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jueves 7 de julio de 2005

Siguen las dificultades de algunas “primeras damas”

Lejos de destacarse por su nobleza o distinción, muchas de las esposas de los presidentes se manejan con actitudes arrogantes y hacen gala de nepotismo.

Pocos papeles son más difíciles que el de ser “primera dama”, esto es, la esposa del primer mandatario de algún país. De cualquiera.

No obstante, es cierto que hay –en el escenario grande del mundo– algunas “primeras damas” que ejercen su complicado papel con una elogiable cuota de calidad, dignidad y hasta de discreción. Como fuera, concretamente, el caso de la hoy viuda del presidente Reagan. O es el de la propia esposa del actual presidente de los Estados Unidos, George W. Bush.

En general, esto ocurre cuando las “primeras damas”, sin pasarle desaprensivamente por encima al “pequeño detalle” del nepotismo, no tienen su “propia” agenda política. Y, por esto, se dedican y conforman con su importante rol de “primeras damas”.

Por el contrario, cuando ellas tratan también de “hacer política”, las cosas se hacen más complejas. Porque, en esencia, se trata de aprovechar las “luminarias” del cónyuge, de manera de crecer así en el cambiante firmamento de la actividad política. En la jerga de nuestra vulgar política doméstica, esto es –recordamos– lo que se ha denominado –muy burdamente– la práctica de “portar apellido”. O sea, el hábito de vestirse con ropas ajenas. Curiosamente, esta fea definición criolla pertenece –precisamente– a una de esas “primeras damas”, que hoy “compite” por derrotar a otra de esas “primeras damas” de manera penosa ciertamente. Con el apoyo de sus respectivos maridos, ante la mirada atónita de toda la población que debe asistir pasivamente a una puja de ambiciones de poder, con notorios ribetes de soberbia.

Cabe recordar que dama, en español castizo, tiene un significado muy atractivo: es “mujer noble o de calidad distinguida”. ¿Calidad, dijeron? No siempre se la advierte.

Otra insólita “primera dama” regional, en este caso del Perú, es doña Eliane Karp, la esposa del presidente peruano Alejandro Toledo, quien pese a ser europea se ha caracterizado por sus extraños “modales”.

Recientemente, según da cuenta El Mercurio del pasado 26 de junio, la Karp protagonizó uno de sus típicos incidentes, cuando le replicó a una periodista (también mujer) que había sido agredida por un miembro de la seguridad de la “primera dama” (las primeras damas, cabe señalar, hasta hacen “shopping” rodeadas de la seguridad, que naturalmente pagamos todos).

Fabiola Noriega, del diario La República, había sido tomada vigorosamente de la cintura por una “mujer guardaespaldas”, para luego ser arrastrada algunos metros (por el suelo, que quede claro). Su pecado fue el de tratar de acercarse al presidente Toledo, en ejercicio, naturalmente, de su profesión periodística. El reprobable episodio ocurrió al finalizar un acto oficial, en la localidad peruana de Cajamarca.

Luego de eso, la periodista agredida se levantó e intentó superar lo sucedido y seguir adelante con su tarea profesional.

Teniendo –de pronto– a la propia “primera dama” cerca, pensó (equivocadamente) que, siendo también ella mujer, se interesaría por conocer lo que le acababa de pasar. Quizás con la secreta esperanza de ser de algún modo reconfortada con alguna palabra o sonrisa al menos. O con algún gesto de humanidad. O con alguna muestra de comprensión. Se equivocó. Y mucho.

Luego de escucharla, la “primera dama” peruana (de origen europeo) le dijo, con sorna: “Qué pena… ¿vas a llorar?… Llorá, pues te va a hacer bien”, para enseguida continuar –encantada con ella misma– su marcha, ante la sorpresa de todos quienes fueron testigos de lo sucedido.

Cuando se le relató el episodio al propio presidente Toledo, incluyendo lo que –asombrosamente– acababa de escucharse de boca de su esposa, sólo atinó a decir –solidario con su cónyuge–: “la reacción es lógica, todos los días la destrozan en los periódicos”.

Lamentable actitud, por cierto. Pero nada sorpresiva, seguramente. Porque en el mundo hay más “primeras damas” de este tipo que las que transmiten dignidad, que –en cambio– bastante son escasas. Por esto es que las últimas se destacan y gozan del aprecio general y, en cambio, las del tipo de la peruana, “paradas en la loma”, son seres que normalmente generan una sensación de rechazo generalizada.

En nuestro país –cabe recordar– el nepotismo es de muy vieja data. El sábado 8 de diciembre de 1810, en el famoso decreto de “suspensión de los honores del presidente”, el propio Mariano Moreno escribía, en su artículo 13: “Las esposas de los funcionarios públicos políticos y militares no disfrutarán los honores de armas ni demás prerrogativas de sus maridos; estas distinciones las concede el Estado a los empleos y no pueden comunicarse sino a los individuos que los ejercen”. Años después aparecería en escena Evita y –luego– sus distintas, pero más pequeñas, imitadoras. © www.economiaparatodos.com.ar




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