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lunes 21 de junio de 2010

Supongamos que Kirchner pierde…

Empiezan a percibirse síntomas de que las fuerzas de oposición avanzan en su organización como alternativa política. ¿Qué escenario general y particularmente económico podría esperarse si el kirchnerismo fuera desplazado del gobierno?

Las fuerzas de oposición han avanzado bastante en su organización en las últimas semanas. La cuestión que era una preocupación –quién podría configurar un proyecto que pudiera desalojar al kirchnerismo del gobierno en 2011- empieza, incipientemente, a encontrar una respuesta. Se ha producido además un hecho no demasiado relevante en sí mismo pero de gran significación simbólica: la apabullante derrota del sector filo-kirchnerista en la elección interna del Partido Socialista. El socialismo no es un partido muy numeroso pero tiene una profunda identificación con la corriente ideológica a la que el kirchnerismo representa. A pesar de eso, el 90 % de sus afiliados se inclinaron por apartarse del gobierno. Esto demuestra que a los Kirchner no los apoyan ni siquiera los que coinciden ideológicamente con ellos.

Si este proceso avanza y se consolida, es un hecho que, en 2011, afortunadamente, los Kirchner dejarán el gobierno. El interrogante que se plantea, por lo tanto, es: ¿y a partir de entonces, qué? Seguramente, las próximas elecciones no serán ganadas por un nucleamiento que sea partidario de la plena aplicación de la economía de mercado. Lamentablemente, el pueblo –en contra de sus propios intereses- no votará en favor de una propuesta de orientación genuinamente liberal. A pesar de eso, es probable que la situación general mejore.

Por lo pronto, es seguro que el próximo gobierno va a tener un perfil mucho más democrático que el del kirchnerismo. Un factor determinante para que el actual gobierno esté perdiendo adhesiones es que sus métodos autoritarios no concuerdan con los sentimientos mayoritarios de la población, que aspira a que la convivencia encuadre dentro de los parámetros de la democracia. El perfil intolerante del matrimonio Kirchner –que en el caso de ella es mucho más acusado que en de él, aunque él es el ideólogo- es un factor determinante en la pérdida de consenso del actual gobierno.

Pero la cuestión que despierta los mayores interrogantes está referido a cuál sería el rumbo de la economía post-kirchnerista. Lo ideal sería que se aplique un plan basado en el libre mercado pero eso es inimaginable porque no hay consenso político para semejante iniciativa. Quienquiera que gane las próximas elecciones, la economía tendrá un sesgo intervencionista por la sencilla razón de que quien no reivindique dicha posición no ganará las elecciones.

Pero si uno de los rasgos de la política que se viene es un mayor grado de democratización, en contraste con los rasgos autoritarios del kirchnerismo, eso repercutirá en un menor grado de intervencionismo que el actual. Es bastante probable que pasemos del intervencionismo autoritario aplicado actualmente por los Kirchner (y representado por Guillermo Moreno) a algún tipo de “intervencionismo consensuado” donde los alcances y las formas del intervencionismo estatal sea definido de común acuerdo entre las partes interesadas. Por supuesto, esto traerá aparejadas interminables controversias y el resultado de todas las gestiones que se hagan será absolutamente incierto y, además, precario, porque está en la naturaleza de las cuestiones económicas que todos querrán un poco más de “torta” de la que tengan asignada y, entonces, surgirán los conflictos.

Es probable que haya matices en la política económica según quien sea el vencedor en las elecciones. No sería lo mismo un peronista que un radical y no sería lo mismo, por ejemplo, Reutemann que Solá ni Ricardo Alfonsín que Cobos. Es probable que el peronismo, que es un partido menos ideologizado –es decir, más pragmático, con todo lo que eso pueda tener de bueno o de malo según las circunstancias- sea más proclive a un menor grado de intervencionismo, no por convicción sino por tener más percepción para comprender los problemas que el intervencionismo desmedido traerá aparejados. Además, es legítimo creer que si el candidato peronista electo presidente fuera Reutemann, será un poco menos intervencionista que otros candidatos justicialistas. Del mismo modo, si el ganador de las elecciones fuera un radical, es probable que Cobos sea un poco menos intervencionista que Alfonsín. Estas especulaciones están basadas en los perfiles que cada uno de los pre-candidatos respectivamente presentan y, sin dudas, la forma en que se resuelvan muchas de estas cuestiones dependerá de las circunstancias concretas en las que el próximo gobierno deba operar.

Es improbable que la situación económica en general empeore con el alejamiento de los Kirchner del gobierno y es posible que mejore un poco, en particular, en el sentido de que se reduzcan los índices de inflación y que haya algo más de seguridad jurídica, al menos en sus trazos más gruesos. No es imaginable que un gobierno con un perfil más democrático incurra en los abusos desenfrenados que vienen crecientemente caracterizando al gobierno kirchnerista. Esos hechos le darán a la economía algo más de certidumbre, siempre, por supuesto, dentro del margen de imprevisibilidad que es característico de Argentina. Pero, al menos, no habrá espacio para los abusos más desmedidos porque el costo político de las decisiones más visiblemente arbitrarias desalentará al gobierno a incurrir en ellas.

Y un punto importante es que el clima general que cabe esperar probablemente sea más distendido, con mayor margen para debates con un espacio creciente para la racionalidad. Esto, naturalmente, no será un proceso rápido ni lineal –estará plagado de vacilaciones, contramarchas, desviaciones y demoras- pero, eliminados los abusos flagrantes y lindantes con la violencia que el kirchnerismo aplica, está en la propia naturaleza de los acontecimientos que los ánimos se serenen y las posiciones radicalizadas se moderen. En ese contexto, comenzarán a aparecer los espacios para revalorizar los principios económicos sanos, que producen resultados prácticos beneficiosos para el progreso general y la elevación del nivel de vida de la población. Es bastante probable que todo esto suceda de manera espontánea y, aparentemente, sorpresiva, aunque aquí estamos anticipando esa hipótesis, no porque seamos videntes sino porque las condiciones sociales tienden a la aparición de las condiciones para que algo así suceda.

Todo esto, naturalmente, depende de que Kirchner pierda en las próximas elecciones. Pero esa eventualidad empieza a dejar de ser una expresión de deseos y comienza a cobrar cuerpo, a partir de los avances en la organización de las corrientes opositoras. Por lo tanto, es pertinente un análisis preliminar de ese escenario imaginario. Con el transcurso del tiempo se irán “aclarando los tantos” y se podrá evaluar el tema con mayor precisión. © www.economiaparatodos.com.ar

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