminio del siglo XXI.

Estamos viviendo UN MUNDO IMPREDECIBLE. Los “modelos” basados únicamente en acontecimientos, creencias y conocimientos del pasado están destinados al fracaso, porque la revolución tecnológica y el “schock” del futuro -tan bien descripto en los 70 por Alvin Toffler-, están en plena ebullición.

Por otro lado, la gente quiere tener acceso a una vida plena, que le permita ejercer sus derechos democráticos para expulsar del poder, si lo desea, a quien no interprete la índole de sus anhelos de progreso personal.

Se ha puesto en evidencia también, que es necesario conformar equipos de funcionarios aptos para ciertas funciones de gobierno cada vez más complejas y evitar la proliferación de flautistas de Hammelin posmodernos, que terminan fracasando estruendosamente. Lo estamos comprobando en el convulsionado México de Peña Nieto, en la perpleja Italia de Mateo Renzi y en la Venezuela del folklórico Maduro.

Los “pajaricos” pueden cantarle al oído a Cristina Fernández, a Fidel, o a quien se plante, pero son voces que habitan en otra morada: la de la imaginación.

Está bien aprender de la historia para interpretar el porvenir, como sostiene George Santayana, pero no vivir “en” y “por” la historia. Insistir en volver la mirada atrás en forma obsesivamente rígida, solo sirve para descubrir las diez mil y una maneras que existen en este mundo para fracasar en la búsqueda del éxito.

Albert Camus solía decir que, por más esfuerzos que hagamos, al final de un largo y crudo invierno, siempre estará esperando la delicia de una soleada primavera.

Esa primavera que siempre aguardaremos quienes estamos convencidos que hay fuerzas inherentes a la naturaleza del hombre que son difíciles de torcer. Es el deseo que todos tenemos de vivir la aventura humana sin restricciones que nos sean impuestas arbitrariamente.

carlosberro24@gmail.com