Image Image Image Image Image Image Image Image Image Image

EPT | March 28, 2024

Scroll to top

Top

jueves 7 de julio de 2005

Toma todo

La ruptura entre los distintos sectores del peronismo que responden a diferentes caudillos no es más que una magnífica puesta en escena para convencer a la “gilada” y confundir a los despistados de siempre. En el fondo, no es otra otra cosa que una hábil maniobra para ocupar todos los espacios de poder.

Todas las informaciones y comentarios periodísticos del último fin de semana especularon sobre la ruptura entre Kirchner y Duhalde. Allí se analizaron consecuencias, posición del justicialismo, analogías con el pasado, en fin, todo tipo de divagaciones sobre la decisión de Chiche Duhalde de enfrentar a Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires.

Sin embargo, la sociedad argentina no es virgen en este tipo de cavilaciones políticas. Desde Roca-Juárez Celman, pasando por Yrigoyen-Alvear, Cámpora-Perón y Menem-Duhalde, el país ha conocido una seguidilla literalmente infernal de traiciones de ahijados a padrinos. Ahora, la primera conclusión frente al conventillo preelectoral de los Duhalde y los Kirchner es que estamos frente a otro episodio en que el favorecido por la decisión del mandamás de turno se da vuelta en contra de su mentor y se corta solo hacia la suma del poder. ¿Es realmente así en este caso? ¿Son tan opuestas las visiones de país que tienen el presidente y el hombre fuerte de la provincia? Permítanme dudarlo.

Desde que el zafarrancho constitucional del 94 otorga –por la insólita presión de Alfonsín- un senador a la minoría, el peronismo se las ha ingeniado para transformarse en el movimiento que cubre todas los espectros electorales del país.

La jugada ajedrecística de Duhalde, anulando el congreso partidario que convocaba a elecciones internas, solicitando al Congreso la suspensión de la ley que tornaba obligatorias las primarias desde ese año y “dividiendo” al partido en tres, llevó al peronismo sumado a obtener un porcentaje de votos que no alcanzaba desde Perón. El intendente de Esteban Echeverría cuando fue consultado por su opinión respecto de la “ruptura” contestó: “en el fondo somos todos peronistas”.

Y tiene razón. En el fondo, allí donde se arreglan todos los negocios, “son todos peronistas”. Exprimen el sistema electoral hasta obtener de él la última gota. Pintan frente a la sociedad un panorama de incompatibilidades terminales, una situación frente a la cual no pueden más que separarse y, al final, “son todos peronistas”.

Parecía que las diferencias entre Menem y Kirchner eran insalvables. Fue así como una catarata de declaraciones ingenuas dejó pegados a una serie de incautos que no sabían cómo esconder la cara cuando comenzaron a ver cómo una acarralada de conspicuos “menemistas” pasaban a votar las leyes de Kirchner, cuando no directamente a integrar sus equipos administrativos. “En el fondo son todos peronistas…”

Me parece estar asistiendo a una notable escenificación. A un conventillo inventado para que la gilada vuelva a caer en la trampa. La pregunta es: ¿cuántos son los giles? ¿Es creíble la idea de una vasta mayoría de inocentes engañados por un conjunto consumado de actores o, en realidad, el país se ha vuelto pan-peronista y voluntaria y alegremente consiente este monopolio de la representación política?

La Argentina se encuentra cómoda con el peronismo. Como un zapato de calce perfecto a las formas, costumbres y tradiciones del pie, el peronismo se amolda a la sociedad con suavidad, sin roces ni asperezas.

La Argentina no tiene voluntad para construir una sociedad balanceada, de discusión civilizada, de confrontación positiva de ideas, de progresar en la diversidad. Ese perfil es trabajoso y exige responsabilidades, pide cuentas y, si bien concede premios y otorga beneficios, no es piadoso en el castigo.

Los argentinos hemos decidido renunciar a esa arquitectura. Preferimos que cuatro capos se repartan las riquezas del país y, al mismo tiempo, hacer como que nos resuelven los problemas antes de tomar el destino en nuestras manos. En este esquema social de pusilanimidad, un movimiento expansivo y abarcador como el peronismo no ha tardado en comprender las claves para tomar todo el poder. En medio de un teatro que engaña a periodistas, gente común, analistas y opositores, hace como que se parte, hace como que se divide, hace como que propende a la creación de un conjunto de ideas nuevas y finalmente termina quedándose con todo.

Nada ha cambiado, “en el fondo somos todos peronistas…”. © www.economiaparatodos.com.ar




Se autoriza la reproducción y difusión de todos los artículos siempre y cuando se cite la fuente de los mismos: Economía Para Todos (www.economiaparatodos.com.ar)