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jueves 20 de noviembre de 2008

Un desafío para todos

El fallo de la Corte Suprema de Justicia sobre la libertad sindical es un llamado de atención a todos los argentinos que hemos descuidado la defensa de las instituciones, la independencia y la autonomía.

El fallo de la Corte que decidió que no es necesario estar afiliado a un sindicato para ser elegido delegado gremial constituye uno de esos casos en donde las instituciones del país producen un cambio de paradigma con el que habrían soñado los padres de la Constitución. La Ley Fundamental argentina apostó a un país no-revolucionario que, sin embargo, produjera cambios asombrosos en la vida humana gracias a pequeños avances apoyados en el derecho y en la paz.

Los padres fundadores no eran amigos del grito hueco y de la rotura abrupta de los valores; tenían en vista, más bien, un país gradual y pacífico que mejorara la vida de los argentinos por la vía de las síntesis superadoras de ideas más que por el grito revolucionario. Pertenecían, en ese sentido, a la escuela de las Revoluciones Inglesa y Americana que se diferenciaron de la Francesa justamente por apostar a la “evolución” antes que a la “revolución”.

Pero el fallo ha disparado en los días siguientes varios comentarios interesantes. Uno de ellos es el del dirigente de los judiciales, Julio Piumato, que consideró que la decisión hay que tomarla como una “provocación”.

¿Cómo una provocación?, ¿pero qué significa semejante cosa?, ¿que cualquier decisión que no coincida con el parecer de los “señores” proviene del enemigo y que en lugar de salvar la justicia busca provocar o causar un daño?

La mentalidad fascista de la Argentina se ha acostumbrado, efectivamente, a que ciertas cosas se den por descontadas. Entre ellas que la representación sindical sea monopolizada por la corporación que, entongada con el Estado, usa los fondos y las estructuras públicas para su propio beneficio. Pero en realidad esa "segunda naturaleza" a la que nos hemos acostumbrado como corderos a la esquirla, no tiene nada que ver con las bases jurídicas que han formado a este país.

Le parezca a Piumato o no, lo que ha sido una provocación a los principios de la libertad individual, de igualdad ante la ley y de la reivindicación del individuo como centro social, es que una estructura corporativista, propia del fascismo anterior a la Segunda Guerra, se haya apropiado de derechos que según la letra y el espíritu de la Constitución le correspondían a las personas individuales y no a pesadas y corruptas organizaciones amparadas por el aparato del Estado que usando la demagogia explotan a los trabajadores en su propio beneficio.

Allí lo tenemos hoy al propio Moyano devolviendo seguramente favores económicos del Estado (léase los Kirchner) negando despidos cuando todo el mundo sabe lo que está pasando en las empresas. ¿Son esos los representantes de los trabajadores?

Esta claro que una vez producido el acomodamiento corporativista el sistema le ha venido bien a más de uno. No solamente en el ámbito de los "gordos" sindicalistas sino también entre los empresarios que han preferido entrar en connivencia con unos cuantos conocidos que discutir seria y racionalmente los intereses de la producción con quienes resulten más representativos.

Es cierto que el corporativismo peronista ha funcionado como un tapón a dirigentes sindicales más radicalizados. Pero el precio que pagó el país por la corrupción a que ese sistema de connivencias lo sometió, ha sido mucho más elevado que el que hubiera resultado de tener que lidiar con dirigentes más extremos pero, por el mismo motivo, más insostenibles en el tiempo.

La casta sindical ha sobrevivido por su capacidad de adaptación a las distintas circunstancias, importándoles muy poco los verdaderos trabajadores, a quienes han usado de carne de cañón. Es posible que el fallo de la Corte si no es abortado por los hechos de la realidad signifique una puerta abierta para la aparición de dirigentes más radicales que los acomodaticios que hemos conocido hasta ahora. Pero en todo caso ese será un escenario mas compatible con el diseño de la Constitución que no ha dicho que la vida fuera sencilla sino simplemente que vale la pena vivirla libremente sin renunciar a los desafíos y sin perder de vista que es la persona individual el verdadero objeto de su desvelo.

La Corte ha, efectivamente, “provocado”. Pero no en el sentido malicioso que lo expresa Piumato. La “provocación” no constituye una “mojada de oreja” a la rica dirigencia sindical que encontró en el monopolio peronista la fuente de su riqueza.

La “provocación” es a todos nosotros para que aprendamos a vivir en libertad y dejemos las pequeñas conveniencias del corto plazo a cambio de la grandeza y la permanencia del largo.

La “provocación” esta también dirigida a esa estructura empresaria cómplice de un corporativismo fascista que hundió al país. La “provocación” va en el sentido de destruir el facilismo miope que prefiere un corrupto a un radicalizado. La “provocación” es un aguijón que manda agudizar el ingenio para destruir con argumentaciones racionales (que obviamente las hay de sobra) las posiciones extremas de los radicalizados, pero sin que ello incluya el allanamiento del camino a cinco vivos que habían encontrado en el monopolio sindical el “yeite” de su vida.

El fallo de la Corte tiene un alto valor simbólico y debe ser interpretado como un desafío para todos. Ninguno de los padres fundadores dijo que la defensa de la libertad fuera una tarea sencilla. Si los principales usufructuarios de esa libertad no están dispuestos a hacer lo suyo para ella florezca, la Argentina seguirá en manos de bandas que, adueñándose del Estado, arrebatarán el diseño de un futuro que la Constitución creyó poner en manos de los sueños de cada uno de nosotros. © www.economiaparatodos.com.ar

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