Si soy tratado como el enemigo, ¿por qué invertir en la Argentina?
Esta nota es del 17 de mayo de 2004. 10 años atrás ya se venía venir lo que vivimos hoy. Me sorprenden los que ahora se sorprenden
Las políticas populistas han provocado que el hecho de invertir en el país se haya convertido casi en un delito: si lo hace, usted será perseguido por el Estado y será señalado como el culpable de la pobreza de otros compatriotas. El resultado: fuga de capitales.
¿Vale la pena tener cosas en la Argentina? Construir una casa en un country o en un lugar de veraneo, comprar un auto nuevo o invertir en una empresa que resulte ser exitosa puede transformarse en una pesadilla gracias a los gobiernos populistas que vienen asolando la Argentina desde hace décadas. Si usted construye una casa en un country, automáticamente pasa a ser objeto de persecución fiscal porque los funcionarios populistas consideran que cobrarle impuestos confiscatorios constituye un acto de solidaridad social. Si tiene un auto nuevo le puede ocurrir lo mismo, además de considerarse un insulto a la pobreza existente y, por lo tanto, si le roban y lo matan, usted se las buscó por mostrar su progreso. Si invierte en una empresa y le va bien, el Estado no sólo lo va a decapitar con el impuesto a las ganancias, sino que, además, le inventará impuestos nuevos porque considerará que si usted ganó plata no se debe a su esfuerzo personal, iniciativa y riesgo, sino que le debe a la sociedad lo que ganó. Por lo tanto, tiene la obligación de entregar parte de su patrimonio e ingresos a los políticos para que redistribuyan su dinero, apareciendo ellos como Papá Noel. ¿Por qué los argentinos fugan su dinero al exterior? Porque le tienen miedo al Estado. Mostrar que uno tiene bienes en la Argentina no es un acto de audacia, es un acto temerario. Si, por ejemplo, como decía antes, usted construye una casa en un country y le da trabajo al arquitecto, a los obreros de la construcción, al plomero, al pintor, al electricista, al jardinero, al que limpia la pileta, al personal de mantenimiento, entre otros, no está creando puestos de trabajo según el credo populista y demagógico que nos domina, sino que, de acuerdo al pensamiento de los saqueadores que se apoderan del Estado, usted es el enemigo. ¿Por qué? Porque los populistas están dominados por un resentimiento feroz hacia todo aquel que logra progresar y hace progresar a sus semejantes proporcionándoles trabajo, para que, con dignidad, puedan mantener a su familia. Usted es el enemigo número uno del populismo de izquierda o de derecha porque le quita clientela a los políticos. Si la gente progresa gracias a que usted invierte, asume riesgos y genera ingresos para el resto de la población, le está quitando clientela a los políticos que necesitan manejar abundantes planes sociales para controlar los votos y el poder. Necesitan de la dádiva que ellos otorgan con la plata de los que producen, para que la gente pueda sobrevivir y, de paso, tienen la ocasión de pegarle una buena tajada a los millones de pesos que manejan para incrementar su patrimonio personal. Si usted tiene una casa o un departamento que consume “mucha” energía según el criterio de los burócratas, usted es un cretino. ¡Cómo se le ocurre consumir energía! Pague una cuenta de luz y gas fenomenal por osar vivir cómodamente gracias a su trabajo. Por eso usted tiene que financiar la garrafa social. ¡Gracias a Dios que están los políticos con la sensibilidad social que usted no tiene! Si usted observa el comportamiento de los populistas demagogos, va a encontrar que siempre buscan a un culpable o enemigo para explicar la pobreza. Para ellos es necesario crear resentimiento social haciéndole creer a la gente que la pobreza de unos es producida por la riqueza de otros. La pobreza no es causa de los dislates que hacen en materia económica e institucional. Ellos no tienen la culpa de la miseria en que sumergen a la población. La culpa la tienen los que invierten y ganan, los fondos buitres, el establishment, el Fondo Monetario Internacional, Wall Street, las privatizadas, el que cambia el auto o cualquiera que ponga su plata en Argentina. ¿Qué han logrado incentivando el resentimiento social? Que la gente gire su dinero al exterior y, en vez de financiar el crecimiento de la Argentina, termine financiando el crecimiento de los países desarrollados en los que los argentinos depositan sus ahorros para ponerlos a salvo del Estado depredador. Porque es bueno recordar que la gente no fuga sus capitales a la Cuba de Fidel Castro o a la Venezuela de Chávez. De la misma forma que, dicho sea de paso, los “progres” con sensibilidad social se van a vivir a España, Francia o Estados Unidos y no a Corea del Norte o al “paraíso” comunista de Fidel. Así, en vez de crear puestos de trabajo en la Argentina con los ahorros que generan los que producen en el país, los argentinos terminan financiando la creación de puestos de trabajo en los países desarrollados. Sin embargo, en esto de la fuga de capitales, el gobierno actual tiene una lectura muy particular. ¿Por qué? Porque por un lado el gobierno mantiene la obligación de los exportadores de vender sus divisas. Ellos tienen que ingresar los dólares al país porque es una obligación social. Mantener el capital propio en el exterior es sinónimo de traición a la patria. Pero, al mismo tiempo que rige esta regulación, el presidente no deja de jactarse públicamente de que en 2001 fugó al exterior los fondos de su provincia y los mantiene ahí. Curiosamente, si lo hace él es un acto de responsabilidad social para preservar el patrimonio de los recursos de la provincia. Si lo hace un privado, es un acto de despojo a la sociedad. En nuestra patria el populismo demagógico no para de igualar hacia abajo. El objetivo no es que todos prosperen, sino que todos sean iguales, aunque ello implique que todos vivan en la pobreza. Salvo, claro está, la casta de políticos demagogos que vive a costa de la población. Si invertir en la Argentina implica ser perseguido por el Estado y ser señalado como el responsable de la pobreza de la gente, quienes logran ahorrar terminan preguntándose: ¿vale la pena invertir mis ahorros en mi país mientras gobiernen los populistas? |