Si inclumplen con el FMI por flaqueza o convicciones, volvemos al 2001
El último acuerdo con el FMI fue firmado por Néstor Kirchner el 10 septiembre 2003
El último acuerdo con el FMI fue firmado por Néstor Kirchner el 10 septiembre 2003 y ratificado por el Fondo el 20 octubre del mismo año. Terminó en un desastre porque al año siguiente Kirchner lanzó en Dubai la reestructuración de la deuda con una quita del 70 % que no fue acordada con el Fondo. Por eso quedó incumplido, rompimos relaciones, nos aislamos del mundo y el dislate terminó con el cepo cambiario, la fraudulenta venta de divisas a término y el juicio en New York con los holdouts. Luego, Néstor Kirchner tuvo que pedir prestado a Hugo Chávez pagando intereses 320% superiores a los del Fondo. Fue un acuerdo depredador contra los intereses de la población argentina.
Ahora, 15 años después, el FMI y el mundo han cambiado. Nos prestan u$s 50.000 millones a medida que vayamos cumpliendo las condiciones para no caer en otra hiperinflación y default. El nuevo acuerdo no reclama aumentos de impuestos para la población, ni despidos en el sector privados, ni cierre de empresas o severas condiciones contra la sociedad civil. Sólo exige que la clase política se apriete el cinturón y haga el ajuste que nunca quiso hacer y que siempre derivaron hacia la gente.
Para prestarnos la cifra más grande de su historia, el FMI pide dos condiciones: A) restaurar el valor de la moneda argentina, prostituida por la inflación implantada hace 70 años con la estatización del B° Central y B) terminar con el despilfarro que el Estado hace del dinero saqueado a los contribuyentes mediante impuestos, deuda pública y emisión de moneda.
Por eso las medidas tienden a reducir el gasto público del 48% al 25%, eliminar el déficit primario en el año 2020, reducir impuestos que arrebatan la riqueza creada por las personas humanas y hacer converger el superávit fiscal con el superávit de la balanza de pagos, para poder exportar y pagar las deudas. Todas, medidas excepcionales para un país donde sus políticos se acostumbraron a gastar, despilfarrar y robar el dinero de los contribuyentes. Este plan sólo puede llevarse a cabo si la clase política se pone a la altura de las circunstancias y se arrepiente de todas sus mañas y maldades.
Las medidas monetarias obligatorias son las siguientes:
1° El B° Central no comprará más divisas derivadas del endeudamiento de Nación y Provincias.
2° El tipo de cambio será determinado por el mercado sin manipulaciones del B° Central.
3° El B° Central no financiará más el faraónico déficit de los Gobiernos de turno.
4° La carta orgánica del B° Central debe reformarse para prohibir préstamos al Estado.
5°Las Lebacs no-bancarias, serán canjeadas por letras intransferibles reconvertidas en endosables.
En cuanto a las medidas fiscales son las siguientes:
1° No habrá ajuste impositivo al sector privado; sólo el Estado deberá hacerse cargo.
2° La Obra pública no pasará más por las sospechosas manos de los políticos. Deberá financiarse con capitales privados sin usar fondos públicos expoliados con impuestos o deuda externa.
3° Se terminan los subsidios económicos a los servicios públicos para usuarios solventes.
4° Se prohíben transferencias de fondos políticos a Intendentes y Gobernadores de provincias.
5° Se obliga a reducir el gasto público para tener un pequeño superávit primario en el año 2020 y eliminar los impuestos distorsivos que frenan la actividad productiva y exportadora.
Si la clase política no entra en razones y pretende seguir gastando por encima de las posibilidades, enfrentarán un único panorama: el retorno al año 2001 donde cada semana cambiaban presidente. La gran mayoría del pueblo argentino volverá a pedir “que se vayan todos”. El préstamo del FMI es la última oportunidad para los políticos. Nadie, en ningún lugar, por ningún motivo y bajo ninguna forma, nos prestará un solo centavo de dólar para financiar el exceso de subsidios, gastos públicos o el festín de la clase política.
Argentina es quizás la única nación de la tierra que tiene un pulmón extracorpóreo de u$s 330.000 millones en cajas de seguridad, bancos del exterior o en los colchones domiciliarios; casi exactamente igual a la deuda pública consolidada del Estado nacional, las provincias y municipios.
Ese fenómeno de fuga de capitales (tanto honestos como deshonestos) se produce por un perverso sistema impositivo, que con 96 impuestos expolia el 74% de la riqueza anual creada por las personas humanas, quienes se defienden escondiendo sus ahorros en el dólar. Hasta que no reduzcan el gasto público y bajen los impuestos a un nivel razonable, Argentina jamás podrá terminar con la pobreza ni vivir en paz. Que Dios se apiade de nosotros haciendo entrar en razones a nuestros gobernantes por cualquier intento de saqueo, insensateces o desvaríos.