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lunes 1 de febrero de 2010

Un mes menos y once meses más

Los últimos 30 días confirmaron el estilo kirchnerista de gobernar, basado en el atropello institucional y el desprecio por la Constitución. Nada hace prever que el resto del año será distinto.

Termina el primer mes del año y del mismo se desprende claramente cómo seguirán los próximos once meses. Ese dato no emerge de prestidigitación alguna sino de la concepción política de los Kirchner, corroborada una vez más en estos últimos 30 días. En rigor, su metodología siendo la misma que han aplicado desde su asunción al poder en el año 2003, aunque también puedan observarse idénticos lineamientos instrumentados tiempo atrás en los pagos santacruceños.

Así como enero se caracterizó por un nuevo atropello de la Presidente hacia una institución como el Banco Central, mediante el uso de un decreto de necesidad y urgencia (paradójicamente innecesario y con premura inexistente si consideramos que los fondos para el pago de la deuda le fueron aprobados con anterioridad en el Presupuesto para este año), febrero y los meses consiguientes seguirán enfatizando el “modelo”. Es decir, el modelo del atropello, con actitudes irreverentes, contrarias a la ética, y alejadas sustancialmente de la letra preclara de la Carta Magna.

No se trata de una descripción caprichosa, sino de los calificativos que encuadran los actos del matrimonio presidencial con una rigurosidad que, muchas veces, espanta.

Si bien la costumbre aplaca el asombro, un buen síntoma que se evidencia – aunque con bastante irregularidad – es precisamente la reacción de esa suerte de conglomerado amorfo que conforma aquello que con un exceso de voluntarismo se da en llamar “oposición”. Esta reacción de dicha heterogeneidad que surge en el escenario nacional, aglutinada en un Congreso en transición, no se observaba meses atrás cuando los Kirchner actuaban de idéntica manera, sin respeto por la ciudadanía y mucho menos por la institucionalidad. Las complicidades fueron muchas y el silencio fue, sin lugar a dudas, una forma de apañar conductas contrarias al espíritu de una verdadera democracia.

Ahora bien, considerando las aspiraciones y ambiciones individuales que convergen en el renovado recinto, es difícil afirmar si estas reacciones que hoy surgen con la intención de frenar más atropellos y saqueos por parte del Ejecutivo Nacional se continuarán en lo sucesivo o terminarán fagocitándose y diezmándose a sí mismas, menguando la limitación que se pretende imponer al desenfreno de la hegemonía oficial.

Es menester no olvidar que no se ha logrado unidad de bloques más allá de lo meramente circunstancial, justamente por esos intereses particulares en cuanto a cargos futuros que suelen primar frente al interés general. Esta realidad se presenta como el talón de Aquiles, y es lógicamente el centro dónde Néstor Kirchner apuntará de aquí en más.

A su vez, la crisis financiera de las provincias que requiere en sí misma un estudio mucho más profundo para entender su causal, parece ser el próximo objetivo del gobierno. Lo cierto es que el matrimonio presidencial no está dispuesto a seguir adelante con un poder legislativo que le sea obstáculo para su principal finalidad. Es posible que esta ya no pase por la perpetuidad en Balcarce 50 sino más bien por la consagración garantida de alguna suerte de impunidad que le permita esperar el fracaso de otra administración, a sabiendas que le dejarán un escenario devastado y en extremo complejo de gobernar.

Si acaso los Kirchner consideran que pueden ganar la futura elección presidencial, el análisis debería realizarlo un especialista en salud mental.

La peculiar estrategia para cambiar su imagen que en estos días esgrime la Presidente modificando su manera de hablar e incursionando en fábulas un tanto fantásticas, no aportan un ápice a la negativa concepción de su persona que ya se arraigó con fuerza en el grueso de la sociedad.

Este dato tampoco debería menoscabarse si se recuerda el desapego de la pareja presidencial hacia los cánones democráticos, y más aún hacia la constitucionalidad. No se puede descartar que uno de los propósitos del mentado Fondo del Bicentenario apunte en forma directa a la persecusión de “clientes” que desvirtúen el voto popular. Y uno de los pilares de la democracia es el libre albedrío del elector. El hecho de concurrir a votar casi compulsivamente no implica la vigencia o continuidad de un régimen democrático ni legitima a un gobierno como tal.

Pero retornando al calendario político que nos depara el año, está claro que él mismo responde a las necesidades particulares del Ejecutivo Nacional mucho más que a las necesidades intrínsecas de la sociedad. El gobierno necesita ganar tiempo. La carencia de políticas de Estado que den solución a los problemas reales que hay, y de un modelo económico concreto (hasta ahora sólo se han observado medidas improvisadas tendientes a tapar agujeros con consecuencias que van más allá de los índices de crecimiento) dejan ver que el tiempo es el recurso que tenderán a dilapidar los Kirchner casi como lo han hecho con los recursos fácticos.

En ese sentido, los escándalos, los problemas que ellos mismos originan aunque echen culpas afuera a diestra y siniestra, las denuncias de conspiraciones inexistentes, de complot o de crisis foráneas que, paradójicamente, afectan más a la Argentina que a los países donde se suceden estarán a la orden del día. Todos los sectores que conforman la vida cívica y política están pues en la mira. Eso debería generar alguna suerte de solidaridad para que no sea necesario luego recordar los versos de Bertol Bretch con melancolía tardía.

Así las cosas, el año se presenta turbulento por decisión oficial. Néstor Kirchner necesita de la crispación para su subsistencia. No sabe moverse en la convivencia civilizada basada en el diálogo y la negociación parlamentaria. De allí que hasta la última constitución de la bicameral para analizar el tema del Banco Central resulte inútil aunque sirva para retornar al mundo de las formas, usos y costumbres que el matrimonio también hizo colapsar.

El gobierno seguirá en rumbo de colisión planificada, es decir saliendo de un obstáculo artificialmente pergeñado para entrar en otro sin solución de continuidad. Nada peor podría pasarle a Néstor y Cristina Kirchner que hallarse, de repente, frente a un escenario donde tengan el paso liberado, el camino allanado, y deban demostrar una gestión que no esté viciada de fracaso.

Por esta misma razón no cabe ya demasiado asombro frente a los desatinos que seguirán sucediéndose de aquí en más. Esas crisis casi enhebradas unas a otras responden y responderán a la metodología y al ya conocido “estilo K”.

A través de la distracción con infortunios como el del Banco Central y la instauración de enemigos elegidos repentinamente, es cómo los actuales inquilinos de Balcarce 50 se aseguran llegar al 2011 donde, en el mejor de los casos, modificarían nuevamente las reglas para adelantar un comicio que no los deje sin residencia a perpetuidad, aunque deban mudarse durante un periodo o más, en el cual deberían dar explicaciones de tanta pudredumbre que asome cuando se abandone el relato y se imponga la realidad. © www.economiaparatodos.com.ar

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