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lunes 30 de enero de 2012

SOPA: Los derechos de autor y la libertad

Si bien el desarrollo económico de las sociedades tiene como base la defensa de los derechos de propiedad, uno de los mayores problemas en los que se ha incurrido en este debate es la confusión entre los derechos de propiedad como tales, y los “copyrights”

Las ondas cibernéticas prendieron fuego en protesta por el “Stop Online Piracy Act” o SOPA, por sus siglas en ingles. SOPA es una iniciativa legislativa estadounidense que pretende proteger los derechos de autor o “copyrights”, a través de intervenciones gubernamentales arbitrarias que tienen su cabida en el terreno de la censura, pues la ley otorgaría poder a la fiscalía estadounidense para obligar el cierre, editar los resultados de motores de búsqueda, o cortar los pagos hacia sitios que a su consideración incurran en ilegalidades. Se supone que a través de ella se quiere prevenir copias falsas y el mal uso de marcas reconocidas, además de la propiedad intelectual de autores y creadores de diversos rubros. Sin embargo, para poder aplicar la ley, el gobierno estadounidense deberá recurrir a un nivel de vigilancia de la web que pasa encima de la privacidad de los usuarios, y que penaliza de manera excesiva una actividad tan propia de la interconectividad global del internet, como lo es compartir contenidos.
Si bien el desarrollo económico de las sociedades tiene como base la defensa de los derechos de propiedad, uno de los mayores problemas en los que se ha incurrido en este debate es la confusión entre los derechos de propiedad como tales, y los “copyrights”, que son los derechos de propiedad que se tienen sobre la distribución y reproducción de la creación de una obra. Estos últimos son los que monopólicamente intentan preservar las disqueras, editoriales, casas cinematográficas y otros gigantes de la industria del entretenimiento, haciendo un millonario cabildeo a favor de la ley, esgrimiendo falsamente el argumento de que la libre distribución que ahora permite el Internet estaría desincentivando la creatividad e innovación artística, y que a través de SOPA es a los creadores a quienes se protege y no a la industria. La falsedad de su argumento se demuestra con los miles de pequeños innovadores que se han visto favorecidos con la libre distribución que permite el Internet. Lo anterior ha permitido además mayor apoyo privado de miles de anónimos mecenas que donando a través de Paypal, o comprando directamente de los autores, hacen que la subsistencia de los artistas o escritores ya no dependa únicamente del contrato que hagan con la casa industrial que busca monopolizar la reproducción y distribución de su material.
SOPA no solo atenta contra la libertad en Internet: también es la manera más impráctica de resolver una situación para la que no se necesita la intervención gubernamental. Son universalmente reconocidas las altísimas capacidades de muchas personas que en el mundo cibernético desarrollan la manera para burlar, romper o destruir cualquier tipo de bloqueo. La ley vendría a fomentar que los ‘hackers’, quienes muchas veces se refugian en la ilegalidad, continúen haciendo uso de la ilegalidad para liberar contenidos para el resto de usuarios. Y lo cierto es que la tecnología avanza tanto y a pasos tan agigantados, que si se intenta regularla las consecuencias derivadas no previstas hacen que la ley se vuelva obsoleta incluso antes de que entre en vigencia.
La discusión ha traído consecuencias positivas: millones de usuarios de Internet, concientizados por importantes sitios como Wikipedia y otros, que efectuaron apagones de 24 horas para levantar conciencia sobre cómo se vería un mundo donde se interviene en el libre intercambio de conocimientos, se volvieron conscientes de su libertad y de los múltiples impactos que la misma tiene para el bienestar y el desarrollo, comprobando que la libertad es fácil de ignorar, excepto cuando alguien amenaza con obstruirla.

Cristina López es Licenciada en Derecho, columnista de El Diario de Hoy y Directora Ejecutiva de CREO (www.creo.org.sv).

Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de Hoy (El Salvador) el 15 de enero de 2012.